Papá Soltero

CAPÍTULO 13: SARA

—Lo conveniente en estos casos es ir contactando con alguna empresa funeraria, o bien, con los servicios fúnebres municipales en caso de que no posean. Le dejo un momento para que pueda meditarlo, si necesita contención puede buscarla en asistencia a salud mental, o bien, estoy a disposición para lo que necesite. ¿Sí?

—...

—Con permiso.

—G…gracias…

Jamás creí que pasaría por una situación así. Aunque creía que podría ser fuerte ante cualquier hecho, aunque sabía que algo así podría llegar a suceder, comienzo a culparme y a hacerme responsable por lo que ha sucedido.

Sofi, no puede ser, ¿cómo pasó tan rápido? Si lo tenías controlado, ¿por qué no lo supe ver? ¿En qué momento tu enfermedad avanzó tan rápido y contaminó todo en ti? Eras joven…eres joven, luchaste durante mucho tiempo contra eso, podías salir, luchaste para poder salir y vencer a esa cosa. No es justo. No lo es, tú eres muy joven y buena y tienes a un bebé pequeño que necesita que lo veas crecer, que pueda dar sus primeros pasos contigo, necesitas seguir adelante.

Mis ojos están puestos en el ventanal del hospital que muestra unas montañas de altos picos nevados algo que nos pareció un paisaje magnífico y brutal al momento que llegamos, pero que ahora me resulta frío, doloroso, inhóspito y demasiado lejano de mi familia. Lo que más necesitaría ahora es un abrazo de mi madre.

Madre.

Debo poner en aviso a la madre de Sofia.

Marco el número del contacto de su pareja en mi pantalla de whatsapp y, con la voz al borde de quebrar, le hablo:

—¿Sara?

—Sí. Es Sofia.

—Caray, no puede ser…

—Tienen que venir. Sofia ya no puede más.

Yo no puedo más.

Yo tampoco puedo más.

No quiero más, no sin ella, no sin mi amiga, la que una sostendría a la otra, la oportunidad de estar acompañadas, de ser la que le sonría cuando parece que todo se pone demasiado difícil. Ahora no tengo quien me sonría a mí.

Y me siento horriblemente desamparada.

—Caramba, ¿está bien?—me pregunta el estúpido al otro lado.

Ah, tampoco hay buena relación con ellos. El tipo nos hizo venir hasta acá con una propuesta laboral y techo donde quedarnos, sin embargo, todo decantó en ser un auténtico fiasco porque esa gente no nos quiso recibir más que las primeras noches y quedamos con el bebé a la deriva teniendo que salir con prisa a buscar una manera de sobrevivir.

Y sobrevivimos.

Pero ahora ella…

—¿Cómo crees que va a estar bien si hace unos días te avisé que la ingresaron de urgencia?—le suelto, furiosa, entre lágrimas—. Pero claro que no sabías o fingiste no saberlo ya que apenas abriste mi mensaje y no tuviste la decencia de responderlo.

—Sara…por acá también estamos pasando momentos difíciles.

—¿Puedes solamente notificar a la madre de Sofi que su hija está a punto de…?

Morir.

Está a punto de morir.

Pero no me atrevo a decirlo en voz alta.

No es necesario que complete la frase para que él lo sepa.

—Sara… No es bueno para la madre de Sofi que le hagamos esto.

—¿Q-qué?—mi voz raspa en mi garganta.

—Como escuchaste, es decir, ella está intentando recuperarse como para que tenga que pasar por la situación de ver a su propia hija morir. ¿Acaso crees que Sofi pretendería ver a su madre caer nuevamente en el alcohol? Está apenas intentando salir, estuvo internada…

—Es su hija. Necesita salir. ¿Acaso no pregunta por su hija? ¿Crees que no es importante para ambas que la otra pueda estar ahí cuando lo necesita?

—Entonces le dices cuando vengas a Madrid.

—No tengo un duro partido al medio y quieres que pague un viaje desde el bendito fin del mundo hasta el otro extremo.

—Lo siento, cariño, pero ustedes son personas adultas que decidieron irse hasta allá en busca de oportunidades, no les culpo, son jóvenes y al menos tú, tienes toda una vida por delante.

—¿No vas a decirle a su madre?

—Si fuera tu pareja, también querrías protegerle.

—Si fuera mi hijo o mi hija, también necesitaría saberlo.

—Tu no estás enferma, o eso creo.

—Haz lo que quieras. Yo a Sofia no le voy a fallar. Ustedes dos… pueden hacer lo que quieran. 

Cuelgo, con el corazón en un puño y la indignación creciendo a mil aún más dentro de mí.

Me acerco a la habitación de mi amiga y luego lo descarto para irme hasta el despacho del doctor. Golpeo la puerta y espero a que me conceda el permiso para ingresar. Esta él con unos papeles, quizá completando historias clínicas.

La voz se me quiebra cuando le digo:

—Doctor… Necesitaré saber cómo se procesa la funeraria municipal. Tendremos que acudir a ella.

Él asiente y me indica entrar al despacho.


 

Luz.

Mucha luz.

Abro los ojos a duras penas mientras mi mano se extiende por el amplio colchón mientras observo una amplia figura de hombre que se está ajustando una corbata delante de mí.

¿Pero qué…?

Me exalto un poco, y noto que estoy acostada en una inmensa cama en ropa interior.

—Por todos los cielos—farfullo, cayendo en la cuenta de que mis sueños acaban de revivir uno de los momentos más traumáticos de mi vida.

Me cubro el corpiño con la sábana hasta el cuello.

—Perdona, pero tuve que pasar para vestirme—dice él.

—Yo… ¿Qué hora es?

—Las ocho. Tenemos que ir a buscar a Franchesco, ya hablé con su niñera.

Cierto.

El turno.

Las pruebas de ADN.

Fran.

La niñera.

Anoche…

¡Anoche!

Estoy en la cama de quien alguna vez fue mi jefe. Luego de la cena me ofreció quedarme, pagó otra habitación y me dejó en la de él. Este lugar es asombroso, tiene una vista y una comodidad que son puro lujo.

—Tienes toallas limpias en el placard—me advierte—. Ahora debo ocuparme de una reunión online, bajaré a desayunar mientras te espero en el call, ¿sí?




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