Papá Soltero

CAPÍTULO 5: SARA

“Tengo una oferta laboral que contrasta muy bien con el horrible calor madrileño, pero no estoy segura de si sería o no la mejor opción para una embarazada. Ya sabes, por el frío y demás. Pero allá hay algunas personas que nos podrán recibir, un amigo de la pareja de mi padre. ¿Y sabes qué es lo mejor? ¡Que están buscando fotógrafa para los turistas que suben de paseo en catamarán! ¿Tienes un CV preparado?”

Aún puedo recordar el entusiasmo de Sofía mientras me daba la noticia de la propuesta laboral que recibió en su momento para que ambas nos vengamos a Ushuaia. Yo sabía que mi presencia sería básicamente para darle ayuda con el bebé, pero no estaba dispuesta abandonarla, no la dejaría sola.

Veo su fotografía mientras le doy a Franchesco su biberón y le acaricio el cabello. Qué suerte el padre que te echaste, bebito hermoso. Observo su cabello y pienso en que sus genes le dan cierta belleza extra en lo hegemónico, pero si fuese moreno también sería hermoso. Me pregunto si de mayor será capaz de recordar o no a su mamá.

Me pregunto si de mayor será capaz de recordarme a mí.

Me pregunto si seguiré estando a su lado.

Me pregunto si realmente fue o no buena idea contarle a Yoan que es el padre de este bebé. El muy condenado sigue siendo tan atractivo como siempre, de hecho, ahora que la fama y el dinero se le dieron bien, parece haberse puesto aún mejor de lo que ya estaba. Es evidente que ha estado haciendo ejercicio, mucho gimnasio y cuanta rutina haya sido necesaria para mantener ese porte macizo de hombre masculino, refinado, culturo y estricto que siempre ha sostenido.

Aún así todo lo lindo siempre le hizo parecer decadente a mis ojos tras conocerlo de cerca y saber lo arrogante que siempre fue, un tipo difícil de tratar, definitivamente.

—Cariño, no te me duermas—le digo al bebé quien parece estar ya por conciliar el sueño luego de haberse dado unos llantos, de haber tomado el biberón y ahora parece estar agotado, además de que le he levantado temprano para hacer la visita que hicimos—. Tenemos que ponerte ropa bonita, corazón.

Él se remueve y sus ojitos miran directo a los míos mientras va cayendo en el mundo de los sueños que parece tender sus redes para envolverlo.

Finalmente le quito el biberón, lo llevo con sueño hasta la cama donde le cambio la ropita y una vez que está listo, lo dejo descansando de costado en su cuna para ir a ducharme. Una vez que termino, me siento en la misma disyuntiva que hoy por la madrugada sin saber exactamente qué ponerme.

Pude ver la manera en la que él analizó lo que llevaba puesto y me sentí demasiado estúpida, como una mendiga al lado del lujo de ese hotel al que jamás entré pese a los años que llevo viviendo acá, y frente a su traje de etiqueta con una elegancia característica que nunca le ha abandonado.

¿Si me pongo algo diferente a lo de esta mañana pensará que trato de impresionarlo? ¿Si me pongo algo que parezca formal, pensará que intento parecer algo que no soy? ¿Si me voy de ropa deportiva…? No, ropa deportiva no, ya que no tengo esta clase de atuendos de la calidad suficiente que usaría él en un lugar tan frío como este. Termino eligiendo una camisa blanca y una falda, como si fuese oficinista yendo a trabajar al edificio en Madrid donde trabajaba antes para él. Pido un taxi y espero a que llegue mientras sostengo al bebé en brazos y me voy hasta la sala para esperar la movilidad en cuestión.

 




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