Para siempre

Bocadillo

Estoy tirada en la cama descansando, los pies me duelen de usar tacones, no hubo mucho que hacer en la empresa hoy, más que estar al pendiente de todo. Estuve toda la mañana imaginando que entraba por la puerta con algún pretexto para verme y no fue así; tampoco me llamo que fuera a su empresa, ni supe que preguntará si fui o no. Quizás solo le sirvo aquí y malinterprete las cosas, si hubo un beso, pero también un rechazo y eso vale más. Doy un gran suspiro, tengo una bolsa de galletas, estoy en modo depresivo y lo peor es por algo que ni fue. Mamá llamo ayer y se alegro porque estuviera trabajando, a ella le está llendo muy bien y tuvo que alargar sus días por allá. No me necesita en su empresa porque la dejo en manos de su asistente. Ayer tuve una clase virtual sobre lenguaje HTML, estuvo interesante pero hay cosas con las que se nacen y yo soy buena en eso. Quise ir al panteón pero me siento hipócrita, ¿Que puedo decirle? ¿ Que ya bese a alguien más desde que no está?. Tengo la cabeza echa un lío entre mi conciencia y el hombre que me hace sentir de nuevo.

Tengo ganas de salir, me levanto y calzo unos botines Altos y un pantalón de piel, un top de tirantes y cubro mis brazos con una cazadora verde militar. El cabello lo dejo con los rizos que llevaba al trabajo hoy, solo para que me viera bonita. Pero a quien trato de engañar, no tengo el tipo de belleza que seguramente a él le gusten. Retoco mi maquillaje y salgo a la sala. La casa está vacía, soco salió por trabajo y me quedaré sola algunos días, no me apetece estar aquí porque en los momentos de soledad es cuando la depresión comienza a hacecharme. Abro la puerta de la salida y me aseguro de dejar bien cerrado para cuando vuelva. Meto más llaves dentro de mi bolso negro y opto por las escaleras para perder tiempo. Camino sin rumbo fijo por la acera, comienza a hacer frío, siento el aire fresco calarme en los brazos, me abrazo a mi misma un poco, las tiendas están llenas de regalos navideños y luces, muchas decoraciones de santa claus por todas partes. No eh buscado los regalos para mi familia, pero lo haré con mi próximo sueldo. 

Paso por una cafetería y se me hace agua la boca por algo tibio, entro y me siento feliz, huele riquísimo a pasteles y café, inspiró profundo el delicioso aroma. Hay varias mesas para disfrutar aquí, tienen un mostrador con varias tortas, postres, galletas, tartas y bocadillos. Todo se ve muy rico, me acerco con el chico que despacha para ir pidiendo un café primero. Hay poca gente aquí dentro, todos acompañados. 

–Un expréss con poca azúcar – le pido sonriendo a la chica que va a atenderme. 

–¿Algo más?– me pregunta con una sonrisa

–Por lo pronto solo eso.– le respondo y ella asiente. Me quedo parada esperando que me lo preparen, mientras hecho un vistazo para elegir un postre. Me siento nostálgica y triste, la soledad no es buena consejera. 

–Aqui tiene– me entrega la taza de café– enseguida le llevo la carta para que elija un pastelillo– me sugiere con amabilidad 

–Gracias– le respondo mientras me doy la vuelta con cuidado de tirar mi café, busco con la vista una mesa para sentarme y me encamino con lentitud. 

Algunas personas me mirar mientras me siento sola, trato de evitar poner atención a eso y a mi corazón apachurrado. Se escucha el sonido de la puerta abrirse y cerrarse, le hace falta un poco de aceite porque rechina mucho. Aquí todo está delicadamente decorado, es un lugar muy acogedor, de esos donde estarías con una manta leyendo un libro y comiendo pastel. Eduardo y yo éramos de visitar muchos lugares para probar la comida, no teníamos lugares preferidos, nuestro apetito quería descubrir lugares nuevos. Amábamos el café, de vez en cuando compartíamos una taza juntos, al igual que compartíamos la vida, a su lado yo tenía compañía, si el estuviera yo no estaría sola.

–¿Ahogando las penas con café?– me sobresalto al escuchar esa voz. Me giro bruscamente para verlo parado a mi lado con una taza de café en las manos. 

–¿Que haces aquí?– le pregunto asombrada.

Se encoge de hombros– es evidente que quiero tomarme un cafe– dice como si fuera lo más natural del mundo. 

–¿Le molesta si me siento a su lado señorita?– me pregunta y sin esperar respuesta jala la silla con cuidado y se sienta. Esta aquí pero no luce como otras veces, se le ve agotado. Le sonrió pero desvío la vista cuando la clava en la mía. 

–¿No va a pedir algo más?– me pregunta, está platicador el día de hoy.

–Aun no me decidía–le respondo tímida.

–Entonces permítame elegir por usted– me sonríe carismáticamente y se levanta. No sé si le callo bien el café o está más amable que nunca. 

  Lo veo irse, ahora los de las otras mesas ya no me ven con lastima por estar sola, ahora es con envidia por el guapísimo que tengo al lado. Sonrió con suficiencia aunque es una farsa porque solo es mi jefe y nadamas. 

–Espero tener buen gusto– dice cuando viene de regreso poniendo un palito con varios bocadillos mientras se sienta, me quedo plasmada viendo el plato, hay galletas, uvas ,fresas, avellanas, rebanadas pequeñas de pastel, muffins de chocolate. Abro los ojos sorprendida, quisiera comerlo todo. –adelante– me insiste al ver qué no pruebo nada. Alzó la mano tomando una cuchara para probar un pastel, lo llevo a la boca y me derrito con el sabor, es muy delicioso, hago gestos con las cara– está riquísimo– le digo cogiendo un poco más. 

–¿Haber?– me pregunta quitándome la cuchara de la mano y llevándose a la boca. Se me entrecorta la respiración cuando veo que comimos con el mismo cubierto, de lame los labios y me quedo con cara de Mensa viendo al hombre de ojos miel saborearse. Recuerdo sus besos sobre los míos y mi entre pierna comienza a humedecerse, me pongo un poco roja, de pronto hace mucha calor.




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