Para siempre

Luna de miel

No cabe duda que el cuerpo se relaja después de una buena dosis de sexo, me rugen las tripas hambrientas, me levanto sintiendo relajado cada músculo de mi cuerpo, me dirijo en shorts a la cocina en busca de un café, para mí buena suerte es temprano aún, caliento el agua mientras me doy una ducha rápida, envuelta en el albornoz regreso a la cocina, mi ánimo es el mejor en estos días.

–¡Por dios mierda!– gritó en cuanto veo a los dos sujetos teniendo sexo encima de la mesa. Soco se cubre con las manos mientras Víctor trata de tapar con su cuerpo el de mi mejor amiga.

–¡Mierda Italia!– grita la mujer –Crei que no estabas– todos gritamos a la vez, incluso Víctor. Me regreso corriendo a mi cuarto con la repugnante imagen en la cabeza. El trasero de Víctor, contengo la risa con una mano en la boca. Me visto a toda prisa, antes no solté mi toalla con la impresión. Salgo vestida y los encuentro sentados en el sofá, ya vestidos también.

–Sentimos mucho dañar tu virginal mente – comienza Víctor y le lanzó una mirada molesta.

–Son unos malditos cerdos– les contesto– en esa mesa comemos decentemente– está vez me dirijo a mi mejor amiga.

–Perdonanos– dice con tono de suplica– cuando vimos que tenías crema batida no pudimos resistir– sigue con voz apenada y no puedo creer lo que dice.

–No quiero saber los detalles! – gritó moviendo las manos, no estoy molesta, esto es tan vergonzoso para ellos como para mí.–ahora me iré al trabajo y cuando regrese espero ver esa mesa limpia– salgo casi corriendo sin escuchar su respuesta, son un par de dementes.

En la oficina no hay tantos deberes como siempre, mis tropas vuelven a rugir ya que no pude comer nada por la sorpresa que me dieron mis amigos. La cafetería está un poco llena de más personas, pero resalta una entre ellas. El cabello rubio, el traje a la medida resaltando su operada figura, me arde la cara de pena y evito a toda costa toparme con ella.

–Italia!– grita saludando me con su chillona voz y no me queda otra que saludarla, aunque no puedo, siento como si a cada momento ella me reclamara algo.

–Hola– le digo tímidamente, de cerca se le ve la piel muy bronceada y lleva en el cuello una piedra del tamaño de un diamante.

–¿Te gusta mi collar?– pregunta presumiendo, asiento con la cabeza. Pero una marca roja en su cuello toma mi atención, lleva un chupetón, me duele el pecho, es obvio que entre ellos hay intimidad, tengo necesidad de llorar pero no puedo hacerlo delante de ella.

–Es... Bonito– titubeó y ella sigue muy animada.

–Me lo regalo Alexander – alza las cejas presumiendo, se le ve mucha maldad – también un viaje– continúa como si deseara que me enterará de todo, trago el nudo, por un momento es como si ella sospechara algo.

–Que bonito gesto– digo sin saber que más agregar.

–Ya nos lo mereciamos– me dice mientras toma mi brazo dirigiendome a la salida. – No podía creer que dejara su oficina tanto día para irnos de vacaciones– pega pequeños saltitos de alegría fingida.

–Valla me alegro– miento, mientras nosotros nos matabamos en el trabajo el estaba de vacaciones con su esposa, regreso y yo estuve para el, creyéndole como siempre. – Debo regresar a mis deberes– le digo y salgo casi corriendo al baño, las lágrimas amenazan con salirse y no puede ser en presencia de ella. Me encierro en un taburete y lloro, por todas las cosas asta hoy, ¿Quién puede ser estúpida dos veces con la misma razón? Soy tan tonta, tan ilusa, me falta tanto amor propio para entender que esto no va bien. Quizás si hago un escándalo ella se entere y al fin me despida, si su esposa se entera entonces ya no estáre más a su lado, es lo que necesita, soy yo quien está pagando los platos rotos a cada nada. Limpio mis ojos y salgo, evito el contacto visual ya que debo de tenerlos super rojos, me salto a su secretaria que se queda mirándome, abro la puerta sin tocar y está con la vista fija en un documento, alza la cabeza molesto por el atrevimiento, pero se suaviza un poco cuando me ve. Me voy directo a su escritorio lanzando todas las hojas y carpetas al piso.

–¡Eres un maldito mentiroso!– le gritó y frunce el ceño confundido.– mientras sacabamos todo a flote tu estabas muy agusto– le ladro apuntándole con mi dedo.

–Eres mi empleada– dice molesto– se supone que trabajan este o no presente. No puedo creer su descaro, me hierve la sangre y me lanzó sobre el dándole una bofetada, intento una segunda pero toma mi mano, tiene los ojos llenos de irá y la marca de mi mano en la mejilla.

– Agradece que eres una mujer– pronuncia entre dientes, luego me suelta empujando me hacia atrás.

–¿Debio de haberte dejado muy insatisfecho tu esposa no?– está vez no me contengo y algunas lágrimas ruedan. Pone cara de no saber de qué hablo, sabe fingir bastante bien.

–¿De que mierda hablas?– me reclama.

–Que mientras tu estabas en tu luna de miel yo estaba aquí imaginando tantas cosas y preocupada por ti– le lanzó más golpes por el pecho, hace una mueca y atrapa mis manos echas puño. –No puedo creer asta donde puedes llegar– lloriqueo mientras intento safarme.

–Eres una maldita loca– dice sereno– no se de donde sacas todas estas cosas– habla en voz baja meditando.

–Tu propia esposa me lo dijo– respondo– Tienes derecho– sorbo el moco que se escurre por mi nariz– solo no vengas a mi después de pasar días con ella– le reclamo, me suelta y lo veo retroceder, lleva las manos a su camisa abriendo los botones, ¿Piensa en coger?. Destapa un poco su pecho y tiene una gasa manchada de tinte rojo, ¿Es sangre? Me llevo las manos a la boca sorprendida.




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