Papá es el jefe

Capítulo 31.

Ignacio ingresó al interior con una sonrisa en el rostro, siendo seguido por Violet, quien aún seguía preguntándose que se habría consumido el hombre que había asumido esa actitud.

Ignacio caminaba con Salomé en brazos y con toda la seguridad de que haber hablado con ella del modo en que se sentía había sido sin dudas una buena decisión, del mismo modo Fermina pensaba que haber entregado la campaña a la competencia y vigilar la cita de Zaid había sido una buena estrategia.

—Hola Violet, ¿quieres que te ayude en la recolección de los juguetes? —inquirió Mariska al verlos en la sala.

La mujer tuvo que repetir la pregunta, Violet estaba tan pensativa que no prestó atención, Ignacio al ver el modo en que lo miraba, sonrió al imaginarse lo que pasaba por su mente.

—Está bien, te agradezco, pero no es necesario, por hoy solo necesito que me ayudes con Salomé.

Violet se fue a la habitación, Ignacio no pensó, y la siguió con Salomé en brazos, la encontró caminando de un lado a otro.

—¿Se encuentra usted bien, Violet? —preguntó y se acercó a ella con una mirada coqueta.

Salomé empezó a reclamar su atención.

—Sí, si me encuentro bien, solo pensaba en que está pasando hoy con usted, ¿cree que sea confiable dejar a mi princesa con usted en este estado?

—¿Tanta impresión le está causando que haya sido honesto? ¿Violet por qué le da tanta importancia? Es simple, tenemos una hija y nos gustamos, no tiene por qué actuar así.

—No, en realidad no, solo me preocupa, creo que está ignorando lo complicado que podría resultar esto.

—No debería, somos adultos, Violet.

Ella se retiró, nerviosa al ver que Ignacio se acercó.

—Ok, tiene razón, no debería darle importancia, supongo que entenderá y respetará mi decisión.

Él la miró y sonrió.

—¿Respetar su decisión? ¿A qué se refiere Violet?

Se acercó un poco más a ella.

—Ignacio, creo que lo mejor es que dejemos el tema.

—Siempre tengo lo que quiero Violet, pero no debe preocuparse, puede ir a su compromiso con el doctor.

Ella rodó los ojos.

—Me gusta cuando hace esos gestos Violet.

—¿Podría dejarme sola, por favor? Necesito ducharme.

—¿Pensará en mí cuando lo esté haciendo?

Violet suspiró.

—No tengo porqué, por favor, déjeme sola y si necesita ayuda con Salomé puede pedir a Mariska que la ayude en lo que yo salgo.

—Puede meterse a la ducha, le prometo que no la espiaré, estaré aquí con Salomé, respetaré su espacio, cuando se esté vistiendo, nos saldremos de la habitación.

Violet negó con la cabeza, se acercó a Salomé, quien la apartó de nuevo.

—Solo voy a darte un beso, puedes quedarte a tu padre, no me interesa.

Ella logró darle el beso y pretendía marcharse, él se lo impidió, alcanzó a sujetarle la mano.

—¿Así que no le intereso? —cuestionó cuando ella se giró y lo miró.

—¿Ignacio está seguro que no se tomó algo hoy?

Él la miró sonriente.

—Desearía recordar esa noche —dejó un beso en la frente de Salomé—. Quisiera tener los recuerdos de cuando la hice mi mujer.

—Ignacio, por favor, no siga con esto.

—Está bien Violet, ¿cree que pueda invitarla almorzar mañana?

—No, Ignacio, lo siento, me gusta Zaid —respondió ella de inmediato y tratando de huir.

—Debería agradecer que tengo a Salomé en brazos Violet. Le demostraría lo pésima que es mintiendo. Vaya a ducharse.

Ella cerró los ojos y suspiró. Ignacio la vio caminar a la ducha y deseó tener recuerdos de esa noche en que la había hecho su mujer.

Salomé empezó a balbucear palabras, Ignacio salió de la habitación y se dispuso a jugar con ella, bajo la mirada de Mariska.

Pensando en cómo lograr que Violet dejara de considerar darse una oportunidad, algo descabellado.

Miró a Salomé, y no le quedaron dudas de que las deseaba en su vida.

«Tenías razón padre, me dejaré de prejuicios, sin entenderlo te he presentado a mi familia, mi mujer y mi hija»

Sintiéndose como un adolescente por haberle contado sobre sus sentimientos, atendía llamadas de Liana, mientras era usado por Salomé, quien empezó a poner sus juguetes sobre el cuerpo del hombre acostado sobre su espalda.

Ignacio dejó las llamadas y respondía mensajes con compromisos no muy importantes, su campaña más importante estaba en manos de Violet, a quien no había preguntado sobre esta, pero que no le preocupaba en lo más mínimo.

Empezó a pensar mientras respondía sus mensajes y llamadas, que estaba cambiando en gran manera, el trabajo ya no era lo que lo motivaba a despertarse y mucho menos ocupaba sus pensamientos y tiempo al cien por ciento.

Seguía sobre el tapete de Salomé, sonriendo a carcajadas, robándose la atención de Mariska,

Quien vio a Violet acercarse, y sonrió al imaginar la reacción de Ignacio al verla, se quedó mirando en la dirección en que estaba él con Salomé.

—¿Les importaría ayudarme a bajar los juguetes? —preguntó Violet en tanto metía sus pertenencias a su bolso.

Ignacio inclinó la cabeza y al ver su atuendo se sentó de inmediato.

La miró y apretó la mandíbula. Se aseguró de que Salomé estuviera en un buen lugar y se acercó a Violet.

—¿No pretende irse vestida de ese modo, verdad?

—Supongo que Zaid me preferiría desnuda, pero sí, me iré así.

Ignacio apretó la mandíbula de nuevo, la miró fulminante, deseando ordenarle se cambiara el atuendo, pero no tenía motivos, sus celos tóxicos no eran suficientes.

—¿No le importa que esté celoso?

—Esto no es divertido, Ignacio.

—No, no lo es, Violet, ¿cree que me parece divertido que vaya a verse con otro hombre, vestida de ese modo?

Ella lo ignoró.

—¿Me ayudará con los juguetes, Ignacio?

Él suspiró y asintió, Violet recogió otra parte y Mariska a Salomé, quien empezó a llorar al asumir Ignacio se iría.

Mariska tuvo que seguirlos, Ignacio dejó las dos cajas, Violet se acercó para dejar la tercera, eran cajas grandes, pero livianas.




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