Papá es el jefe

Capítulo 22.

—Es la madre de mi hija y eso me da derec…

—No, no me haga reír por favor, ¿le da derecho a que Ignacio?

Él frunció el ceño.

—Ignacio, ¿por qué le importa a quién le doy mi número y con quién salgo?

La miró y carraspeó para aliviar la tensión.

—No, no es eso, no lo malinterprete, es solo que no quiero que mi hija tenga un padrastro, no sabe que intensiones tengan y…

—Y nada, Ignacio, jamás pondría en peligro la vida de mi hija, no sería la primera vez que salgo con alguien, no presentaría a mi hija con nadie que no esté dispuesto a respetarla, protegerla, o como mínimo a saber que es lo más importante en mi vida, por el momento solo busco placer, el cuerpo lo necesita, ¿si lo sabe verdad?

La miró contrariado y con el entrecejo fruncido.

—¿Con placer se refiere a meterse a la cama de un desconocido, Violet?

Ella empezó a reírse.

—¿Es la mejor manera de conocerse, no cree, Ignacio? —ella sonrió sarcástica.

—No le veo lo gracioso y de ningún modo permitiré que la madre de mi hija se vaya con cualquiera a la cama.

La miraba autoritario.

—No sea anticuado Ignacio, para llegar a ese paso, por lo menos me aseguro de tener un par de citas, pero sí, solo busco placer y no creo que eso sea malo, si le preocupa el bienestar de Salomé, descuide, jamás permitiría a un extraño conocer a mi hija, a menos que pase de la etapa de placer a algo serio, que cumpla los requisitos.

—Es la madre de mi hija, no voy a permitir que se meta a la cama de cualquier tipo, Violet.

—¿Por qué no? ¿Acaso usted va a atenderme en ese sentido? —Violet se acercó tanto que lo puso nervioso—. No tema Ignacio, respeto a los comprometidos, solo jugaba con usted.

—Soy un hombre soltero —se apresuró a decir.

—En fin, no es mi asunto, también podría decirle que no quiero que mi hija tenga una madrastra, pero no es mi asunto con quien se mete, a quien lleva a su cama, Ignacio.

—No soy el tipo de andar con una y con otra, mi vida sentimental, amorosa… siempre ha sido muy organizada.

—¿Incluso la intimidad? —se acercó para preguntar en voz baja, poniéndolo nervioso de nuevo.

Ignacio tragó grueso y la miró morder sus labios.

—¿Qué aburrido Ignacio, como lleva una vida así?

—Mi vida no es aburrida, Violet, es ordenada, no me llevo a cualquier a la cama y mucho menos me acuesto con extrañas, como veo que usted hace.

—Cuando es necesario, sí, no puedo comprometerme solo para tener placer, pero no es que lo haga con frecuencia, uso juguetes, hacen un excelente trabajo, ¿si sabe cuáles son?

—No soy un novato Violet, tampoco un anticuado como cree, tal vez no…

Se quedó en silencio.

—¿Tal vez no, que Ignacio?

—Nada Violet.

—No sea malo, termine lo que iba a decir.

—No era nada importante, pero… creo que si le hice una hija, no fue precisamente por ser un anticuado, Violet.

—Eso no cuenta, me está dando la razón, además de la manera extraña en que pasó todo, éramos dos extraños Ignacio.

—No importa sus puntos, no voy a permitir que sus aventuras afecten el bienestar de mi hija.

A Violet le causó gracia, pero no quiso discutir algo a lo que no le veía sentido.

—No es mi padre Ignacio.

—Ni quisiera serlo, Violet.

—Muy cascarrabias —murmuró ella.

«Dormir con otro hombre, con un extraño, eso sobre mi cadáver» pensó en tanto la veía hacerle cariños a Salomé.

Violet se puso de puntillas, Ignacio se puso nervioso de nuevo, sus rostros habían quedado relativamente cerca, ella le sonrió, Ignacio se retiró de inmediato, confundido por lo nervioso que la cercanía de Violet lo había puesto.

Aun con Salomé en brazos, la vio rascar sus ojos y supo que tenía sueño, Violet informó, ya le había dado de comer, este se sentó y empezó a mecerla, logrando que se quedara dormida.

Ignacio la dejó en la camilla, Violet lo miraba algo somnolienta.

—Pospondremos la sesión de hoy, tómese los días que necesite, la salud de Salomé está primero, no es bueno llevarla a la empresa, buscaré el modo de cubrir el retraso de la campaña, en tanto se adecua el lugar para que ella pueda estar sin exponerse.

—Gracias, es muy importante para mí, que piense en ella.

Se quedaron en silencio, Violet se acercó, dejó un beso en la cien de Salomé, la cubrió bien y regresó a sentarse.

 Ignacio intentó ignorar la manera en que Violet sonreía, mientras parecía chatear en su teléfono, pero no tuvo éxitos.

—¿Por qué le gustan los hombres maduros, Violet?

Ella lo miró y negó con la cabeza al tiempo que sonreía.

—Tengo razones, así como usted las tiene para no gustarle las mujeres jóvenes, ¿qué irónico, no cree, Ignacio?

—¿Qué le parece irónico, Violet?

—Que siendo polos opuestos tengamos una hija, sabe, es frustrante no saber cómo fue que ocurrió todo, mi amiga Franyely, dice no haber visto que fui drogada, ella me aseguró que… Olvídelo, no tiene importancia.

—Yo no, Violet no abusé de usted, lo aseguro, creo que es un punto a mi favor, el que no me gustaran las jóvenes, al igual que usted no sé qué ocurrió, vi a un joven poner algo en su bebida y a la chica llevárselo.

—¿Una chica? ¿Ignacio, usted recuerda como era ella? Por cierto, dijo que no le gustaban, ¿ya le gustan las jóvenes?

Tragó grueso, y la reparó con su mirada, ignorando esa pregunta, procedió a describir a la chica que recordaba, Violet se levantó de inmediato, no podía creer lo que Ignacio decía, aquella se trataba de su para, entonces mejor amiga, no tenía sentido lo que él decía.

—Debe haberse confundido, Ignacio no lo quiero culpar, ¿pero como es que usted tampoco lo recuerda, si no estaba drogado?

—No suelo beber y esa noche, yo bebí tanto que perdí el conocimiento, eso lo puede confirmar Simón, estaba conmigo, Violet no recuerdo mucho, pero le aseguro que la joven que describo, recibió la bebida, para después ponerla en sus manos.




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