Papá Inmigrante

7.

DOMINIC

Esta vez la libré. 

Don Jerónimo no me despidió, pero si fue muy claro al decirme que si volvía a cometer la imprudencia de llevar a mi hijo al bar, me echaría a patadas a la calle sin ningún tipo de contemplaciones.

Un padre irresponsable llevando a su hijo a un bar, no es la imagen que según él quiere darle a su negocio.

Yo más bien pienso que si no me despide es porque al hacerlo se estaría arriesgando a perder varias de sus clientas, que como ya dije antes, frecuentan el bar solo para verme.

Sea como sea, debo sentirme agradecido por no perder el trabajo ya que bien o mal el sueldo que me paga más las propinas que me dejan me ha ayudado a sobrevivir estos meses.

Ya resuelto este tema ahora solo tengo que conseguir un lugar donde quedarnos, el arrendatario me dio unos días para buscar otro lugar pues tienen que desmontar el edificio para entregárselo a su nuevo dueño.

Espero encontrar algo pronto, que no sea muy costoso y que sea un lugar tranquilo para Tony.

Mi hijo, mi pobre hijo.

¿Cómo se la estará pasando con Sasha?

Ella no me ha llamado y no sé si deba verlo como una buena señal.

Esperaba que a estás alturas me llamara para decirme que Tony le a hecho alguna travesura cruel como a su antigua niñera.

Antes de cruzar la calle volteo a mirar detrás de mí, llevo rato sintiendo que alguien me sigue. Al no ver nada raro, termino de cruzar y entro al edificio.

Lo primero que noto al entrar a mi apartamento es que está impecable como si recién acabaran de hacer la limpieza.

—¡Sasha! ¡Tony! —exclamo, pero no hay respuesta.

Me acerco a  mi recámara y pego la oreja contra la puerta al escuchar sus risas.

Entre abro la puerta unos milímetros y entonces los veo.

Sasha y Tony están jugando en el piso.

Ella lo persigue imitando a un lobo hambriento y Tony intenta huir de ella gateando. 

Parece que se están divirtiendo mucho porque todo lo que escucho son sus risas.

Después de unos minutos, Sasha se deja caer de espaldas en el suelo, se ve realmente agotada como si llevaran un largo rato arrastrándose en el piso.

Tony la imita y también se acuesta de espaldas a su lado.

Me gusta tanto ver a mi bebé feliz.

—Veo que se divierten mucho —digo entrando a la habitación. Sasha y Tony posan los ojos en mí y luego se sonríen con complicidad—. Y además veo que el piso está muy cómodo.

Me acuesto a lado de Tony.

—Muy, muy cómodo —murmura Sasha.

Tony se levanta y se va gateando hasta estar junto a la mesita de noche de donde toma una hoja de papel.

—¿Qué tienes ahí, monito travieso? —me pasa la hoja.

—Bau, bau —pronuncia.

Miro el dibujo.

—Está bonito el pato —escudriño el dibujo desde diferentes ángulos, intentando encontrarle la forma. Sasha se ríe y Tony se queda mirándome raro.

—No es un pato es un perro —me aclara ella.

—Bau, bau —repite Tony.

—oh, pero claro, que lindo perro. Bien hecho bebé, lo voy a guardar para mostrárselo a los abuelos.

—Ababa, sí, ababa —dice aplaudiendo con sus pequeñas manitos.

Me enternece tanto que no puedo evitar dejar un beso tronado en su mejilla.

Nos quedamos viendo el dibujo por un par de segundos y luego Sasha empieza con las preguntas.

—¿Cómo te fue con tu jefe? —se levanta y se queda apoyada la espalda contra el filo de la cama.

 —Bien, de momento seguiré trabajando en el bar.

—Felicidades.

Sonrío.

—Veo que tú y Tony se llevan bien —en el fondo si tenía mis dudas, creí que tarde o temprano mi hijo mostraría ese lado rebelde con ella y que terminaría lamentando haberse ofrecido como niñera, pero no, Tony se a comportado muy bien y ella se ve más encantada que nunca.

—Es un niño lindo y muy educado —me sonríe amable.

Yo también sonrío por lo que dice, si lo conociera como su antigua niñera no opinaría igual. 

—Bien —supongo que ha pasado la prueba—. ¿Quieres ser la niñera de mi hijo por tiempo indefinido?

—Por supuesto, aunque ya me consideraba así.

—Pero ahora es oficial.

—Entonces sellemos esto —extiende su mano y yo la estrecho—. Será un placer trabajar contigo.

—Bueno que les parece si para celebrar preparo algo rico —propone.

—Me parece genial, avísame cuando este listo.

—No, no, no  —se levanta, negando con la cabeza—. Todos comemos, todos cocinamos y lavamos los platos al terminar. 

Pero si yo no sé ni freír un huevo, con esfuerzos aprendí a prepararle la mamila y una papilla decente a mi hijo.




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