Papá es el jefe

Capítulo 6.

La concentración de Ignacio en los documentos de la joven fue interrumpida por una llamada de su novia, dejó todo y se dispuso a hablar con ella, una llamada nada diferente, para hablar de asuntos laborales y de como habían estado sus jornadas, no se dijeron mucho, después de hablar un par de minutos dejaron la llamada, Ignacio decidió acostarse.

Había logrado al igual que Violet quedarse dormido.

En la mañana, como era habitual, se levantó, se ejercitó un poco y motivado, se duchó, se preparó, realizó una llamada para saber cómo estaba su padre, se le fue informado, estaba bien, después de eso se preparó un batido y abordó su auto con dirección a la empresa en donde esperaba tener un día exitoso.

Violet se había levantado con la pequeña, se había duchado y había terminado de organizarla, estaba dándole el desayuno para proceder a hacerlo con el medicamento, estaba animada. Aunque nerviosa y no era por la sesión de fotos, era por pensar cómo sería el día de su hija al lado del troglodita de su padre.

Lana se había organizado antes que Violet, decidió cuidar a la pequeña mientras Violet se organizaba, ella siempre solía verse hermosa, pero ese día por algún motivo decidió ponerse más hermosa de lo habitual, aun sabiendo que la maquillarían en el lugar.

—¡Hmmm! Está muy hermosa señorita Violet, parece que usted también tiene intenciones de robarle el corazón al troglodita.

—No digas tonterías Lana, es un hombre comprometido y respeto eso, solo me puse linda como lo hago normalmente, si ya tienes todo listo, por favor baja y espérame, ya las alcanzo, recogeré algunas cosas de Salomé, el chofer y el guardaespaldas ya están esperando.

Lana obedeció, cargó a la pequeña, se acercó para que Violet le pudiera dar un beso y salió del apartamento con dirección a donde la esperaban los dos hombres. Abordó el auto y mientras le hacía cariño a Salomé, le preguntaba como si la pequeña pudiera entender, que si estaba lista para pasar tiempo con su padre.

Violet dejó finalmente el apartamento, se dirigió hasta donde esperaban por ella, subió el auto e indicó a chofer a dónde debía dirigirse, mientras el hombre conducía, ella intentaba opacar sus nervios hablando con su pequeña.

Ignacio, como de costumbre, había llegado a la empresa en donde comenzó a dar órdenes, a hacer revisiones, a cerciorarse que todo estuviera en orden, los empleados como habitual corrían de un lado a otro ante sus órdenes, tratando de que no le fuese llamada la atención, el hombre cuando tenía eventos se ponía exigente y autoritario, más de lo normal, todos evitaban cometer errores para evitar ponerlo de malas.

Después de haberse cerciorado de que todo estuviera en orden en los diferentes departamentos, en el estudio fotográfico y con las personas encargadas del maquillaje, las prendas, Ignacio se había ido a su oficina, había olvidado por completo que aquel día debía prepararse para además de ser el jefe, ser niñero.

Él no solía darle importancia a sus empleados y Violet no era la excepción, después de haber entrado a su oficina se concentró en otras labores, olvidando lo que había prometido, no fue hasta cuando recibió la llamada del portero, sorprendido porque Violet había vuelto a llevar a la niña que cayó en cuenta de ello.

—¡Carajos! Rayos, como fui a olvidar ese asunto.

Ignacio le pidió al portero dejarlas seguir, salió de su oficina, para esperarlas, Violet y compañía habían abordado el ascensor.

Violet se había puesto más nerviosa de lo que ya estaba, al salir del ascensor lo primero que vio fue el rostro del hombre esperando a por ellas, todos los empleados se quedaron asombrados al ver a Ignacio caminando hacia la mujer y que está llevara consigo a una bebé, se murmuraban entre ellos, para los empleados no fue difícil asumir que era la hija del jefe, al ver el parecido entre los dos, pero solo eran los rumores y pensamientos que no llegarían a oídos de Ignacio a menos que quisieran perder sus empleos.

—Papá, pa, papá —dijo Salomé y extendió sus bracitos al ver al hombre acercándose.

Violet sonrió rígida para ocultar los nervios, quería pedirle a la pequeña que no llamara al hombre de ese modo, para no ponerlo en aprietos. Pero sabía que la pequeña no le podía entender, solo se dejaba llevar por su instinto, era lo que suponía Violet, Salomé siguió insistiendo.

A Ignacio no le importó que todos sus empleados lo estuvieran viendo, para contradecir aquello que tenía como regla inviolable, cero niños en su empresa, en su presencia, todos lo vieron extender las manos al acercarse a la pequeña, incluso se olvidó de saludar a los presentes.

Salomé, al estar en brazos del hombre, se recostó en el pecho del mismo, como si buscara abrazarlo, Ignacio sonrió mientras la sostenía.

—Hola pequeña, Así que insistes en adoptarme como tu figura paterna, vaya, creo que no pudiste haber hecho una peor elección —dijo el hombre recordando que no le gustaban los niños.

Salomé levantó su pequeño rostro y se quedó observando a Ignacio, sonrió, él le devolvió la sonrisa a la pequeña, logrando que lo llamara papá de nuevo.

Los empleados seguían murmurando y completamente extrañados por la situación, preguntándose si aquella era la hija de su jefe.

—Salomé cariño, Ven conmigo, tu padre… digo, el señor tiene que trabajar, tu madre también —dijo Lana, extendiéndole los brazos a la pequeña, misma que se negó recostándose de nuevo contra el pecho de su padre.

Tanto Lana como Violet insistieron a la pequeña para que dejara a Ignacio, pero ella se aferró a él.

—Está bien, supongo que para no hacerla llorar puedo hacerme cargo, si usted me supervisa y me guía en el asunto, señorita —dijo Ignacio refiriéndose a Lana.

—¿Está usted seguro señor Ignacio? No quisiera que mi hija fuera un inconveniente o que interfiera en sus asuntos laborales —inquirió Violet.

Ignacio observó a la pequeña y sin entender el motivo que al igual que a la pequeña le obligaba a comportarse tolerante, asintió, indicó, lo siguieran, mientras la llevaba en brazos, no solo Lana y Violet estaban sorprendidas, también lo estaban sus empleados, Ignacio les ordenó seguir con sus labores y dejar el chisme.




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