Para siempre

Eduardo

Me estacionó fuera de la casa de mi familia, por fuera está igual que como cuando yo aún estaba aquí, por fuera tiene un gran porton  negro y grandes muros las resguardan del resto de la calle. Es casi imposible que alguien brinque sus muros y si eso sucede por dentro hay vigilancia. Siento temor de entrar, apenas me devizan por las cámaras y al acercarme al timbre abren la puerta. Me asomó un poco y Bonita me recibe despampanante. Sus cabellos blancos se funden entre los pocos más oscuros que aún quedan en su cabeza. Su rostro aún es hermoso a pesar del paso de los años. Siempre ha sido una persona generosa y humilde, tan censilla que siempre fue un ejemplo para mí. Sus brazos son el mejor consuelo cuando necesitamos un abrazo. Pasó toda su vida sirviendo a la familia y ahora vive aquí en la casa, aún se hace cargo de varias tareas, pero ya no son su responsabilidad.

Una enorme sonrisa se asoma resaltando aún más sus líneas de expresión. Extiende los brazos ofreciéndome un abrazo. Me lanzó a sus brazos y todos mis temores caen. Ahora siento lo que es un hogar. 

Me suelto de ella y nos dirigimos a la casa pasando entre el enorme jardín. De niña aquí solía jugar yo sola, ya que mis primos preferian una vida llena de lujos. Su pasatiempo favorito era asistir al club y practicar algún deporte, mientras yo comenzaba a enamorarme de la música; pero no cualquier música, si no la que yo producía.

—cuanto tiempo sin verte por está casa— interrumpe mis memorias Jobita.

— solo ah sido un mes o un poco mas— respondo.

— se ha sentido como si fuera mucho mas— responde de manera honesta.

Entramos por la cocina abrazadas aún y dentro todas las empleadas están preparando el festin de esta noche. No puedo describir la combinación de olores y sabores, pero tampoco se me antoja. 

— iré a ver a mi madre— le digo mientras la suelto y me encamino a la puerta que dirige a la sala.

— está terminando de arreglarse— me responde Jobita mientras se pone a cocinar. 

Atravieso la gran sala y subo la escalera en busca de la habitación de mi madre.

Se escuchan varios murmuros mientras me acercó, pongo la mano en la manija aún pensando si entrar o salir corriendo. La razón por la que no me siento Agusto aquí es porque siento no encajar, todos tienen un futuro o están trabajando en el, mientras yo vivo feliz cada día, descubriendo nuevas cosas, conociendo el amor al lado de mi pareja. Cada día que despierto Eduardo es mi razón de levantarme y comenzar el día, porque se que estoy incluida en sus planes. Desde hace tiempo me ha dicho que desea enfocarnos en mi musica, vivir juntos y formar una familia; no lo sé, lo de formar una familia. Siento que de cierta manera soy muy irresponsable, no me creo capaz de cuidar a una personita que no sea yo.

Sin pensar doy vuelta y abro la puerta, dentro esta mi madre, mi hermana y mis primas.

Todas ayudando a mi madre a cambiarse y combinando joyas con su vestido. Todas voltean a verme con cara de sorprendidas. Hoy cambie mi look desalineado por un vestido elegante negro y unos labios muy rojos. Sonrisas borran su expresión y me dan la más cálida bienvenida.

—Italia!!— gritan y mi prima mayor Fátima  se encamina a recibirme. Siempre eh tenido un poco más de complicidad con ella. Compartimos muchos momentos y secretos, ella me apoya y siento que de alguna manera me quiere. 

No lo dudo y la abrazo en forma de saludo, hace tanto tiempo que no la veía.

— Te vez hermosa— le digo mientras aprieto un poco más nuestro  abrazo. Y es verdad, siempre ha sido muy bonita, su figura muy esbelta, cabellos muy negro y con un corte muy favorecedor para su rostro. Sus cabellos apenas llegan a sus hombros, es la más sentimental y generosa de la familia, nunca juzga ni ve mal a ningún miembro de la familia y me alegra mucho que esté ella aquí.

— muchas gracias, pero tú te vez despampanante!!— grita mientras me suelta y me recorre con la vista de arriba a abajo.

Me ruborizó un poco y todas me invitan a arreglarme un poco más con ellas. Realmente no me hice nada más, pero si le ayude a mi hermana con las pestañas y a ayudarla a elegir los pendientes.

Sin querer me adapto tan bien en este momento de risas y jugueteos, algunas platican sus anécdotas graciosas y otras solo reímos.

— bajemos a la mesa — nos ordena mi madre luciendo un vestido rojo hermoso. Siempre ha sido muy guapa.

Todas nos ponemos de pie y bajamos a la mesa en medio de más platicas. Me siento cómoda riendo con ellas. 

Nos acomodamos todas en la gran mesa y antes de que todas terminen de acomodarse veo la hora, falta media hora para las diez. Me siento nerviosa, pero una vez más intento marcar a su teléfono  y nada. 

—Toma asiento— me pide mi madre

La volteo a ver un poco dudosa entre disculparme o seguir con la reunión familiar. 

— siento mucho no poder quedarme más pero un compromiso importante aún por hacer— suelto todo sin pensarlo mucho.

Veo en su cara que la idea no le agrada en absoluto, sus ojos van hacia mi hermana. Imagino que ella estuvo de acuerdo y acepta.

—al menos estuviste un rato con nosotras— responde.

La abrazo y me disculpo en voz alta. Salgo casi corriendo atravesando el jardín, los tacones que llevo me estorban tanto y me tienen tan doloridos los pies. Pero aún así sigo corriendo a toda prisa.




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