Para Este Tiempo

Capítulo 20: Sus ojos y el silencio

Narra Ester

No era la primera vez que lo veía desde lejos, pero algo fue distinto aquella tarde.

Estaba en la sala de descanso con Gabriel y Laura, hablando de algo sin importancia —creo que sobre qué cafetería hacía el mejor latte en Manhattan— cuando lo sentí. No lo vi llegar, no oí pasos. Solo lo sentí. Como si su presencia llenara el aire.

Y entonces lo vi.
Ethan estaba allí, apoyado en el marco de la puerta, con esa expresión de calma inquietante que a veces usaba cuando pensaba demasiado. Me estaba mirando.

No como un jefe. No como un hombre molesto por algo.
Era otra cosa. Algo que me atravesó sin palabras.

Nuestros ojos se encontraron, y por un instante, todo lo demás desapareció. Los murmullos, el ruido de la máquina de café, las risas. Sólo quedábamos él y yo, en ese pequeño espacio invisible que se forma cuando dos almas se reconocen.

Sentí calor subir a mis mejillas. Bajé la mirada. Sonreí, sin querer.

¿Qué estás haciendo, Ester? —me reprendí por dentro.
Él es tu jefe. Está casado. Vive en otro mundo. Un mundo donde tú no perteneces.

Pero por más que me decía eso, no podía negar lo que había pasado.

Ese día, al llegar a casa, mi tío no estaba. Aproveché el silencio y me arrodillé junto a mi cama. Cerré los ojos, respiré hondo y hablé con mi mejor amigo: Dios.

—Padre… estoy confundida.
Hay algo en mi corazón que no estaba allí antes. Algo que no pedí. Algo que me asusta. Tú sabes lo que siento, aunque yo no quiera decirlo. No quiero hacer nada que te desagrade. No quiero confundirme. No quiero dañar a nadie… ni a mí misma.

Sentí que mis ojos se humedecían, pero no lloré. Había aprendido a convertir mi vulnerabilidad en oración.

—Si esto no viene de ti, Señor… sácalo de mí. Pero si viene de ti… guíame con tu luz. No me dejes perderme. Solo quiero hacer tu voluntad.

Permanecí en silencio por varios minutos. La paz fue llenando mi pecho.

No sabía si lo que estaba naciendo en mi corazón era amor o solo admiración.
Pero sí sabía una cosa: Ethan BlackWood no era cualquier hombre.

Y yo… ya no era solo la asistente esperanzada que entró temblando a su oficina el primer día.

Algo estaba cambiando.

Dentro de mí.
Dentro de él.

Y aunque no podía decirlo en voz alta, en lo profundo sabía que el destino… estaba comenzando a hablar.



#1671 en Novela contemporánea
#1600 en Joven Adulto

En el texto hay: espiritual, dios, judios

Editado: 20.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.