Papá es el jefe

Capítulo 2.

Ignacio respondió la llamada de su novia, ella era una prestigiosa cardióloga, mientras él conducía con dirección a la clínica a recoger a Fermina, Violet jugaba con su pequeña, cuando estaba con ella no existía nada más. Entre sus responsabilidades, su hija era la más importante.

«Sé que no hace falta, me tienes a mí, pero no estaría nada mal saber quién es tu padre, antes de que tenga que explicarte la manera tan vergonzosa en que fuiste concebida» pensaba, en tanto le hacía cariños a Salomé.

—Lana, ¿te importaría hacerte cargo unos minutos de Salomé? Le he pedido a la empleada tomarse el día, haré yo el almuerzo.

Lana se acercó y se hizo cargo de la pequeña, Violet preparó todo y volvió con ellas.

—¿Usted cree que la niña se parezca a su padre?

—Puede ser, en mi familia nadie es rubio, y mucho menos de ojos de color.

—De todos modos es usted una morena muy hermosa, la niña Salomé, por el contrario, es rubia y tiene ojos grises, tal vez tenga su suerte y siga sus pasos, una famosa modelo.

—Ella será libre de elegir ser lo que guste, me alegro mucho de que esté bien, tal vez lo asmática también es por parte de su padre.

—Posiblemente, creo que huele a quemado, señorita Violet.

Violet corrió, por suerte no se había quemado nada, sirvió el almuerzo, alimentó a su pequeña y jugó con ella hasta que se quedó dormida.

—Yo paso con el postre Ignacio, sabes que no me gustan, si estás comiendo es porque estás ansioso. ¿Qué sucede?

—Todo está bien, es solo esa joven, es tan irresponsable que si falta mañana, rescindiré del contrato y la demandaré, así aprenderá a ser responsable.

—Si lo crees conveniente adelante, ¿Ignacio irás conmigo al cumpleaños de mi sobrina o nos inventamos una excusa? Ya sabes que habrá varios niños.

Ignacio suspiró y fue suficiente, Fermina llamó a su hermana para mentir y no asistir.

—Ha sido un almuerzo agradable, te veo en casa —se despidió Ignacio después de pagar la cuenta.

—Ok, y ya no consumas más calorías Ignacio —respondió sumergida en su móvil.

Ignacio aprovechó para visitar a su padre, su único familiar con vida, sufría de demencia, lo tenía en el lugar más prestigioso de la ciudad, gozaba a pesar de su condición de excelente trato y condiciones, en tanto Ignacio disfrutaba de los cortos momentos de lucidez que tenía su padre. Violet se había acostado al lado de su pequeña, intentando recordar algo más del padre de su hija.

Acarició la suave piel de Salomé y se preguntó, una vez más, si todos esos rasgos inexistentes en su familia, eran por parte de él. Violet cerró los ojos, agradeció poder regresar al trabajo, era un contrato exclusivo y por ende debía cumplir.

Violet se había despertado horas más tarde, con el llanto de su bebé, le hizo el cambio de pamper, le dio el medicamento y se dispuso a compartir con ella.

El día estaba llegando a su fin, Ignacio dejó a su padre después de haberlo visto dormir, el hombre actuaba como un niño en ocasiones, aun así Ignacio, quien decía no tolerar a los niños, le tenía la misma paciencia y amor que recibió de su parte.

Condujo a la empresa, realizó algunas actividades necesarias, estuvo al tanto del adelanto que había logrado Michael, no había sido mucho, pero era mejor que nada, Ignacio evitó molestarse por el asunto de la joven irresponsable.

Siendo un poco más de las 8 pm, Ignacio dejó todo en orden en su oficina. Se despidió con la frialdad que lo caracterizaba de sus empleados y al igual que ellos, fue a su casa, donde lo esperaba ya la inminente cardióloga, en sus habituales pijamas de satín, usadas como señal de deseos, en sus organizadas vidas incluso la intimidad parecía ser algo programado.

Ignacio llegó a casa, saludó con un beso en la coronilla a su novia, recordó el significado de las pijamas de satín, después de ducharse, cumplieron con lo que para ellos era lo más lejos que se permitían llegar con las emociones, era el momento en que se desahogaban y parecían ser otras personas, después como dos simples conocidos, se dispusieron a dormir,

Violet permanecía despierta, su bebé se negaba a dormir, y por suerte ella tenía paciencia.

Dos horas más tarde, Violet cantaba una canción de cuna a Salomé, con la intención de poder descansar, dormir temprano, hacía parte de su rutina, para mantenerse radiante y garantizarse seguir siendo la novedad ante la competencia, le había costado, pero finalmente había logrado dormir a la pequeña.

—Señorita Violet… señorita Violet…

Lana decidió organizar a la niña Salomé.

—Buenos días, Lana, me quedé dormida muy tarde, supongo que pasó de nuevo. Hola princesa, veo que estás mejor, ¿estás lista para tu primer día laboral con mamá?

La pequeña extendió los brazos y Violet se hizo cargo, la llevó con ella, Lana entró y mientras Violet se duchaba, ella le hacía mimos a la pequeña.

—Estás muy hermosa Lana, estamos preciosas, llamaré al chofer y guardaespaldas —dijo Violet.

Lana recogió todo y la siguió.

Unos minutos después llegaron el chofer y guardaespaldas, Violet se hizo cargo de la pequeña y facilitó la dirección a chofer.

—Sé que le vas a agradar a mi jefe, eres una princesa encantadora, perdóname amor por exponerte de este modo, pero no quiero dejarte y mucho menos puedo faltar a esta sección de fotos una vez más.

—No se preocupe, señorita Violet, la niña Salomé es un amor, claro, a menos que esté malita, es cuando suele llorar.

—Lo sé, y Lana, recuerda que puedes llamarme Violet, dejemos las formalidades, somos amigas, creo.

Ella sonrió, Ignacio se había ido a trotar para liberar tensiones antes de ir a la oficina, Fermina se había ido a casa y se preparaba para comenzar con su día laboral.

Violet había llegado a la empresa, con una fachada tan pulcra y profesional, que esperaba que ese mismo profesionalismo tuvieran las personas que en ella laboraban.




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