Violet le pidió descorchar la botella, mientras ella buscaba las copas, estando en la cocina, se limpió un poco, se sintió incómoda, y sin que Ignacio, quien con la botella en mano miraba a Salomé, se percatara, se fue a la habitación.
Se puso un vestido, rápidamente se puso humectante en los labios, se dio suaves golpecitos a sus mejillas, consiguiendo un ruborizado natural. Sin fijarse que, apoyado al marco de la puerta, Ignacio la miraba, intentando comprender como se había robado su corazón, su atención y latidos tan pronto.
—Estaba bien, pero ahora se ve mucho más preciosa, Violet, el rojo le va muy bien.
Ella soltó el humectante y nerviosa se justificó.
—Estaba lavando las copas y me he mojado, solo vine a cambiarme.
Él sonrió y ella procedió a salir de la habitación, seguida por él.
Sentados frente a la cuna de Salomé, disfrutaban de una conversación, que Violet mantenía laboral, ante sus nervios, y que Ignacio quería convertir en personal, él hacía preguntas que ella se limitaba a responder.
Mariska salía de la habitación a buscar a Violet, al ver la situación, se acercó, ofreció hacerse cargo de Salomé y estos se fueron a la terraza. En donde estuvieron un par de horas, habían hablado de temas personales, Ignacio no perdió oportunidad para hablarle de sus dudas con respecto a su amiga, Violet no dijo mucho, quería escuchar lo que ella tenía por decir.
Entre miradas coquetas y sonrisas, la noche avanzaba, hasta que se escuchó el llanto de Salomé, decidieron entrar con un poco menos de media botella del vino.
—¿Puede por favor ir con ella en lo que yo le preparo un poco de suplemento? Debe tener hambre, se durmió temprano.
Ignacio asintió, entró a la habitación, Salomé se calmó al verlo y extendió sus brazos, Mariska se despidió y salió de la habitación.
Ignacio hablaba con Salomé, quien se había tranquilizado y parecía disfrutar de la presencia del hombre, Violet había entrado, la alimentó, Ignacio se había retirado cuando Violet empezó a cambiar el vestuario de Salomé.
Habían pasado un par de horas, ellos hablaban, intentaban dormir a Salomé, pero ella se negaba a dormir, Ignacio debía irse, pero Salomé se negaba a dejarlo ir, había empezado a llover, las energías de la pequeña parecían haberse multiplicado.
—Amor, ven, Salomé, tienes que permitir que papá se vaya, tiene que descansar, debe trabajar.
—Hablando de descansar, Violet, a mi padre le fue negada la salida, el centro es el mejor y me gusta que se tomen en serio a sus pacientes, sin embargo, he conseguido poder visitarlo por tiempo más prolongado y me gustaría que permita que Salomé se sume a estas visitas.
—¿Solo Salomé? Se suponía que íbamos a ser una familia ante él, a menos que le moleste mi presencia ante su padre.
—Nada me gustaría más, creí que no estaría interesada.
—¿Por qué no? Su padre me agradó, y sería lindo por Salomé.
—Su suegro Violet —dijo y la miró sonriente.
—Veo que está de buenos ánimos, Ignacio puede usarlos para dormir a Salomé.
Él estuvo de acuerdo y decidió quedarse a jugar con Salomé, hasta que se quedó dormida, actuando protector la acomodó en la cuna, revisando que todo estuviera bien, le sobó la espalda y la miró impresionado por lo mucho que sentía quererla.
—No puedo entender después de esquivar, evitar y renegar tanto de los niños, especialmente de las mujercitas, como puedo verla y sentir esta alegría inexplicable.
Violet sonrió.
—Me pasa lo mismo con usted Violet, me siento diferente, es un sentimiento que no logro explicar, pero siento que estoy en la dirección correcta, ¿le ha pasado?
—No Ignacio, no me he enamorado, ni conocido a nadie que me haga sentir así, he salido con hombres por placer, nada serio, mi tiempo ha sido de mi hija.
Él sonrió mientras se acercaba, ella retrocedió al ver lo que hacía el hombre.
—¿Cree que pueda lograr hacerla sentir de ese modo? —le recogió el mechón de cabello en su rostro—. Se ve preciosa con el cabello recogido, Violet, tiene unos labios… me cuesta mucho contenerme.
Violet nerviosa buscó excusas para alejarse de la cercanía del hombre.
—Parece que será una noche lluviosa, puede quedarse en la habitación de Lana, si gusta, no creo que pueda conducir con la tormenta así, Ignacio.
—Podemos compartir su cama, soy un caballero, no la tocaré, a menos que quiera usarme para mitigar el frío o con algún otro objetivo.
Ella sonrió.
—Tal vez podamos, pondré unas almohadas, usted dormirá de un lado, yo del otro.
Él asintió, se quitó los zapatos y se incorporó del lado derecho de la cama.
Violet se metió al baño, retiró su maquillaje, usó una pijama de pantalón largo, camisa, se metió al lado libre.
—Bonita madrugada Ignacio.
—Dulces sueños, Violet.
Ignacio había cerrado los ojos, intentaba dormir, pero no conseguía hacerlo, pensativo, se giraba de un lado a otro.
Violet tampoco había podido dormir, pero permanecía en su lugar. Ignacio se giró de lado y se quedó mirando la espalda de Violet.
Se acercó un poco y pudo sentir el aroma de su cabello. Violet escuchaba su respiración, cerró sus ojos con fuerza y el sonido de la lluvia logró dormirla.
Ignacio seguía despierto, se levantó siendo un poco más de las 1 de la madrugada, miró a Salomé, quiso marcharse, se acercó y miró a Violet con la poca luz que la lámpara al lado de la cuna de Salomé daba a la habitación.
«Carajos, tengo ganas de todo, menos de irme» pensó y dejó el celular que ya había recogido, con la intención de irse.
Se retiró la camisa y despacio, volvió a la cama, retiró las almohadas en medio de los dos y se acercó para abrazarla de cucharita.
Violet dormida se giró, Ignacio sonrió y se acomodó, Violet se le incorporó en el pecho y despertó de inmediato al sentirlo, Ignacio se fingió dormido.
—Qué apuesto es —murmuró Violet mirándolo, asumiendo estaba dormido—. Es una pena no recordar esa noche, aunque tengo vagos recuerdos, sería interesante recordarlo todo.