Amanda Davis
—¿Qué tal está doctor? —mi voz se escucha rota, cansada por la falta de sueño y el malestar de estar en el hospital.
Desde el mismo momento en que mi niña entró a la casa comenzó con dificultad para respirar. Lennon, el paramédico que la atendió recomendó que la llevase de una vez al hospital junto a con la ambulancia porque su respiración estaba bastante acelerada, si bien pudo haber sido el susto también es probable que fuese el frío al que estuvo sometida por más de media hora sin calcetines, sin gorro, ni guantes.
—La fiebre está controlada y sobre todo la posibilidad de alguna infección pulmonar a causa de la exposición al frío —mi corazón sangra al escuchar al doctor —. Pero tenemos a nuestro favor que es muy fuerte y tiene muchísimas ganas de vivir —mis lágrimas bajan por mis mejillas pese a que sus palabras son de aliento.
—Eso solo quiere decir que el edema ha vuelto y está controlado —afirmo ante la desgarradora verdad.
—Así es Mandy, no obstante, tenemos una ventaja sobre él y es que, no lo dejaremos avanzar como la última vez —restriego mi rostro ante la realidad que estalla en mi cara, ella es todo lo que tengo y el miedo a perderla me desgarra el alma. Si se me va dudo que me reponga algún día.
Esto ha sido mi culpa, ha ocurrido porque no tuve corazón para decirle que no dibujara en el comedor, pero como mi preciosa niña tiene un instinto de supervivencia que no lo tiene nadie, cree que puede salvar a todos y prestarles ayuda a todos tal como hizo con ese hombre que aun siendo un completo extraño.
¡La última vez me dijo que quería ser bombera!
No sé cómo sentirme al respecto, ni siquiera puede ir a la escuela por el hecho de que debe estar a la intemperie y eso es imposible dada su condición. Tampoco he podido llevarla a los Estados Unidos para que le hagan un estudio a profundidad y saber si su condición tiene solo mejoría o sencillamente se puede erradicar.
Eso solo sucedería con un milagro.
Pero ella siempre está pensando en tener un papá. No la culpo al respecto, pero necesita comprender que, si no tiene uno es porque él no quiso estar con ella y nos abandonó a ambas. Es una realidad que le he explicado más de una vez, sin embargo, al parecer no desea entenderlo.
—¿Y la medicación? —le pregunto al doctor Desmond con la esperanza de que aún sirva la que en este momento estamos consumiendo.
—Será la misma por ahora Amanda, pero si la situación se pone crítica habría que cambiarla —no puedo evitar llorar con respecto a la situación que estamos viviendo en este momento.
Jenna se encuentra llena de ilusiones y esperanza respecto a una carta que le hizo a Santa donde le solicita que le traiga un padre. Creo que en este momento contar con alguien de ese modo sería una gran ayuda, pero como solo somos mi hija y yo entonces no puedo depositar esperanzas en nadie más.
—Bien —seco las lágrimas que brotan de mis ojos porque eso no me proporciona soluciones — tengo algo ahorrado, supongo que el momento en el que llegue la situación —entonces tendremos que resolver —hago amago de levantarme y el doctor me detiene con un movimiento de la mano.
—Amanda, cariño no llores sabes que estoy aquí para ti si tú lo quisieras… —arrugo las cejas y clavo la mirada en esos desagradables ojos verdes que tiene —conoces perfectamente mi interés en ti y yo creo que podemos arreglarlo —cierro los ojos controlando el genio que tengo y en este momento quiere explotar al sentirme humillada por este sinvergüenza —¡no lo sé! Quizá podríamos hacer algo juntos o simplemente…
—¿Acostarnos doctor? -descruzo la pierna para ponerme en guardia totalmente irritada e insultada por la proposición. Él abre unos ojos como platos —¡O claro que sí! Podríamos vivir un idilio usted y yo hasta que Mary Ann lo descubra entonces seamos un escándalo y ¿qué decir del daño a ella a su familia? Viejo verde —el hombre aprieta los labios y antes de hablar soy yo quien lo detiene —mi respuesta es ¡no! Me parece insultante que después de cuatro años de estar tratando a mi niña, no se haya dado perfecta cuenta de que no tengo ningún tipo de interés en usted, ni a nadie - me levanto de un salto de donde me encuentro sentada y antes de irme espeto casi en su cara —búsquese otra doctor porque yo no estoy disponible, prefiero trabajar para ganarme el dinero que voy a invertir en mi vida ¡Buenos días! —salgo del consultorio destruida y sin apoyo alguno pues me encuentro sola en el mundo con mi hija.
Nico acude a mí al ver la tristeza que me agobia por completo, me abraza fuerte y soy capaz de derrumbarme por un momento entre sus brazos, al parecer él es el único que entiende por lo que estoy pasando y que no desea aprovecharse de mi situación.
—Tranquila cariño saldremos de esto, te lo aseguro —expresa con su hermosa cara de niño y esa habitual sonrisa que están contagiosa —esa pequeña intrusa es lo más bonito que te ha pasado en el mundo.
Asiento sorbiendo por la nariz y luego tomando una respiración profunda para poder seguir adelante.
—Y hasta parece que te ha robado el corazón ¿Eh grandulón? —se carcajea con ganas y ya siento la fuerza para continuar.
—¿Y lo dudas? —niega y el cabello le roza la frente —Emma quiere ir a tu casa todo el tiempo, dice que cuando salga ve el hospital quiere hacer pijamada con Jenna, Rebeca y Pilar ¿Te imaginas? —disfruto de su cara de susto.