Para Este Tiempo

Capítulo 5: Una Casa sin Hogar

Narra Ethan

La casa estaba en silencio cuando llegué. El tipo de silencio que no descansa, que no acoge. Un silencio incómodo, lleno de paredes demasiado perfectas, sofás de diseño y cuadros de artistas que nunca me dijeron nada.

Me quité el abrigo y lo dejé sobre el respaldo de una silla. Nadie vino a recibirme. No esperaba otra cosa.

—Llegas tarde —dijo una voz fría desde el fondo del pasillo.

Ariadne.

Estaba sentada en uno de los sillones del salón, con una copa de vino tinto en la mano y una expresión que conocía de memoria: desaprobación contenida, elegante desprecio.

—Tuve una reunión con el comité de París —respondí, quitándome la corbata—. Se alargó.

—Siempre se alarga —dijo, sin mirarme directamente—. O tal vez es solo una excusa más para evitar esto.

—¿Esto? —repetí, alzando una ceja.

—Nuestra farsa —replicó con una sonrisa amarga—. Este matrimonio de portada que solo sirve para las revistas.

Me apoyé en el respaldo de un sillón, cansado.

—Nadie te obligó, Ariadne.

—No, claro que no —dijo, levantándose—. Solo me hiciste una propuesta que ninguna mujer en su sano juicio rechazaría: estabilidad, riqueza, apellido. ¿Y a cambio? Un marido que duerme en otra habitación, que no me toca, que no me ama.

—Nunca fingí amor —dije con calma.

—Lo sé —respondió—. Pero al menos podrías fingir respeto.

Eso me tocó un nervio.

—¿Respeto? ¿Te refieres a cuando filtraste detalles de nuestras finanzas a la prensa para presionarme? ¿O cuando coqueteas con inversores delante de mí para llamar la atención?

Ella soltó una risa vacía.

—Al menos yo no me enamoro de niñitas con cara de ángel que vienen a buscar empleo.

La miré. Directo. Silencio.

—¿Ester? —dije con frialdad—. Apenas la conozco. Y aunque la conociera, no le llegas ni a los talones.

Ariadne apretó los labios, su máscara por un momento se resquebrajó.

—¿Sabes? —dijo, dejando la copa sobre la mesa—. Algún día te vas a cansar de pretender que no necesitas a nadie. Pero cuando eso ocurra, vas a estar solo. Porque para entonces, todos habremos dejado de esperarte.

Caminó hacia la escalera. Subió sin voltear. La dejé ir.

Me quedé en medio del salón. Rodeado de lujo, de arte moderno, de elegancia… y más solo que nunca.

Me serví un whisky y caminé hasta el ventanal del balcón. Las luces de la ciudad parecían tan lejanas. Y por primera vez en mucho tiempo, no quise pensar en negocios, ni en estrategias, ni en números.

Pensé en unos ojos azules. En una voz tranquila.

En alguien que no tenía nada que ofrecerme… excepto verdad.

Y me pregunté cuánto tiempo más podría seguir sosteniendo un imperio sobre cimientos vacíos.



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En el texto hay: espiritual, dios, judios

Editado: 20.05.2025

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