Papá Soltero

CAPÍTULO 8: YOAN

 

El clima ha estado cambiando por la tarde hasta que llega un anochecer bastante tarde. En el día, he mantenido reuniones virtuales e intentado cancelar casi todo lo que tenía previsto para poder dedicarlo a hacer las averiguaciones pertinentes, luego de llevar a Sara hasta su casa junto a Franchesco. Viven en un humilde apartamento hecho de emergencia tras una casa en un vecindario a quince minutos de la ciudad principal, al otro extremo del camino que conduce a mi hotel.

Renté un coche para poder manejarme hasta mañana ya que, si bien es una ciudad pequeña, las distancias son un poco extensas. Lo malo es que me costó encontrar una movilidad de alta gama, apenas conseguí uno automático.

Hay tres puntos clave en el asunto, luego de conversarlo con mi abogado: el primero es que el niño cuenta con papeles completamente a la deriva y el procedimiento puede ser un poco engorroso, a menos que se tenga el contacto pertinente. No creo que hablarlo con el gobernador sea algo óptimo para acelerar los asuntos con el juzgado de menores, pero para sacar al niño del país debe haber alguien inscripto a su nombre. Y si Sara quiere hacerse cargo de él, ella puede ser con toda factibilidad su tutora, además, ella me refirió que Sofía antes de morir dejó expreso su consentimiento de que ella tome la tutela de Franchesco.

Segundo, el punto de las pruebas de ADN. Si se quiere, pueden ser inmediatas y tenerlas el mismo día. Nos atenderán por la mañana temprano así al mediodía ya sabemos cómo proceder, pero una parte de mí está completamente convencida de que ese bebé además de tener mucho parecido con mi aspecto físico lo cual me inspira un adelanto de lo que resultará en las pruebas. Verdadero o falso, no abandonaré al niño. ¿O sí? ¿Podría seguir adelante, en caso de que Franchesco no sea mi hijo, sabiendo que está completamente solo y con un futuro por delante completamente incierto y marcado por la necesidad al igual que Sara? Ya condené a Sofía, ¿podría condenar también la vida de Franchesco y Sara o es esta mi oportunidad de redimirme? Caramba, hasta hace dos días mis preocupaciones eran otras completamente diferentes, ahora, en cambio, surge esta que me deja totalmente desenfocado de mis asuntos comunes.

Y en tercer lugar, está Leslie, mi secretaria privada con quien suelo tener relaciones de manera regular, pero no es más que un asunto laboral, de confianza. De morbo. De que me gusta. De que me calienta que la mujer que trabaja para mí desde cerca también entre a mi oficina para darme un masaje o para relajarme bajándome la bragueta. ¿Está bien eso? ¿Y por qué no iba a estarlo? Es algo totalmente consentido de su parte y de la mía, además de que le da un motivo extra para que poder sostenerla en el trabajo, no es fácil conseguir la discreción necesaria de una asistente para llevar un vínculo así.

Pero me preocupa que a veces intenta meterse en asuntos de mi vida que no tiene por qué interesarse ni controlar.

Una vez, en la cama, le prometí que la llevaría a un viaje, que nos iríamos juntos, pero estar con ella encima sería coartar mis posibilidades de hacer algo diferente que vaya más allá de ella. Incluso tiene comentarios que me hacen pensar que podría estar celosa de lo que hago cuando estoy fuera de Madrid y eso sí que es grave porque maneja asuntos muy fuertes en mi trabajo y un mail con malas intenciones o un mensaje a un medio de comunicación que haga parecer que la obligo a estar conmigo a cambio de darle el puesto laboral (cosa que NO es así) tal como ya me advirtieron algunos colegas empresarios y que ya he visto que les ha sucedido, podría traerme varios dolores de cabeza. Lo tengo contemplado con mis abogados a ese punto, pero lo mejor sería evadirnos de esa opción.

Camino por la bahía sopesando las opciones hasta que llego a un restaurante que está calle arriba, en la parte alta de un hotel. Decido subir a cenar acá, observando desde los amplios ventanales la vista magnífica que hay al mar y a las luces del puerto.

Pero no me es suficiente.

Se acerca una chica a pedir y me observo solo en la mesa, mientras que en otra de adelante hay una familia de dos padres con tres niños, en otra hay una pareja, en otra hay una familia más pequeña y así hasta que detecto que soy el único que ha venido solo a este lugar. Me iría a un club a pasar la noche en busca de unas copas y una mujer atractiva, pero es pleno día de semana y en este lugar un día como este no tiene muchas opciones nocturnas más que los espacios tranquilos o familiares como este.

Nunca fui alguien que se lleve mal con su propia soledad, pero en este preciso instante me pesa. (¿Será porque en las grandes ciudades no está mal estar solo y puedes hacer de todo para divertirte mientras que en las más pequeñas y con climas adversos tienes que aliarte a quienes amas para sentir algo de calor humano? Para empezar, necesitas alguien que te ame para no estar tan solo cuando se trata de sobrevivir en el fin del mundo.)

—¿Señor?—insiste la chica que viene a tomarme el pedido.

Parpadeo y me vuelvo a ella para decirle:

—E…estoy esperando a alguien, pero si quieres puedes dejarme el menú. ¿Sí?

—Por supuesto. —Dice con una sonrisa que se le dibuja en el rostro y se va.

Busco mi móvil y le escribo a Sara.

“¿Hola, qué haces?”

Me impacienta ver que no responde.

Caray, qué tortura

Le vuelvo a escribir.

Una carita.

Un signo de interrogación.

Tres mensajes.

Hasta que aparece.

Ver el “escribiendo” arriba de la pantalla me impacienta aún más hasta que finalmente aparece su mensaje:

“Emmm, ¿hola?”

“Sara. ¿Qué tal? ¿Qué andan haciendo tu y Franchesco?

“Yo trabajando y Fran con la niñera.”

“Wao, qué bueno” digo, un poco decepcionado. ¿Y si prendo Tinder? Dejo esta opción por ahora y le añado “¿trabajas en el restaurante hoy? Había entendido que era solo los fines de semana.” En cuanto lo envío me lo pienso de nuevo. No quiero quedar como un acosador que anda buscando si le mienten o no.




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