Papá es el jefe

Capítulo 14.

Ignacio había finalizado su visita a los diferentes departamentos, había logrado dejar al personal instruido, para la sesión fotográfica de ese día, se dirigió a su oficina, realizó un par de llamadas con la intención de conocer la magnitud del escándalo que se le avecinaba.

Violet había organizado a Salomé, Lana al estar lista ingresó para hacerse cargo de ella, Violet procedió a prepararse.

Fermina conducía al lugar, en tanto en una llamada con una amiga y colega escuchaba los consejos de como no permitir que le robaran a Ignacio, aquella mujer de decisiones firmes, empezó a tener dudas de haber dejado la relación.

«¿Dejártela tan fácil? Eso jamás, tengo lo que tú no tienes, Ignacio me ama, soy la mujer ideal, su tipo, tú no eres más que una aparecida, te haré conocer tu lugar»

—Lana estoy lista…

—Sí, Violet, estamos esperando por ti.

—Las dos están hermosas. Lana, recogeré algunos juguetes, baja por favor, ya el guardaespaldas y el chofer están esperando, ten cuidado.

Lana asintió, Violet le dio un beso a Salomé y se dispuso a organizar las cosas, a llevar de la pequeña, algunos juguetes de los tantos que Ignacio le había hecho llegar.

Lana iba como de costumbre conversando con Salomé, no sé percató del auto que se estaba estacionando, de la despampanante mujer que bajó de el.

—Identifíquese, por favor —pidió el guardaespaldas al ver la intención de la mujer de acercarse.

—¿Perdón? ¿De qué se trata esto?

—Lo siento, señora, pensé que pretendía acercarse a las señoritas.

Fermina miró al hombre con desprecio, zarandeando su mano para indicarle que se apartara. Caminó y se detuvo en frente de Lana, quien le hacía cariños a Salomé.

—Así que esta es la mocosa… y tú, no me digas que tú, eres su madre.

Fermina miró con gesto de superioridad a Lana, pensando que no era la gran cosa.

—Pero… había visto tus fotos, no, no eres tú, ¿dónde está la madre de la mocosa esta?

—Disculpe, ¿quién es usted? —interrogó Lana.

El guardaespaldas se acercó, de buena manera le pedía a Fermina retirarse, la mujer se negaba.

—Mira tú —lo miró de arriba abajo—. No pienso irme de aquí hasta hablar con la madre de la mocosa esta…

—No sé quién eres, pero no te atrevas a volver a llamar a mi hija, de ese modo —dijo Violet poniéndose al frente.

—¡Tú! —Fermina se quedó asombrada, su sonrisa se borró de sus labios.

—¿Con qué autoridad se atreve a menospreciar a sí a mi hija? Es una bebé, ¿está usted bien de la cabeza?

—Yo… yo soy la mujer de Ignacio, al hombre al que le quieres meter a la mocosa esa.

Violet levantó la mano, apretó en el aire su puño, contuvo su intención de abofetearla.

—Lana, retírate al auto con mi hija, por favor, por qué si está dizque, señora, vuelve a tratar de ese modo a mi hija, voy a dejarla con menos pelos del que tiene… Sí, señora, se le notan las canas, ¿usted es a lo que Ignacio llama mujer perfecta, mujer madura?

Lana se retiró rápidamente.

—Estúpida niña, a mí no vas a faltarme al respeto, no siendo una aparecida, una vulgar, desnudista, una mujer sin escrúpulos capaz de embarazarse de un hombre comprometido, una… Solo venía a ver con mis ojos a la bastar…

—A mí refiérase como le venga en gana —dijo Violet después de abofetear a la mujer—. Pero no insulte a mi hija, es una bebé, no puede defenderse de locas como usted.

—Estúpida, interesada, esto te va a salir muy caro, vete despidiendo de tu trabajo con Ignacio y olvídate que voy a permitir que le metas a esa moc… a esa niña, sobre mi cadáver.

Violet empezó a reírse.

—¿Meterle? Creo que se equivoca, fue el quien me la metió a mí, y si no es ciega puede ver que lo hizo bastante bien, ¿se ha dado cuenta, verdad? ¿Es idéntica a él, como pretende cambiar y negar eso?

Fermina permaneció en silencio, miró airada a Violet, no tenía que argumentar, había reconocido, desde antes de saberlo, el parecido de Salomé con Ignacio.

Sin decir nada pretendía marcharse.

—Señora, antes de que se vaya, no se preocupe, no le diré a su esposo lo que, como mujer adulta, y madura, acaba de hacer, puede estar tranquila, su esposo no me interesa, solo le voy a pedir que no vuelva a referirse de ese modo a mi hija, ella no tiene la culpa, comprendo su molestia y entiendo su posición, per…

—Ridícula igualada, ahora te salí a deber, has lo que te apetezca, ¿qué se puede esperar de una cazafortunas sin futuro como tú?

—Lo estoy intentando, señora, de verdad estoy intentando ser sensata y comprensiva, sé que no es fácil, pero no voy a tolerar que me falte al respeto.

—El respeto te lo faltaste tú, cuando decidiste meterte con un hombre comprometido, ¿A qué viniste aquí? No puedes negarlo, eres una descarada, trepadora, pero tus planes no se darán, eso puedes tenerlo por seguro, con Ignacio no vas a lograr nada, no le gustan las mujeres como tú, corrientes.

Violet suspiró y bajó la guardia.

—Eso es algo que debe explicarle su esposo. Señora, no le voy a negar que Ignacio es un hombre muy atractivo, pero no es el único, hay muchos hombres ahí afuera, también atractivos, mi único enfoque es mi hija, y no busqué a su esposo, no sabía que … No tengo por qué explicarle nada, que lo haga él, esta vez se la paso, es evidente que desconoce como sucedió todo, pero espero que sea la primera y última vez que se refiere así a mi hija, que me falta al respeto, que se atreve a perturbar mi tranquilidad sin argumentos lógicos. No tengo nada con su esposo, no soy el tipo de mujer que cree, veo que al igual que su esposo no parecen haber tenido juventud, deberían visitar un psicólogo.

—No perderé mi tiempo contigo, solo quería conocerte, dejarte claro tu lugar, saber que clase de mujer eras y vaya que no me equivoqué.

—Ok, señora, tengo que irme, y no se preocupe, no es para lo que seguramente su cabeza de mujer madura, adulta se imagina. Si gusta puede venir con nosotros, eso sí, si promete no rebajarse a insultar a una bebé cuyo único deseo es contar con el cariño de su padre.




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