Papá es el jefe

Capítulo 13.

—Muy bien Fermina, sabes que no soy un hombre de rogar. Pero tenía que intentarlo, porque sé que de una u otra manera te estoy fallando, quería remediarme porque sé que teníamos planes.

—Los teníamos Ignacio, eso te deja como un hipócrita, pero no lo estás entendiendo.

 —Me estoy poniendo en tu posición, Fermina y entiendo que estés molesta, por eso estoy aquí, pidiéndote que me des la oportunidad de demostrarte que la presencia de Salomé no afectará lo nuestro, seguiré siendo el mismo hombre que te respeta y te quiere, que te tendrá como su prioridad, pero ahora no solo serás tú, tengo una hija, no la busqué, sé que esto cambia todo lo que teníamos planeado, pero es mi deber hacerme responsable de ella, me conoces por ser un hombre responsable, coherente, sensato, justo aunque no lo parezca, lo que me lleva a decidir que la pequeña merece tener a su padre, no importa cuántas reglas tenga que romper, si el karma lo decidió así, la vida o lo que sea, estoy dispuesto a cambiar. Los cambios no son malos.

—Sigue siendo hipócrita Ignacio, no lo aceptaré, no ese cambio.

 —Fermina, no esperaba esto de la vida, pero ahora que está sucediendo lo asumiré, estoy aquí dándote la cara porque sé los planes que teníamos, y que esto va en contra de todo lo que habíamos prometido y decidido, pero no obstante esto supera lo que soy como persona, ella tiene derecho a un padre, y no le negaré esa posibilidad solo por creerme incapaz de cambiar algunas cosas en mi vida.

—Muy bien Ignacio, entonces no viniste aquí para pedirme una oportunidad o arreglar las cosas, viniste a restregarme tu decisión, que las elegiste a ellas, pues bien, no tenemos nada más de qué hablar.

—Fermina, estoy intentando arreglar lo nuestro, porque tú misma lo has dicho, hemos sido una pareja estable, tenemos muchas cosas en común, no te pido que cambies lo que eres, ni que aceptes a mi hija.

—Nunca lo haré, no quiero niños, no cambiaré de parecer, Ignacio.

—Fermina, te pido que pienses lo que quieres, porque sabes que una vez lo dejemos no volveré a insistir, no soy un tipo de rogar, te estoy reconociendo que sé que estoy faltando, pero deberías entender que es una falta que se justifica, no es algo que yo haya buscado, no te he engañado, no sabía de su existencia, tampoco lo planeé, pero es una pequeña, debería poder generar un poco de empatía en ti.

—Mis sobrinos han sido niños, jamás te han generado empatía, no seas hipócrita.

—Lo siento Fermina, sé que suena egoísta, pero no busqué estar en esta situación, no es fácil para mí, sé que no fui empático con tus sobrinos, ni con otros niños. Lamento que parezca hipócrita o suene de ese modo, pero estoy dispuesto a cambiar, por ella. Por eso te pregunto, ¿estás segura de querer dejar lo nuestro, sin antes intentarlo?

—Si Ignacio, vete y al menos que te decidas por mí, evita insistir, no me interesas con una hija, te la hubiera dado yo en ese caso.

Fermina caminó y abrió la puerta al hombre, le pidió marcharse, Ignacio hizo su último intento. Cari bajo salió del lugar, después de que la mujer le dijera con firmeza que no pretendía cambiar su opinión y decisión.

Ignacio abordó su auto, se dirigía a la empresa, dispuesto a darlo todo por esa pequeña, a cambiar lo que tuviera que cambiar.

Se dio cuenta de que había recibido, mientras hablaba con Fermina, una notificación que le indicaba que ya había sido descontado el costo de su compra, sonrió al imaginar la cara de su pequeña con tantos juguetes nuevos. Pensó que seguramente su madre le tenía lo suficiente, que tal vez había exagerado, pero no le importaba.

Violet estaba jugando con Salomé, la dejó en la alfombra y se dirigió a abrir la puerta, preguntaron que si ahí vivía la señora Williams, ella afirmó, le dijeron que tenían una encomienda para ella, sorprendida, pensó que se trataba de algo que enviaban sus padres, ella había estado insistiendo en recuperar la relación con ellos, quienes habían dejado de hablarle después de haberla botado de la casa por su embarazo. Sin embargo, no fue eso.

La mujer se quedó pasmada cuando vio pasar a cinco hombres, cada uno con una gran caja, preguntó de qué se trataba y le dieron una nota en la cual decía.

Hola pequeña jefa, papá ha pensado que te gustaría tener un nuevo juguete, te veo más tarde”

Violet cerró la puerta y llevó sus manos a su cabeza, eran varias cajas, Salomé se paró en una de ellas.

Le daba golpecitos en tanto repetía, papá, papá.

—Sí, tu papá está loc… es un exagerado, donde vamos a poner todo esto —Violet se acercó a las cajas.

Ropa, juguetes, accesorios, alimentos, otros” eran las etiquetas de las 5 cajas.

—Ah, caray, ¿y esto? —inquirió Lana.

—Lo manda Ignacio, está loco, creo que se está tomando esto demasiado de prisa, será que cree que no le compro nada a mi hija, si trabajo para ella.

—No creo que sea eso, está emocionado aunque lo niegue, Salomé ya lo dominó, aunque él no lo crea y acepte.

Lana caminó alrededor de las cajas, preguntó cuál abrirían primero, Salomé seguía parada contra la caja dándole golpecitos y llamando a su padre.

—Lo que sí, es que aquí debe haber millones —murmuró Lana.

—Es una locura, me va a tocar, sentarme, a educar a este hombre, o al menos introducirlo a lo básico de ser padre, por Dios, qué exagerado.

—Y eso que dice que no le gustan ni tolera a los niños, ¿qué tal que no fuera alérgico a ellos? —dijo Lana con una risita burlona—. ¿Abrimos primero la de los juguetes? Quizás a Salomé le guste el contenido.

Violet, asintió, buscó algo para romper la cinta de protección, abrió la caja y levantó a Salomé.

—Mira, amor, juguetes, papá, ha enviado juguetes —Salomé se agobió intentando alcanzar alguno.

Violet recogió un pato entre los tantos juguetes y se lo dio, tenía sonidos, ella lo llevó a su boca y asustada, lo soltó, arrugó el rostro buscando llorar, le dieron un nuevo juguete, pareció gustarle.




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