Para Este Tiempo

Capítulo 10: Bienvenida al Mundo Real

Narra Ester

Al día siguiente, me sentí un poco más confiada al entrar por las puertas de Inversiones BlackWood. El edificio seguía intimidándome un poco, pero ya no tanto. Me saludaron en recepción y subí en el ascensor con una sonrisa discreta. Hoy solo quería pasar desapercibida, hacer mi trabajo y aprender.

Pero olvidé algo importante: no todos desean que alguien nuevo lo haga bien.

—Hola, Ester —me saludó la señorita Clarke apenas llegué al área de presidencia—. El señor BlackWood te quiere en la reunión de las 10. Solo como observadora, pero lleva tu libreta.

—Gracias —respondí, anotando mentalmente el dato. Me agradaba Clarke; era eficiente, seca, pero justa.

Empecé a acomodar unos papeles en el escritorio cuando una voz femenina, suave pero con filo oculto, me hizo alzar la vista.

—Tú eres la nueva, ¿verdad?

Era una mujer de unos veintitantos. Alta, delgada, rubia platino, con un vestido que claramente costaba más que toda mi ropa junta. Tenía una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

—Sí —dije amablemente—. Me llamo Ester Ben-David.

—Oh, qué exótico —comentó, ladeando la cabeza—. Yo soy Kimberly, asistente del vicepresidente. Llevo cuatro años aquí.

—Mucho gusto —respondí, extendiéndole la mano.

Ella me la estrechó sin mucha fuerza, apenas rozándola, y luego miró mi escritorio como si lo evaluara.

—Supe que hiciste un buen trabajo ayer con el informe. Carter no es exactamente el más dulce.

—Solo hice lo mejor que pude —dije, sin querer sonar arrogante.

—Sí, pero no deberías esforzarte tanto —añadió con una sonrisa torcida—. Aquí no gusta la gente que intenta brillar demasiado. Sobre todo cuando aún ni sabe cómo funciona la máquina del café.

No supe qué responder. Su comentario no era solo una advertencia… era un límite. Un “cuidado con pasarte”.

—Gracias por el consejo —respondí con una sonrisa serena—. Aunque no vine a hacer amigos. Vine a trabajar.

Ella entrecerró los ojos apenas un segundo. Sabía que no le había gustado mi respuesta. Me dio media vuelta y se fue con pasos lentos.

En el transcurso del día, conocí a otros empleados. Algunos simpáticos, como Lucas, del departamento de TI, que me ayudó a instalar un programa sin que yo lo pidiera. Y Clara, una chica amable del área de Recursos Humanos, que me trajo un café “por si no te da tiempo de ir al comedor”.

Pero Kimberly… estaba siempre cerca. Observándome, midiendo cada movimiento.

En la reunión con Ethan, me senté en silencio, anotando cada palabra. En un momento, él me miró. Fue solo un segundo, pero bastó para que Kimberly también lo notara.

Y en su rostro apareció algo que no supe cómo describir. Celos. Orgullo. O quizá… miedo.

Cuando regresamos a la oficina, vi un sobre en mi escritorio. Lo abrí: era una carpeta con documentos duplicados. Falsos. Me giré, confundida, y Kimberly me lanzó una mirada inocente.

No sabía por qué lo hacía. Pero algo me decía que tendría que estar muy atenta.

La batalla silenciosa había comenzado.



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En el texto hay: espiritual, dios, judios

Editado: 20.05.2025

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