—Lo sé, Ignacio, es la costumbre, sé que es nuestra hija.
—Está bien, Violet, acostúmbrese rápido.
Le sobó la espalda a Salomé en brazos de Violet.
—Ignacio puede irse, Salomé estará bien y le avisaré lo que informen los médicos.
La miró con el ceño fruncido.
—¿Irme? ¿Se está escuchando Violet? Como puede ser tan inconsciente de pedirme que me vaya cuando mi hija está enferma.
—No, no lo malinterprete, lo digo por su esposa, debe entender que esto también le afecta a ella, Ignacio no es fácil el cambio que dio su vida.
—Lo sé, Violet, más que nadie lo sé, pero nadie lo planeo, mi relación con Fermina en adelante será solo de amigos. Mi hija está y estará primero que todo, espero que se recupere pronto, a mi padre le gustará conocerla, Violet quiero que quedé claro que mis problemas con Fermina son solo nuestros, no tiene por qué afectar nuestra relac… la relación con mi hija.
—Solo decía, Ignacio, quiero que mi hija esté bien, y aunque me alegro de que tenga su figura paterna, no quisiera que haya problemas.
—Los adultos somos nosotros, haré lo que esté en mis manos para que ella esté bien, créame.
Violet sonrió amable.
—¿Puedo cargarla? —pidió sumiso y extendiendo sus manos.
—Por supuesto, no puedo negarme.
Violet la puso en los brazos de Ignacio. Bastaron unos minutos para que se despertara.
—Hola mujercita —le tocó la mejilla y Salomé sonrió.
—Hola princesa, mami, está tan feliz de verte bien —extendió sus brazos y Salomé se negó—. Volveré, iré a preguntar si le puedo quitar el respirador y a pedirle a Mariska ir a casa, ya que usted se quedará, Ignacio.
Violet no se sentía capaz de dejarla, pero hizo un esfuerzo, decidió confiar.
—Vaya, Violet, tiene que aprender a confiar, va a estar bien, lo prometo.
Ella sonrió y dejó un beso en la frente de Salomé, misma que intentaba quitarse el inhalocamara pediátrico que Ignacio le sostenía.
Antes de que Violet saliera, entró la enfermera, indicó podía retirárselo, le dio indicaciones por si pretendían alimentarla.
Preguntaron por los exámenes, debían esperar, la enfermera pretendía salir después de comprobar la mejoría de la pequeña
Violet se quedó en silencio, Ignacio le entregó a Salomé, para hablar con la enfermera, no consiguió saber mucho, debía esperar los resultados de los exámenes, regresó para cargar a Salomé.
—Hola, hola —saludó Mariska—. Hola princesita, me alegra tanto que estés bien.
La mujer intentó tocarla, Salomé se recostó en el pecho de Ignacio.
Levantaba su rostro para sonreír, Ignacio orgulloso la mecía en sus brazos.
—Papá lamenta que hayas heredado sus males, te voy a cuidar, mujercita.
—Papá, papá —lo observó unos minutos y se volteó para buscar a Violet.
—Mariska amiga ve a casa, te agradezco mucho la ayuda, debes descansar para atender tus asuntos, Ignacio se quedará, te avisaré cualquier novedad, ¿Ignacio, le importaría acompañarla? Me quedaré con Salomé. Mariska, lleva mi auto —extendió la mano con sus llaves, la mujer se acercó para despedirse de ambas.
—Volveré en unos minutos, mujercita —le dio un beso en la frente, Salomé lo miró entretenida, pero sin extender sus brazos.
Ignacio salió acompañar a Mariska, la mujer caminó a su lado, en silencio por unos minutos, con sus brazos cruzados por el frío, miró al rostro del hombre.
—Me alegro de que haya aceptado y puesto como prioridad a Salomé, Ignacio, tengo una pregunta, ¿por qué eso de no gustarle los niños, ni las mujeres jóvenes?
El hombre la miró, con ambas manos en sus bolsillos, caminando imponente al lado de Mariska, esbozó una pequeña sonrisa ladeada que no aclaraba nada.
—¿No va a responderme, Ignacio? Es que tengo curiosidad, lo veo muy enamorado de Salomé, para creer que no le gustaban los niños.
—Tal vez solo me agrada mi hija —la mujer lo miró extrañada—. No, no es cierto, pero no lo sé, ella, esa mujercita se ha robado mi corazón de un modo que no entiendo, ni puedo explicar, solo sé que siento la necesidad de protegerla, de saber que está bien, me genera una alegría inexplicable.
—¿Y la madre?
—¿La madre que, Mariska?
—¿No se robó su corazón, como lo hizo Salomé?
Sonrió y la miró negando con la cabeza.
—Violet es una joven muy hermosa, debo decir y reconocer que, como mujer, joven y madre, ha superado mis expectativas, sin embargo, no me importa del modo en que seguramente usted me está cuestionando, Mariska.
—Claro, lo olvidaba, ser una mujer joven es un pecado, para usted, lo que me lleva a insistir con la pregunta, ¿por qué no le gustan las mujeres jóvenes? Tengo entendido que los hombres maduros las prefieren.
—Soy la excepción, sin una razón especial, ya debe haber leído mis motivos, Mariska, es algo que todos saben sobre mí, ¿ella no se lo ha dicho?
—¿Quién, Ignacio, a quién se refiere?
—¿Violet, no le ha hablado de mí, de lo que se dice?
—No, Violet no me ha hablado de usted, solo sabía que era el padre de Salomé, pero eso es todo, no dijo mucho —mintió y la reacción del hombre le causó gracia—. A decir verdad, hubiera creído que a usted le gustaría Violet, si ya tienen una historia, en vista de que es su tipo, maduro y atractivo, como los tipos con que la he visto salir.
Mariska se marchó con una amplia sonrisa al ver el rostro de sorpresa de Ignacio, quien se quedó pensativo.
Ignacio decidió comprar un café para Violet, unas galletas integrales.
Violet estaba feliz hablando con el doctor, quien le había revelado, que se había debido a un ataque asmático, feliz de que la pequeña no padecía un mal adicional, abrazó al hombre justo cuando Ignacio entraba a la habitación.
—¿Interrumpo algo? —carraspeo con la mandíbula tensada al verla abrazar al doctor.
—Ah, hola Ignacio, no, no, es solo que estoy muy feliz, Salomé no padece más que el asma, sé que sigue siendo malo, pero es aliviador que no sufra de algo más.