Jenna
¡Al fin me he quitado la mascarilla de oxígeno!
Ya no la necesito más, estoy mucho mejor y el yogurt que desayune con cereal y zumo de naranjas me ha dado mucha fuerza. Observo en el espejo que me regaló la Dra. Andy mis coletitas y sonrío, mi piel ya no se ve rara ni de color gris, tengo los mofletitos colorados y la boca rosada normal.
Me siento muy bien, fuerte y con mucho ánimo.
Guardo la libreta de dibujo, mis lápices de colores y acuarela. Arreglo todo en mi bolso para visitar a Owen ¡sí! Estoy segura de que, pese a que deseo que él sea mi padre, puedo comprender perfectamente que su vida donde sea que viva, lo espera para continuar. No puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas al pensar que, se irá ahora que por lo menos somos amigos.
Suspiro entrecortado, trato de retener las lágrimas, pero me es imposible hacerlo porque no quiero que se vaya, de verdad no quiero que me deje.
—¿Jenna? —sollozo sin poderlo evitar —. Cielo ¿Qué tienes? —me abraza y rompo en llanto sin poder evitarlo —mi amor ¿te sientes mal? —asiento porque no puedo hablar —¿Qué te duele mi niña? —señalo el pecho —¡ay Dios! ¿el pecho? —afirmo de nuevo —llamaré a Jim —niego.
—No mamita, no —no quiero que me impidan verlo —es… es otro dolor —sus cejas se arrugan —es… un dolor de tristeza, melan… —suspiro —melan-co-li-co —me mira con… en realidad no sé cómo lo hace.
—Mi amor, es por Owen ¿cierto? —asiento y me encojo de hombros, aprieta los labios —¿han? —suspira profundo —¿han hablado al respecto? —me encojo de hombros —. Jenna Davis, escúchame bien: —abro mucho los ojos —no quiero que tengas una nueva recaída por la tristeza ¿entiendes? —afirmo muchas veces —no puedo impedirte que llores por algo que tu crees es una realidad —esta vez cierro los ojos apara ponerlos en blanco porque ella no me cree, obvio no quiero que me vea para evitar mas regaños —, pero si quiero que seas consciente de que si se va es porque no puede dejar su vida ¿me estas entendiendo? —afirmo de nuevo —¡verás! No funciona si no me hablas niña —levanta una ceja, está molesta.
—Si mamita, entiendo y voy a comprenderlo, pero ¿ya puedo irme? —resopla enfadada —. Ya comí, tomé mis medicamentos, hice mi rutina de baño y me siento muy bien – con el corazón arrugado como una ciruela, pero bien –, platicaremos hoy o eso me dijo la vez pasada —sonrío y al parecer me cree porque ella lo hace de vuelta.
—Entonces no hay más que hablar, diviértete con “tu amigo” Owen y regresa pronto.
¡Vaya! Que rápido cambia de molesta a no molesta.
—¡Claro que sí mami! ¡gracias! —quiero decirle que venga conmigo, pero no me atrevo —. Cuando quieras, puedes… es decir…
—¡Lo sé, bebé! —responde sin molestia —en este momento no estoy preparada para verlo, pero en el momento que lo esté pues, no dudes que lo haré —ahora su sonrisa es diferente.
Los adultos son raros, no entiendo como cambian de tristes a alegres o de molestos a tranquilos con tanta rapidez…
***
—¡Oh, vamos! —protesta Owen —me has ganado de nuevo —el juego es de lo mas entretenido.
—Debes concentrarte —barajo de nuevo el mazo de UNO para comenzar de nuevo —, si olvidas para que sirven las cartas de suerte nunca podrás ganar —entrecierra los ojos, no lo miro, pero sé que lo hace.
—Creo que haces trampa —lo miro asombrada con la boca y los ojos abiertos —, no me pongas esa cara señorita, yo solo soy un pobre hombre minusválido —señala con el dedo hacia mi —del cual te estas aprovechando para derrotar sin piedad…
¡Ay Dios! Es el rey del drama.
Rio a carcajadas y él aprieta los labios.
—¡Qué dramático!
—¡Que tramposa!
Jadeo, asombrada por su contraataque.
—Soy mucho más inteligente —me cruzo de brazos.
—Y más tramposa —me imita.
—Lo dudo —vemos a mi madre recostada al marco de la puerta cruzada de brazos —es la mejor en ese juego, nos gana a todos —sonríe con los ojos en blanco.
—¡Es porque no se me olvidan las cartas de suertes! —me defiendo —. Son unos ancianitos desmemoriados —mi madre cierra un ojo y abre la boca.
—Pue ahora jugaré y ganaré ¿sabes? Pequeña rufiana — me rio de su comentario aun cuando no tengo idea de lo que significa esa palabra, solo espero que no sea una palabrota.
—Bien, prepárense para perder —Owen se encuentra sentado en su silla de ruedas.
La mesa no es tan grande, pero es cómoda para él. Mi mami y yo nos sentamos en las sillas de la visita y comenzamos el juego, entonces comienzan a perder. Nico termina su turno y se integra al juego, luego lo hace el tío Jim y Rebeca quien viene a visitarme también lo hace.
Jugamos mi amiga y yo contra cuatro adultos y no tienen ventajas, son lentos y olvidan las suertes. Jim es bueno, pero no tanto y yo, al quedarme con una carta grito:
—¡UNO! —todos me miran y mi sonrisa engreída me delata.
Tengo la carta ganadora considerando el color, pero a mi lado se encuentra Jim que sonríe como si supiera algo que ignoro.