Amanda
Observo a mi bebé haciendo un dibujo de la aurora boreal, tengo uno pegado en la nevera, Jim y Nico también tienen, la Dra. Brench ha recibido el suyo y ahora se encuentra dibujando otro, no puedo dejar de admirar la destreza con la que dibuja y colorea pese a que no ha avanzado de tercer grado. Su imaginación es infinita, su técnica es una de las mejores y esa maestría que revela su pasión por la pintura me hace sonreír y llorar a la vez.
< Se parece tanto a él >, mis pensamientos vuelan hacia un lienzo donde pintó mi cuerpo desnudo entre las sombras del carboncillo.
Y después me golpeó porque uno de sus amigos lo vio reconociéndome de inmediato. Me grito haberme relacionado con el sujeto mientras no estaba en Yellowknife, desde ese momento comprendí que había cometido un error garrafal cuando decidí vender la casa de mis padres para que estudiara su profesión mientras yo trabajaba para él.
—¿Es para alguien especial? —asiente sin mirarme —. Ese se ve completamente diferente, las luces brillan mucho —la congratulo solo con las palabras y ella levanta su rostro ya con color y me sonríe tímida.
—Es especial, para alguien especial —se perfectamente para quien lo ha pintado, es para… Owen, ella lo ama y ni siquiera lo conoce —él dijo que me iba a curar, además, que no se iría del pueblo hasta que yo no saliera del hospital en caso de curarse primero —abro la boca, no entiendo entonces la agresión hacia Jenna si no… si no es tan malo.
¿O sí?
—¿Él… él dijo eso? —afirma con una leve sonrisa sin dejar de trabajar en su dibujo —. En ese caso, espero que se cure rápido —me mira con una hermosa sonrisa y mi corazón se arruga al saber que le he hecho mas daño de lo que ese hombre le hizo.
No lo quiero.
No me agrada.
Y menos quiero que esté al lado de mi hija, pero ella se ha levantado, ya se alimentó sin que le dijera nada y ahora le está pintando el dibujo más lindo, solo para él. Eso solo me deja claro que debo apartarme para que tengan la amistad que sin duda ya está iniciada, Jenna se ve feliz y por primera vez su felicidad me pone triste porque me siento celosa. Ese recién llegada, ha sido motivo de discusión entre nosotras lo que la llevó a ponerse muy mal de nuevo por el esfuerzo que hizo para correr.
Y luego yo lo trato como un trapo sucio.
Me siento arrepentida y avergonzada, necesito un minuto para llorar y que mi bebe no vea. Quero que se ponga bien para que juegue en la nieve o por lo menos baje de la cama.
—Le daré el dibujo y haré una tarjeta con el mapa para que la cuelgue en el espejo del auto, de ese modo encontrará el camino de regreso hasta acá —retengo el sollozo que me aprieta el pecho y dejo la silla —¿te irás mami? —asiento.
—Buscaré un poco de agua, yogurt y otra manta, tengo frío y tu… ya debes tener hambre —me dice que si, lanza un beso y coloca sus deditos formando un corazón.
Le amo tanto…
***
Regreso con lo que fui a buscar, ni siquiera tuve que salir del hospital ya que los papas de rebeca me llamaron para preguntar si necesitaba algo. Entonces aproveché el empujón a la casa en su bonito auto. Ya casi llego a la sala de T.I. escucho unas risas y voces.
Entonces los veo.
Jugando y riendo.
¡Estoy tan celosa!
—Esto es… hermoso —su voz se rompe —, es lo mas bonito que he visto ¿es así, la aurora boreal? —ella asiente con unas lagrimitas en los ojos.
—Cuando nos curemos le diré a Nico que nos lleve —afirma con la cabeza sin despegar los ojos del dibujo —¿sabes que el camión tiene calefacción? —la mira como si no lo creyera, fascinado.
—Tenemos que ir, esto… esto… es precioso Jenna. Muchas gracias y, me disculpo de nuevo por lo que… —ella niega.
—¿Sabes que los cuentos también tienen magia? —me recuesto al marco de la puerta sin poder aguantar las lágrimas.
—No lo sabía, no —toma el libro de cuentos que hasta ahora me doy cuenta que estaba sobre la cama al lado de una bolsa de regalo y un enorme moño color rosa.
—Todos tienen una moraleja —asiente entendiéndola —y eso es porque todos hablan de esperanza —parece que da una clase magistral por la solemnidad con la que habla. Seco las lagrimas que caen de mis ojos por enésima vez —y de perdón, eso es magia, perdonar, olvidar y sobre todo comenzar de nuevo —extiende la tarjeta de la que me hablo anteriormente —esta tarjeta es para que la cuelgues en el espejo de tu auto…
—¡Oh vaya, gracias! —ladea la cabeza para verla mejor —¿y este mapa? —¡`ay Dios mío! ella acepta que se irá, lo comprende, lo entiende y acepta. Cubro mi boca con la mano para no permitir el sollozo que amenaza con salir.
—Es para cuando desees regresar no… —aprieta la tarjeta contra su pecho —puedas encontrar el camino… papá —cierra los ojos negando, no entiendo por qué lo hace.
—Te dije… prometí que me iría cuando estuvieses mejor y pudieras salir de aquí ¿recuerdas? —afirma con ojos cristalinos —, pero no te he dicho la razón y espero que me permitas demostrarte que tengo palabra al decirte que si regresaré —toma su manita y la aprieta con afecto.