Papá es el jefe

Capítulo 15.

Ignacio pretendía salir, pero una llamada a su teléfono lo detuvo, era Simón, Fermina había llamado, diciendo que Violet era una mala mujer, que solo buscaba la fortuna de Ignacio, este quería asegurarse de que Ignacio hiciera bien las cosas.

Ignacio lo había escuchado como habitual, teniendo en cuenta sus consejos, aunque a la final nada influía en sus decisiones, dejó la llamada, recibiendo una más de Richard, fue informado el proceso para reconocer legalmente a Salomé, ya estaba tramitado, solo debían presentarse a gestionar.

Ignacio caminaba a la salida, en tanto hablaba por teléfono, al llegar dejó la llamada, al ver a Violet descender del auto con Salomé en brazos.

Esbozó una sonrisa, y caminó hacia ellas, la pequeña, al verlo, empezó a llamarlo, extendió sus brazos.

—Buenos días, Ignacio, lamento haber llegado tarde, se me presentó un inconveniente.

—Buenos días, no es problema, Violet, ¿está todo bien con Salomé? ¿El inconveniente fue con ella?

Ignacio la sostenía contra su pecho, hablaba con su atención puesta en la pequeña que buscaba acomodarse.

—¿Te alegra verme? —inquirió en voz baja.

Salomé levantó el rostro y le sonrió.

—Papá —le tocaba el rostro, la nariz, parecía analizarlo.

—El problema no fue con ella, fue un asunto personal, pero me iré ahora mismo a cumplir con mi labor, Ignacio me gustaría que pudiéramos hablar después.

—Por supuesto Violet, Lana y yo nos haremos cargo de Salomé, también tengo algunas cosas de las que me gustaría hablar con usted.

Lana inconforme, le susurró a Violet que le dijera a Ignacio lo ocurrido, Violet dijo que no era momento.

—No te preocupes, se lo diré, pero antes me gustaría saber si él le explicó, debo entender a la mujer perfecta esta, es algo que, a cualquiera con una vida y relación estable, pone colérico. Además, después de que no se meta con mi hija, no veo lo complicado, seguramente no está tan segura de su hombre.

—Con una joven como usted como competencia, ninguna mujer lo estaría, Violet.

—No digas tonterías, Lana, solo quiero que mi hija disfrute de su padre, la mujer no debe preocuparse por mí, aunque créeme si se pone muy irritante le haré pensar que tiene la razón.

Las mujeres seguían a Ignacio, hablando en voz baja, él disfrutaba de una conversación en la que no comprendía nada, pero que disfrutaba con los extraños términos que Salomé apenas intentaba emplear.

Habían llegado al estudio fotográfico. Ignacio intentó poner a Salomé en brazos de Violet, para que pudiera despedirse, pero ella se negó aferrándose a él, obligando a Violet a acercarse.

—¿Así que no eres ninguna gata trepadora? —inquirió Fermina acercándose.

Ignacio se quedó asombrado.

—Hola señora —saludó Violet con tranquilidad.

—No me dirijas la palabra, gata igualada.

—Basta Fermina, no la trates de ese modo, respeta si quieres que lo hagan contigo, ¿dónde está la mujer sensata que eres? ¿No te das cuenta de que hay una niña presente? Tú y yo vamos a hablar, ve a mi oficina, Violet vaya a su labor, por favor.

—Mi hija —dijo Violet extendiendo sus brazos.

—Puedo hacerme cargo de ella, como había sido acordado.

—No, de ninguna manera, usted tiene que hablar con su esposa y no permitiré que mi hija esté presente, en una conversación de dos adultos tan maduros.

Fermina la miró con desprecio.

Salomé se negó a dejar a su padre, pero Violet insistió, la pequeña empezó a llorar llamando la atención de los presentes y empleados. Ignacio no toleró escucharla llorar.

—Vamos a mi oficina, Fermina. Michael, por favor, retrasa un poco más la sesión de fotos y lleva a las señoritas al área de descanso, pones todo lo que necesiten a su disposición. Todos los demás, a sus puestos, aquí se les paga por trabajar.

Ignacio caminó rápido y con molestia, seguido por Fermina del mismo modo.

—Es increíble Ignacio, dices que la mujer esa no te gusta, ¿crees que no me di cuenta de cómo la miras?

—¿De qué hablas Fermina?

—Deja de hacerte el inocente Ignacio, sabes que tengo la razón, te gusta esa mujer, por eso estás dispuesto a hacerte responsable de la mocosa esa.

—Fermina, no te atrevas a llamarla mocosa de nuevo, su nombre es Salomé, sabes, creo que tienes razón, lo mejor es que lo nuestro quede en una simple amistad, lamento que tenga que ser así, pero sí para estar contigo, tengo que elegir, voy a hacerlo por ella, una y otra vez, mujeres, Fermina, mujeres hay muchas, no deseaba ni elegí ser padre, no pretendo tener más hijos, pero ella existe, me eligió y estoy dispuesto a hacer lo mismo, creo que pedirte una oportunidad fue un error.

—¿De qué estás hablando, vas a dejarme por un par de aparecidas?

—Me dejaste tu Fermina, comprendo que su aparición cambia muchas cosas, pero es una bebé, no puede hacerte ningún daño, los adultos somos nosotros.

—No busques justificar tu hipocresía y cobardía Ignacio, sé, yo sé que hubieras reaccionado igual, estás dejando lo que teníamos, por una niña que no conoces, no puedes haber cambiado de parecer de un día a otro, no hace ni una semana que la tratas, a menos claro que todo esto sea un teatro, eso de que no te gustan los niños, y su madre, su madre es una joven, ¿cómo pretendes justificar eso, que vas a decirle a los medios?

Ignacio caminó rascando su barbilla.

—No me importa lo que asuman los medios, no les debo explicaciones, en cuanto al tiempo, no tengo una explicación, Fermina me gusta el sentimiento que me genera verla, saber que… saber que soy su padre, la ternura que… Lo siento Fermina, pero lo mejor es que nos demos un tiempo, que tu molestia pase y si eso pasa y crees que puedas estar a mi lado, sabiendo que voy a elegirla a ella por encima de todo, eso sería agradable, pero si no, quiero que sepas que lo siento, que te agradezco el tiempo y amor de tu parte recibido, y perdona si te fallé.

—¿Es lo que quieres, Ignacio? ¿Quieres dejar lo nuestro, y elegirlas a ellas?




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