Papá es el jefe

Capítulo 8.

Ignacio alimentó a Salomé, ella empezó a quedarse dormida, en cada movimiento del hombre, intentaba llorar, parecía creer que la apartarían de su nuevo lugar favorito.

Ignacio le acariciaba con delicadeza el suave rostro.

—Eres mí copia, debí haberte hecho con mucha pasión, espero no hayas heredado mi carácter y gustos —murmuró derretido de la ternura—. ¡Caray!, creador justo lo que te pedí evitar, mira lo idiota que ya me tiene esta mujercita.

Le sujetó la manito, y ella apretó uno de sus dedos, Ignacio sonrió sin motivo alguno, estaba sintiendo emociones nunca antes en su fría y calculada vida experimentadas.

Su conmovedor momento fue interrumpido por Violet, le pidió a Salomé, Lana se haría cargo de ella, sacó el novedoso bolso que al desplegarse se convertía en una cómoda cuna, la acostó, Lana la cuidaría.

Ignacio no dejaba de mirar en esa dirección.

—¿Estará cómoda metida ahí? ¿No le dolerá su cuerpecito?

—Cálmese, Lana sabe lo que hace, al igual que yo, me he preparado y aún sigo haciéndolo, mi hija lo es todo, Ignacio, al igual que usted no recuerdo esa noche, no vine aquí a buscarlo, mi hija es lo más bello y mi mayor bendición, su llegada cambió todo en mi vida, perdí personas y cosas, pero ella valió y valdrá cualquier sacrificio. No estoy aquí por su dinero y mucho menos me interesa que se haga responsable de ella, en todo caso, solo deseaba que tuviera un padre, no busqué embarazarme de usted, me mudé aquí en busca de oportunidades, lo único que sabía de usted es lo que me dijeron en el hotel, en el cual lo busqué, fue al saberlo  cuando mis padres me corrieron, así supe que usted tampoco lo recordaba, me dijeron que había preguntado por la extraña.

—Lo sé, no recuerdo mucho, pero supongo que soy más responsable que usted, ahora lo entiendo todo, lo único que recuerdo es haberla llevado a mi habitación, vi a un tipo poner algo en su bebida, luego a usted mal, ebria o drogada, él quiso llevársela y no vi más que llevarla a mi habitación, recuerdo haber salido y después de eso, me desperté con el cuerpo marcado, desnudo, sin recordar a la mujer, y…

Ignacio se detuvo, callándose los detalles que le habían indicado había estado con una mujer inocente.

—Lo siento señorita Williams, no era mi intención ofenderla, es solo que no estaba en mis planes, supongo que sabe lo que se dice de mí.

—Sí, no le gustan las jóvenes, nos tacha como lo peor, ni los niños, supongo y con la intención de evitarle malos ratos y decepciones a mi hija, que es mejor que haga de cuenta que no ha pasado nada, nos iremos y no volverá a saber de nosotras.

—¡Quiero hacerlo! Es decir, quiero hacerme cargo, formar parte de su vida, como su padre, en cuanto a mis preferencias, las modificaré, nunca nada me ha quedado grande, y dos pequeñas no lo harán.

—Tengo 23 años, señor, de pequeña ni la estatura.

Ignacio sonrió y negó con la cabeza.

—Bien, Violet, le pido una disculpa, por mi comportamiento, le prometo esforzarme, supongo que no vale la pena hablar del pasado, lo que si le pido es que me tenga paciencia con el asunto, no tengo idea de como ser padre, esto cambiará muchas cosas en mi vida.

—¿Está usted seguro? Estoy dispuesta a olvidar su trato y darle una oportunidad, ella lo reconoce, está aferrada, sería egoísta de mi parte negarle ese derecho, pero debe saber que no hay marcha atrás.

—Descuide, nunca nada me ha quedado grande, un par de mujercitas no serán gran cosa.

Violet enarcó la ceja, era evidente que el hombre no sabía lo que implicaba ser padre. 

—Creo que podemos hablar mejor en otro momento, regrese a su labor, Lana y yo nos haremos cargo de mí … De Salomé.

—¿Puedo confiar en usted? Es mi hija y… Dios si usted vuelve a tratarla de ese modo, entonces le daré motivos para odiar con razón a las jóvenes.

Ignacio sonrió.

—Puede confiar en mí, regrese al trabajo, cuidaré de ella, también tengo trabajo que hacer.

El móvil de Ignacio sonó y se disculpó, se acercó y al ver de quién se trataba su semblante cambió.

—¡Caray, Fermina!

—¿Está todo bien, Ignacio? —inquirió Violet.

Ignacio asintió sin disimular su preocupación.

—Lo hará bien, yo también perdí a muchas personas por elegirla a ella, si es el caso a la final valdrá la pena.

Ignacio dirigió su mirada al lugar donde se encontraba Salomé.

Pensó que si Violet había logrado hacerlo, resolver su vida siendo una joven, y madre, a él no le sería imposible lograrlo, ser padre y continuar todo.

—Nuevamente, disculpé mi actuar, puede retirarse, Salomé estará bien aquí.

Violet se quedó mirándolo por un par de minutos.

—Gracias por querer intentarlo, significa mucho para Salomé.

—Lo sé, supongo que soy quien debería estar agradecido, creo que la pequeña le dará muchas emociones a mi vida.

Violet sonrió, se acercó a la cuna de Salomé y se despidió de su hija, le pidió a Lana avisar cualquier inquietud.

Violet regresó a la sesión fotográfica, Ignacio le echó una ojeada a Salomé y se sentó, abrumado, confundido.

Su presencia era necesaria, en algunos sectores, en la toma de algunas decisiones.

A Michael se le había ocurrido la grandiosa idea de pedir a Violet interferir, nadie quería molestar al “robot” especialmente en su estado de ánimo.

Violet hizo una llamada a Lana y pidió le comunicara con Ignacio, al escuchar su voz tan varonil y autoritaria, incluso solo respondiendo con tranquilidad, Violet suspiró.

—Cuide de mi hija, Lana, si se despierta y me solicita, llévela ante mí, sin importar el lugar donde esté, claro a menos que no sea seguro para ella, o la ocupación que tenga.

Ignacio había logrado salir, antes dejado un beso en la cien de su hija, calmado salió hacerse responsable del caos que había en el lugar.

Tomó las decisiones pertinentes y dispuso a todos a trabajar.

La sesión fotográfica estaba por finalizar, entre recesos que Violet aprovechaba para llamar a Lana y saber que todo estaba bien.




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