Papá por error

Capitulo ocho

Owen MacIntyre

¿Qué le sucede a la gente de este maldito pueblo?

Ese médico quiere retenerme acá en contra de mi voluntad y entonces esa pequeña loca me acosa como si fuese un espectro, además de alegar que: Santa me trajo hasta ella. Claro que nadie me dijo que ella misma ha sido la que me ha salvado.

¿Me ha salvado?

¡Uf!

Ya estoy volviéndome tan loco como todas las personas aquí. Menos mal que no conozco muchas de todas maneras, creo que no voy a poder levantarme de aquí en un tiempo, aunque siento ciertas molestias en las piernas y en la columna vertebral.

Necesito salir de aquí.

Pero ese médico no me da el alta.

Necesito mi teléfono para llamar a Nick y decirle que pase por mí, si me lleve a Estados Unidos estaré más seguro que entre este pueblo de locos, pero la única manera en que puedo hacerlo es ganándome la confianza de esa niñita tonta que jura y perjura que soy su padre.

En realidad, está bastante loca. Sin embargo, ahora que lo pienso mejor:

Ella puede conseguirme un teléfono o en su defecto encontrar el mío. Debo entonces, idear algo para que me ayude, el problema es que se fue llorando porque tengo la boca muy grande y antes de pensar en cualquier cosa, me dejé llevar por la ira y la frustración de estar metido en esta cama amarrado. Unos toques en la puerta me alertan.

—Buenos días señor MacIntyre, espero que haya dormido bien —el doctorcito entra, yo suspiro entrecortado porque necesito comenzar con el plan.

—Buenos días doctor —señalo el rótulo que tiene colgando en el lado izquierdo de la bata —Parker ¿cierto? —compongo mi mejor sonrisa, aunque me duela la cara, él afirma con la cabeza regalándome solo media.

—Así es señor es un placer para mí tratarlo —prácticamente habla con la mandíbula apretada no tan agradable como en otras ocasiones —si no le molesta necesito comenzar con el reconocimiento para determinar los avances —sí, la sequedad en su tono me avisa que se encuentra molesto por algo.

De seguro ya la tonta niña esa le fue con el cuento de que la grité, son una molestia todos, pero si quiero que mi plan funcione debo ser amable.

—Créame que el gusto es mío, quiero disculparme por haberme comportado como un desagradecido cuando usted lo único que ha hecho es tratar de que mejore mi situación de salud. Y entonces yo…

—Descuide señor MacIntyre, estamos para servirle y para que se mejore, todos podemos tener malos momento y no debe ser sencilla su posición de paciente en estas circunstancias —ahora se encuentra en modo profesional y me gusta más así que cuando pretenden ser amables solo porque tengo dinero.

—La niñita que me acompañaba, no se su nombre —levanta la cara de la historia que está escribiendo mientras chequea la máquina a la que estoy conectado.

—Jenna Davis, una preciosidad de niña. Está muy enferma —esa debe ser la locura que tiene, por la enfermedad —ella y su madre son las personas más amables que he conocido y desprendidas, además, de hecho, la niña está aquí porque cubrió esa herida que tiene en la en la frente con nieve para evitar que se desangrara como toda una heroína —abro y cierro la boca, totalmente desconcertado sin saber qué decir, es en serio que me salvó la vida.

—¡Dios, quisiera compensarla por ello! —lo veo apretar sus labios en una fina línea —me siento tan afectado y quiero ayudarla…

—Del modo que la gritó que se largara de la habitación, dudo que ella quiera siquiera considerar hablarle —expone ya no tan profesional.

¡Ok, lo admito! Me comporte como un idiota con la loquita enferma.

Ya está, lo dije, pero dudo que lo haga en voz alta. Necesito actuar de inmediato.

—Es —acomodo mi cara de victima —es… es que me siento muy nervioso porque no puedo levantarme de aquí —resopla bajito, pero yo lo escuché.

- si no supiera que va a escapar a la primera, y créalo o no, corremos el riesgo de que su columna no responda lo soltaría, pero como al parecer es algo inconsciente entonces prefiero mantenerlo así —inyecta el medicamento la solución y la vena arde - ¡Ah Por cierto! Una cosa más, somos uno de los mejores hospitales de la región, de hecho —sonríe con orgullo sin dejar de mirarme a los ojos y sin dejar de juzgarme —uno de los más completos porque contamos con equipo de tecnología de punta para ejecutar operaciones de cualquier índole —yo y mi bocaza, no lo culpo por ello.

—¡Okay! admito que me excedí un poco, pero…

—Escúcheme bien señor MacIntyre, siento mucho que no les agrademos de verdad, pero si me dejas hacer mi trabajo y al fisioterapista, podremos darle lo más rápido posible el alta para que se vaya a donde quiera estar —suspiro entrecortado porque tiene razón y he sido demasiado grosero.

—Lo siento de verdad, creo que he sido muy grosero, lo lamento y quisiera repararlo.

—¡No solo ha sido un grosero, sino que ha sido un verdadero patán con mi pobre niña que arriesgó su vida por salvarlo! —mis ojos se abren ante la mujer que escandaliza más que yo, pero que tiene un rostro de ángel que cautivaría cualquiera —. Es una lástima que haya gente como usted quien ni siquiera toma en cuenta el sacrificio de las personas a su alrededor solo porque tiene dinero —me he quedado sin habla, sin palabra alguna ante la belleza de esta mujer.




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