Papá Soltero

CAPÍTULO 15: YOAN

—¿Piensas quitarme al niño de todas maneras si no llega a ser tu hijo legítimo?

¿En serio tiene que decirlo de esa manera? Es muy chiquito el niño como para meterle esas ideas, no me parece bien.

—Es un poco violenta la palabra “quitar”—doy un suspiro mientras intento buscar las palabras adecuadas, por algún motivo ella se lo está tomando como una amenaza, cosa que en cierto punto parece serlo—... Si de algo estoy seguro es que no le voy a dejar aquí, me lo llevaré cueste lo cueste conmigo a Madrid. Y tienes la opción de acompañarnos si gustas.

—Si él no es tuyo, no tienes el derecho para hacerlo.

—Tu no lo quieres, sientes que te limita.

—Lo amo a Fran.

—¿Y por qué no firmaste de inmediato la guarda en cuanto Sofia ya no pudo estar a su cargo? Legítimamente, lo mantuviste a la deriva.

—Yo…¡no estaba preparada aún!

—En mi caso, sí que lo estoy.

—Pero si no es tu hijo, no tienes el derecho a hacerlo, Yoan.

—Sí que lo es. Más allá de lo que digan las pruebas, he decidido que es mi hijo. Y contigo, lamento decirlo, pero tú misma sabes que es así: contigo, ni tu misma ni él tienen un futuro asegurado. Así que, a menos que prefieras condenar a Franchesco para toda su vida, te sugiero aceptes el trato y me acompañes ahora mismo a firmar la responsabilidad parental del niño. ¿Estamos?

Se clava al suelo.

Silencio.

La observo.

Me observa.

Parece ser que quiere arrancarme los ojos con las uñas.

Franchesco sigue en mis brazos.

Lo sostengo con fuerza.

Sus manos se afirman a mi brazo, pero sus ojos se mantienen en ella.

—Esto ya lo hablaste con abogados—dice, segura—. Hoy te levantaste temprano y no me hablaste sino hasta que lo discutiste con tus abogados, Yoan.

Inspiro profundamente.

No es estúpida, claro que lo sabe.

Sí, lo hice. No hoy sino que me mantengo desde ayer al habla por este asunto, está todo más que definido al respecto.

Mil dudas tengo en mi interior sobre cómo hacerlo, sin que ninguna de ella sea factible de derribar mi objetivo de salvar a este bebé.

—Me buscaste porque necesitas ayuda para ti misma y para el niño—le aseguro—. Hagamos las cosas bien y procedamos como corresponde, incluso te di la opción de que te vengas con nosotros a Madrid.

—¿”Nosotros”?

—El niño tiene en trámite la ciudadanía para salir del país. Pero no puedo proceder hasta bien cedas la tutela que Sofia dejó a tu nombre y nunca te atreviste a concretar.

—Me estás extorsionando, quieres que lo haga por la fuerza.

—Te lo estoy pidiendo de buena manera, sin fuerza alguna.

—Me estás…obligando.

—¡Estoy tratando de darte un futuro a ti y a Franchesco, por favor! ¡Déjame hacerlo al menos por Sofia, ella lo hubiera querido!

—¡No! ¡Ella nunca quiso saber nada de ti porque…!

Su voz se apaga.

Fran llora.

Lo sostengo en brazos.

Estira sus bracitos.

Quiere ir con ella, carajo.

—Él está eligiendo—dice ella—. ¿Tan bueno eres para hacer llorar a un niño?

—No es bueno esto en plena calle—le aseguro, tratando de hacer que ambos hagamos bajar nuestro tono de voz.

—Mejor que con abogados de por medio que saber que yo no puedo pagar—asegura.

—No me importa lo que ella hubiera querido. Sofia tampoco le pudo garantizar un futuro al niño y fue negligente de su parte el no haberme puesto al tanto, además de criminal el quitarme el derecho de ejercer la paternidad.

—Si la rechazaste a ella, simplemente no quería que le hicieras el mismo daño al niño—me dice con lágrimas en los ojos—. Y no se equivocaba. La que se equivocó fui yo al acercarme a ti con él. Nunca tendría que haberlo hecho.

Sí que se equivoca, pero al afirmar eso.

Horas del niño solo, con retrasos madurativos y sin recursos económicos ni tiempo para pasar de calidad con él.

Tampoco una niñera bien paga o una educación que requiera el trato con el niño.

Ella no puede ofrecerle nada.

Ni siquiera para salvarse a sí misma.

¿Por qué le cuesta tanto entender que me necesita sí o sí, más allá de lo que pase? Pero claro, si me necesitan, yo soy quien debe de tener el control aquí.

No pienso dejar que un asunto tan importante se opere fuera de mi control.

Lo que tiene de bella, también lo tiene de terca.

—Sara, entiende—insisto, con firmeza. Fran sigue llorando en mis brazos—. Los abogados ayudarán a que esto se concrete rápido.

—¿Y luego qué?—se quita algunas lágrimas de los ojos—. Te llevas al niño y yo me quedo presa en este lugar.

—Tú haz lo que quieras, la opción de volverte a Madrid está.

—El niño necesita mucho más que dinero.

—Pero necesita que el dinero le ayude a sobrevivir. Y a ti también.

—¡Ambos hemos sobrevivido muy bien sin ti hasta ahora!

—¡Por Dios, no tienes siquiera dónde caerte muerta y el niño necesita con urgencia ayuda profesional!

Silencio.

De ambos.

Okay, creo que me he pasado.

¡Carajo!

Fran sigue llorando.

Extiende sus manitos y dejo que Sara se lo lleve a sus brazos.

—Está bien—dice con la voz ahogada.

—¿Qué…?

—Tienes razón. Lo haré. Pero no te cederé la tutela, me iré contigo… Sigues siendo la misma basura que siempre, Yoan Yvanov. No pienso dejar al niño a tu cargo, yo me iré con él y contigo a Madrid, pero sobre mi cadáver serás el padre legal del niño.

—¿Me estás desafiando?

—Sí, Yoan. Te estoy desafiando.

 




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