Para siempre

Planes

Despierto y veo petalos tirados por el piso, las velas se consumieron y hay cera derramada en el piso. No me aguanto la risa y suelto una carcajada. A mí lado Eduardo se estremece y lo oigo gruñir ya que lo eh despertado.

—¿Cuál es la gracia?— pregunta somñolento

—mira este dessastre— apenas puedo hablar a causa de la risa.

Eduardo se endereza un poco a duras penas abre los ojos. 

—¿Que haremos?— pregunta algo asustado. Sin duda alguna nos tocará tener limpio antes de que lleguen los dueños.

Me observo y estoy completamente desnuda, un mantel me cubre apenas lo necesario y Eduardo suelta la risa al verme cobijada con el pequeño trozo de tela.

— No es tan caballeroso dejar dormir descobijada a su prometida— le digo 

No puede calmar la risa. Me siento avergonzada pero a la vez feliz de verlo contento y en pocas palabras; eso es el amor.

—vistamonos— le digo mientras busco entre la pila de ropa mi vestido.

Eduardo me ayuda con el vestido y yo busco mis zapatos mientras el se cambia. Termino vestida antes que el. Me acercó y tocó el botón de su pantalon, tomando ambas partes y lo abrochó. El me sonríe divertido.

— si estás así tendremos que volver a empezar— susurra en mi oído.

La idea es tentadora, pero me doy la vuelta porque tengo una mejor idea. Me acercó a la mesa y en mi bolsa meto todas nuestras pertenencias. Me aseguro que nuestros teléfonos estén dentro, mientras Eduardo se pierde de mi vista.

—¿Dónde estás? — grito asustada. Asoma la cabeza desde el fondo de la cafeteria

— estoy buscando un recogedor— me avisa 

Eduardo hechando a perder mi idea.

— ven aca— me acercó corriendo hacia el— tengo una mejor idea— lo tomo de la mano y lo estiró hacia la puerta. Por fuera escuchamos el ruido de un auto al apartarse.

Eduardo me mira asustado. Yo solo le sonrió mientras se me ocurre algo. 

— escondamonos— le digo mientras lo estiro hacía atras.

— nooo— trata de detenerse—¿Estás loca?— no fue una pregunta si no una afirmación. Ahogó una carcajada al decirme eso, después tendremos tiempo para enojarme por decirme así.

El sonido de una llave en el cerrojo de la puerta lo hace obligarse a seguirme.

Permanecemos en cilencio a pocos metros de la puerta de entrada. El dueño abre la puerta y entra, se acerca y sus ojos no ven el gran desorden dentro de su local. Incluso hace unos momentos yo tampoco me había percatado del gran revuelo que habíamos ocacionado. Dos mesas estaban tiradas al igual que la botella de vino que estaba tomando Eduardo antes de que yo llegara.

Los pétalos habían dejado de parecer algo bonito ya que no se cómo pero los desordenamos y aplastamos mientras hacíamos el amor. Las mejillas me ardieron ya que mientras nos besábamos tomamos y comimos y una vez qe el vino hizo efecto no me embarre de chocolate e hice a Eduardo comerlo. Sentí aún más pena cuando mi brasier  aun estaba tirado en el piso, Eduardo también lo vio y contenía la risa parado detrás de mi.

Hace un momento yo no recordaba que habíamos tomado ya que no sentía ningún tipo de resaca. 

 

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