16
Owen
El dolor en la parte baja de la espalda ha disminuido considerablemente con el tratamiento y la terapia, incluso… la caída de la que fui objeto por parte de la madre de Jenna, aunque dolió como el infierno, no hizo mella en empeorar la condición, puede que haya sido por que mis manos sufrieron casi todo el peso de mi cuerpo o bien porque los milagros si existen después de todo.
Por lo que haya sido, hoy me siento mucho mejor después de cuatro semanas de estar aquí, me siento cómodo, relajado y con más energía de la habitual desde el accidente. Me miento. Recuerdo a Candid y siento mi cuerpo temblar de nuevo, soy humano ¡vaya que lo soy! Y como dice Jim, nadie está exento de tener una mala racha.
Pero ¿es así como considero mi situación sentimental?
Maldita sea fueron cinco largos años creyéndole, haciéndome de la vista gorda y queriendo que funcionara. Pierdo el equilibrio en la cinta y casi me precipito al suelo de madera si Nico no me hubiese sostenido.
—¿Está bien por hoy? —la pregunta me toma por sorpresa, aun tengo nublado el pensamiento con los recuerdos —¿Owen? —lo miro confundido. Sonríe amable —¿quieres continuar? —respiro, sacudo la cabeza.
—No lo creo —me relajo y dejo que me ayude a bajar por completo de la maquina —siento mareos y nauseas —miento, necesito un momento a solas.
Lo mejor de estas personas es que tratan de hacerte sentir en casa y lo logran, Jenna es una de las niñas mas autenticas y… no puedo negarlo: más cariñosas que he visto. Cargando con una mochila donde no solo tiene cuadernos de dibujo, crayones y acuarela, sino que lleva una pequeña bombona de oxigeno que debe mantener abierta para que le suministre el que necesita para respirar con normalidad. Y es capaz de jugar cartas, gritar, regodearse cuando gana y no contenta con eso: decirme que los milagros existen y que tanto ella como yo saldremos caminando agarrados de manos del hospital.
Ella no tiene idea de cuanto deseo que eso suceda, me entristezco cada vez que pienso en marcharme. No es que pretenda quedarme aquí porque tengo una empresa que atender, pero no quiero dejarla… a ella, Jenna.
—Debes depositar el cuerpo en las muletas Owen, de otro modo las regiones lumbar y sacra de tu columna sufrirán de nuevo —respiro profundo y hago lo que me dice. Nico es un buen terapista, también será un excelente medico —. Muy bien, es así exactamente. Al avanzar debes mantener el peso en las palmas de las manos apretando con fuerza el travesaño de la muleta que queda a esa altura —, estas simpáticas prótesis fueron hechas especialmente para mi tamaño.
Tambaleo y pierdo el equilibrio desacostumbrado a estar de pie luego de un mes en cama y la ultima semana en silla de ruedas, pero confío en que dentro de uno o dos días tenga perfecto dominio de la técnica, ya no me siento tan lisiado ni desprovisto de mi autonomía desde que acepté (o claudiqué) tomar la ayuda.
Como ya dije no soy mala persona, ni siquiera tengo mal genio. Lo único que he hecho es trabajar y amar a ya saben quién, pero de repente mi vida ha dado un vuelco tan extraño que además de creer en milagros, en la magia ya estoy creyendo en el Karma siendo lo que me ha traído hasta este remoto lugar para encontrarme. Suena loco. Tal vez hasta demencial, pero lo extraño de la situación y la tranquilidad con la que he llevado todo esto… prácticamente me lo corrobora.
Ni siquiera he vuelto a pensar en el teléfono, en llamar a Nick o tal vez a mi familia.
¿En serio estoy sopesando la idea de quedarme?
¿Tan loco estoy?
Observo el dibujo de la aurora boreal que me regaló Jenna y siento un ardor en el pecho al lado izquierdo que, me aterra. Ella, esa pequeña traviesa al parecer me esta robando el corazón con sus detalles, su inocencia y alegría. También parece que me cura las heridas porque ya casi no pienso en Candid.
***
Descubro un nuevo mundo: la biblioteca del pueblo.
Nico me hace el favor de traerme libros de todo tipo, me agrada leer y si es historia mas todavía. No tengo idea de cuantos libros ya he leído hasta ahora, pero al subir la miurada del que llevo en las manos y que, trata de “un lugar hermoso llamado: Canadá”, veo materializarse el rostro de Jenna apenas sonriendo. Ladeo la cabeza tratando de descubrir por qué no termina de adentrarse a la habitación.
—¿Hola? —su sonrisa se expande y el ardor en mi pecho aumenta —. Espero que no te vayas a quedar ahí, esto que estoy leyendo es muy interesante —le hago un guiño y piensa un poco.
¡Es una picara!
Y ya no lleva mascarilla.
—Traigo tesoros —alza las cejas y no entiendo nada —creo que te interesará —frunce los labios, mira hacia arriba para luego regalarme una mirada de alegría total con la que quedo fuera de combate.
¡Ok, definitivamente me ha robado el corazón!
—No lo creo —frunzo la nariz siguiéndole el juego —nada es mas interesante que este libro —veo el interés en el reto cuando achica la mirada y decide entrar.
Hemos desarrollado un fabuloso vinculo y nos entendemos por medio de gestos. Quedo paralizado al ver que levanta la mano derecha dejándome ver el teléfono que perdí en el accidente. Me estremezco, no quiero tocarlo y ella se acerca con la mano estirada hacia mi. Creo que comienzo a hiperventilar.