Amanda Davis
Camino tan deprisa que no veo a Nico y tropezamos, colisionamos en un intento de pasar por el mismo pasillo completamente distraídos por la premura.
—¡Ups! —se rasca la nuca al golpearme —lo siento mucho Mandy, estaba distraído —sonrío porque siempre parece el mismo niñito que conocí hace diez años.
—Y si no te apartas no podré pasar cariño, tengo que ira a ver a Jenna porque no voy desde que salí a trabajar —suspiro entrecortado, se que se encuentra muy bien cuidada, pero es mi bebé y no deseo dejarla sola tanto tiempo.
—Entiendo, Jim ha estado mucho tiempo con ella y la Dra. Branch también, yo he pasado dos veces por allá y cuando estaba desayunando platicamos un poco, veo que respira mejor —ahora respiro mejor yo también —te veo cansada, deberías ir a casa para descansar un poco —niego a sus palabras.
—Gracias por todo Nico, pero prefiero descansar aquí, junto a ella —niega con una preciosa sonrisa — se que hay personas aquí que aman a mi niña con todo el corazón, pero espero que comprendas mis palaras en cuanto a dejarla sola nada mas lo necesario y ahora que mi jefe está consciente de la situación me ha dado permiso de salir mas temprana de la fábrica —toma mis manos en un gesto de empatía.
—Me alegra que George lo entienda, te recuerdo que estoy aquí y puedes contar conmigo para lo que sea —es tan tierno —he abierto un espacio en la página del hospital para recolectar fondos pensando en Jenna —me hace un guiño —es por si acaso el Dr. Desmond le cambia el tratamiento —respiro entrecortado con el pulso acelerado al recordar que ya Bryan Desmond no desea atender a Jenna, los ojos se me llenan de lágrimas —¿Qué sucede? —se alarma.
—Es… —trato de retener las lágrimas —es que el Dr. Desmond no va a atender más a Jenna porque… por… por mi culpa —suspiro reteniendo el sollozo que amenaza con destrozarme el pecho —estoy muy triste y ahora que lo pienso no tengo idea de lo que hacer —me abraza y lloro.
—No entiendo nada, él, Bryan es tan amable siempre —levanto el rostro sintiendo que la rabia me puede.
—Sera muy amable, pero me hizo una propuesto indecorosa y lo rechacé… —cierro los ojos con la sensación de que he hecho algo malo —¡no, no es nada!
—Lo sé, a Emili… la… es decir —niego con la cabeza.
—Es un degenerado de mierda y luego quiere que una lo respete ¡abusivo! —Nico sonríe ante mi grosería y lo único que puedo hacer es taparme la boca.
La carcajada del niño en cuerpo de gigante me hace sonreír, es tan empático que parece irreal. Es el chico más humano que la vida me ha puesto enfrente y agradezco a Dios por esa dicha de tener personas a nuestro alrededor que nos amen y apoyen tanto como Nico y Jim.
—Tu eres la mejor madre del mundo Mandy, eso es una realidad indiscutible —su sonrisa no se borra.
—Gracias cielo, pero ahora si tengo que dejarte para ver a mi niña —le abrazo de nuevo y me dirijo a la sala de Terapia Intensiva encontrando a Jim con una silla de ruedas dentro de la sala todo mi cuerpo fue recorrido por un escalofrío de rabia.
Ver al hombre más odioso, desagradable y detestable del mundo salir de la sala donde se encuentra Jenna me hace casi correr hacia donde se encuentran. Siento que las piernas no quieren sostenerme, todo a mi alrededor tiembla y se me nubla la vista ya que solo lo veo a él, a ese idiota de porras. El episodio de ira que estoy teniendo es casi indetenible, pero cuando me lanzo sobre el desgraciado indeseable los brazos de Jim me atrapan impidiéndolo.
—¡Suéltame, déjame Jim! —, pero por más que desee soltarme de su agarre, no puedo.
Obviamente Jim es muy alto y mucho más fuerte que yo, me revuelvo casi como loca entre sus brazos.
—¡Desgraciado, metiche! —insulto sin miramiento alguno.
—¡Amanda!
—¡No, tu… tu! —mis lagrimas se asoman —eres un vil traicionero, no te acerques, no quiero que me toques…
—¡Cálmate Amanda por favor! —aun cuando la voz de Jim me ha calmado siempre, hoy no resulta.
—¡Largo, lárgate de aquí! —casi me suelto y lanzo un golpe que no llega cerca, pero que lo asusta —no te quiero cerca de mi hija, eres un hombre horrible ¡desgraciado! Lo único que has hecho es lastimarla ¡largo! —arrastro la ultima palabra aun en estado iracundo.
—Él estaba disculpándose ¡Amanda por favor, cálmate! —no me puedo calmar, solo reproduzco el momento en el que mi hija salió llorando de la maldita habitación de ese imbécil ricachón maloliente.
El hombre me mira con los ojos muy abiertos, no veo temor en su expresión, solo cautela. No es de los que demuestra mucho y eso me hace desconfiar ya que de esa especie era el padre de Jenna.
—No quiero molestar, señora Amanda —su voz es suave y tranquila.
Varonil, grava, muy masculina. Un tono que sosiega e invita a la calma, también es atrayente y sexy. Por un momento me veo en sus ojos, su piel se encuentra sonrosada como un signo de vergüenza.
¿Pero que estoy pensando?
¡Ese hombre es el enemigo!
—Entonces debería curarse y largarse de aquí —siseo, mi voz saliendo con una amenaza.
—Mandy por el amor de Dios —Jim aparece en mi campo de visión y cierro los ojos, él me seda, tranquiliza mi ímpetu.