Papá es el jefe

Capítulo 1.

—¿Te das cuenta de lo que te he dicho todo este tiempo? —preguntó impaciente.

—Dices muchas cosas Ignacio, ¿Por qué no eres específico?

Estampó furioso los documentos en su escritorio.

—Hablo de esta muchachita, es la segunda vez que cancela la sesión de fotos, es una irresponsable, ya me encantaría rescindir de sus servicios.

—Hazlo, ¿qué te impide despedirla? No te compliques, despídela y contrata otra.

—Es la maldita novedad, todos los medios hablan de ella, todos quieren contratar con ella y no me daré el lujo de perder esta oportunidad, debo reconocer que será una buena imagen para la campaña, un éxito asegurado.

—¿No tienes muchas opciones, eh?

—Así es Simón, ya me encantaría despedirla, pero no es un lujo que pueda darme, esta campaña es muy importante.

—Déjame ver a la joven novedad —dijo Simón—. Ah, pero sí que es hermosa, definitivamente será una buena imagen y un éxito.

—Sí, es hermosa, pero ojalá tuviera de responsable lo que tiene de belleza, este es el motivo por el que no me gustan las adolescentes, y mucho menos pienso en tener hijos.

—Me queda claro, amigo, tengo que dejarte, debo visitar a un cliente potencial.

Ignacio estrechó la mano de su amigo y se despidieron, se sentó y observó de nuevo la foto de la mujer en los archivos. Se quejó irritado, nunca nadie había cancelado una cita con él, dos veces seguidas, no con la reputación que le precedía, conocido en el mundo de los negocios como el “robot” por su exhaustiva y exigente forma de trabajar.

A sus 38 años su empresa, “The perfect shape” Ocupaba el primer puesto en su categoría, se especializaba por su esencia, por no tener estereotipos en la confección de sus novedosas prendas, su vida personal era tan ordenada como la laboral, no se permitía errores ni fracasos, era un hombre cero tolerante a las relaciones amorosas, hasta que conoció a Fermina Duarte, una mujer de 34 años con la que sostiene una relación, ambos se enfocan más en lo laboral que en sus asuntos personales, por ello Ignacio creía haber encontrado a su media naranja, la mujer perfecta, tan fría y exigente como él, nada romántica.

Ignacio, al igual que su novia, decían ser alérgicos a los bebés, lo que hacía que complementaran a la perfección, era intolerable a las jóvenes, las consideraba en su mayoría interesadas, sin futuro o metas claras, no había caído con una a excepción de cuando era adolescente, y aquella noche que no recordaba bien en las Islas Margaritas en Venezuela, en donde en medio de su embriaguez terminó teniendo sexo con una joven a la que no recordaba y que esperaba nunca volver a ver.

—Hola a mi hermosa princesa, ¿cómo estás, criatura hermosa de mami? Buenos días, Lana, ¿ya alimentó a mi princesa? ¿Ya está mejor verdad?

—Buenos días, señorita Violet, por supuesto a la niña Salomé ya la alimenté, ¿desea que le prepare algo para desayunar?

—No, Lana, muchas gracias, ya me tomé un batido, ¿me han llamado del trabajo?

—Sí, señora, parecen estar muy disgustados, dijo la secretaria del señor que es usted una irresponsable.

—Qué injusta, no me presentaré a esa sesión de fotos hasta que mi hija esté mejor, seguramente el jefe debe ser un indolente, aunque claro, no debe saber los motivos de mi falta a esos compromisos, no le puedo mencionar de mi hija.

—Señorita, ya que la niña Salomé está bien, que le parece si la acompañamos a su sesión de fotos, así puede estar cerca y pendiente de la niña, mientras hace su trabajo.

Violet lo pensó, había mantenido a su hija lejos de ese mundo, pero no quería dejarla estando enferma, ya no podía faltar más al cumplimiento de esa sesión, la dejaría mal.

—Qué buena idea, Lana, estoy muy agradecida de que además de la niñera de Salomé seas mi asistente personal, llamaré para preguntar si eso es posible… ¡hmmm! Sabes que, no llamaré, iremos mañana.

Violet levantó a su pequeña en brazos, le hacía cariños mientras le decía que la acompañaría al día siguiente a su lugar de trabajo.

Violet Mauco Williams era una joven venezolana, que se había mudado a California en busca de un mejor futuro, después de haber tenido que dejar su carrera como diseñadora de modas, tras haber quedado embarazada y que sus padres no le perdonaran el no saber quién era el padre de su hija, la pequeña Salomé, quien se había convertido en su mundo y por la cual daba su vida, tenía un año y 8 meses y ella desconocía quién era el padre.

Violet se había presentado a varios lugares solicitando empleo, no fue contratada en el área que buscaba, pero una diseñadora vio en ella potencial como modelo, gracias a que no habían quedado señales de que había sido madre, le pareció una maravillosa idea, alcanzando así una fama mundial, siendo contratada por los mejores diseñadores y empresas dedicadas al sector de la moda y el diseño, Violet mantenía a su hija lejos del entorno en que se movía, lejos de su fama y lo que ello implicaba.

—¿No tiene novedades del padre de la niña Salomé? —preguntó Lana.

—No, a decir verdad ya perdí las esperanzas, al investigador no le fueron suficientes los detalles que le facilité, ya sabes que no tengo más que un vago recuerdo de su rostro y eso no es suficiente, incluso si lo describiera para obtener un dibujo de su rostro, de todos modos no hace falta, mi hija tiene todo, una mamita que la ama y será todo para ella, además quien sabe que tipo de maniático sea.

—No, no creo que sea mal hombre, si usted se fue a la cama con él, no lo creo.

—Bueno, esa historia es algo vergonzosa, creo que estaba tan ebria como él, sí, perdí mi inocencia en una habitación de hotel, sin saber con quién.

Violet se dispuso a contarle a Lana del modo en que había pasado todo, no le había contado más que el que no sabía quién era el padre, le contó como se marchó del lugar al despertar y ver al hombre desnudo a su lado, sin decir nada, sin descubrir de quién se trataba, se marchó, llevándose con ella vagos recuerdos del rostro del hombre, un enorme tatuaje que tenía en la espalda y sin saberlo una pequeña semilla que había sido sembrada en ella.




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