Papá por error

Capitulo diecisiete

Amanda

El hombre resultó no ser tan… desagradable.

Además, ver reír a Jenna es una de mis cosas favoritas en el mundo y, si ese pesado ricachón la hace feliz entonces tendré que aguantármelo, pero claro que va a ser bajo mis reglas porque no pretendo dejarla con el a solas ni siquiera un minuto. Ayer se veía tan feliz que hasta pude agradecerle y disculparme de nuevo quizás por haberlo… agredido. Él se lo merecía, pero eso no se le hace a nadie. No es de buenas personas lastimar y menos premeditadamente, aunque sea un tonto rico.

Recojo las pertenencias de Jenna mientras ella se encuentra en la ducha, no me pasa desapercibido el libro de cuentos que se halla al pie de la cama y que fue un regalo de él. Lo tomo y al abrirlo descubro que es una belleza, jamás podría haberle comprado algo así. No me siento mal por ello, pero si me habría gustado complacerla en todo… si tan solo no estuviese enferma.

Si fuese una niña sana podríamos jugar en la nieve y recostarnos de espaldas para hacer alas de ángeles arrastrando con los pies y las manos en forma de abanicos ¡eso sí que sería divertido!

Escucho que la puerta se abre, giro y le sonrío.

—¿Todo bien hijita? —observo su sonrisa —¿Por qué tan contenta?

—Porque —arruga las cejas igual que su padre, casi se me sale un gruñido —, creo que esto es un secreto, pero Owen dice que ser mi padre no es solo… —piensa un poco y me confunde ¡ah si, decirlo! Dice que hay mucho más detrás de eso —arruga de nuevo las cejas, pero creo que toma forma su diatriba de las palabras del tonto —¡y él quiere arreglarlo!

¡Ok, lo que me cayó bien ayer ya se esfumó!

—Cielo —levanta las manos —escúchame por favor…

—Se que no me crees mami, pero —suspira —él lo dijo yo no lo estoy inventando —sonrío ante su rostro contrariado.

—Está bien, amor, no te preocupes —decido llevar las cosas con calma, le extiendo el libro y ella lo toma —vamos a casa ahora, Brody nos espera —le sonrío sin que sepa estoy tragando el nudo que se me acaba de atorar en la garganta.

—¡Ah! —se gira con el libro de cuentos abrazado contra su pecho —. También dijo que quiere traer la medicación de… de… —el sujeto no ayuda en nada.

—Veremos cielo, veremos —ahora quiero darle un guantazo por atrevido.

—¡Él lo dijo! —se altera y subo las manos.

—Está bien Jenna, no quiero que grites ¿entiendes? —tomo una respiración profunda.

—Lo siento mucho, mamá —exhalo el aire con mucha fuerza —¿puedo pasar a verlo? —asiento. No vale la pena pelear con esta preciosa niña que tiene mal genio —¿vendrás conmigo? —dudo, pero al ver la expresión de suplica en su rostro, claudico.

No puedo negárselo cuando ese sabelotodo le ha hecho tanto bien como la fulana medicación, pero no le voy a permitir que se tome atribuciones que no le pertenecen porque la responsable de Jenna soy yo. Y puede, quizás pueda permitirle que le de un par de regalos, pero que le regale la medicación…

¡No señor!

No lo permitiré…

***

—Estoy bien Nick, solo debo hacer el reposo —le sonríe a Jenna mientras habla por teléfono y la carita de ella se enciende —¿anotaste el nombre de las píldoras? —entrecierro los ojos hacia él —. Si, trae todas las que encuentres y Nick… —escucha algo a lo que asiente mientras nuestras miradas conectan y de pronto un frio me recorre por la columna —es muy importante para mi lo que te he encomendado —su voz grave me desconcierta.

¡Por el amor de Dios!

Pasé la adolescencia hace muchos años.

—¡Hola! —arruga la nariz y pone su puno para que ella lo choque ¿qué edad tiene? —¿qué tal las piernas? —veo el par de muletas a su lado, pero se levanta sin ellas y abre los brazos —¡oh Dios mío! —la voz de mi niña se rompe.

—Creo que después de todo podremos ir a la feria —le hace un guiño, no me agrada la idea de que lo haya invitado —¡eh! —se rasca la nuca —Amanda, me tome la libertad de mandar traer la medicación de Jenna para lo que resta del año —carraspea como si estuviera nervioso —espero, espero que no le moleste…

—Me molesta, sí —abre y cierra la boca, arrugo los labios.

—Pero mamá…

—Jenna, modales, los adultos siempre hablan primero ¿recuerdas? —la miro con seriedad no puedo permitirle que explote cada que no le acepto un berrinche.

—¡Ok, respiremos un poco! —me devuelve una expresión seria y levanto la barbilla —¿tenemos que hacer esto delante de ella?

—¿Hacer que?

—Este… este… ¡mal momento! —explica y no entiendo del todo —. Jenna no merece esto de nosotros …

—¿Nosotros? ¿cuál nosotros?

—¿Puedo ir con Nico a contarle un cuento?

—¡¿Sí?! —respondemos al mismo tiempo y ella sonríe raro.

Y se va corriendo.

—¡No corras! —decimos de nuevo.

Lo miro como si fuese el enemigo ¡pero que coño! Es mi enemigo a muerte y lo nota, pero sigue mirándome desafiante.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.