Para siempre

Dormida

Despierto al sentir la mano dormida, no abro los ojos, me siento cansadísima y los ojos pesadisimos aún, intento cambiar la postura, la cama huele riquísimo y las sabanas son demasiado suaves, ¿Dónde las compré? Pestañeo un poco restirando los brazos, es el mejor sueño que eh tenido en años, la luz del día se cuela un poco por mis pestañas, abro los ojos lentamente, pero me aterro al desconocer la habitación, ¡Mierda! Me giro bruscamente topandome con un Alexander vestido de negro, el cabello lo lleva perfectamente arreglado, acomodando su Rolex parado junto a la puerta.

–¿Ya vas a cuidarme o seguirás malditamente dormida?– se queja molesto, ahora lo recuerdo, anoche estaba tan mal, lo escuché vomitar varias veces, me quedé dormida esperando qe regresará del baño y ya no supe nada asta ahora. El enfado se nota en su cara, si no lo olvidaba yo también estaba molesta, anoche parecía una fiera cuando llegue, su cara llena de maldad me herizo la piel, cosa que se suavizó en cuanto escucho que había sido Samanta, la punzada dentro de mi corazón aún duele, lo que teníamos lo están fracturando todas las preguntas que tengo, olvidó todo en cuanto supo que había Sido ella, ¿Cuánto podría olvidar si yo le hiciera algo así?, ella es su esposa y está negando eso.

–Debo regresar a mi casa – me apuro a levantarme.

–¿Te molesto quedarte aqui?– inquiere

– La que debería de estar molesta es tu esposa– digo mientras recojo mis zapatos del piso– estoy invadiendo su lugar. Camina hacia mi y siento las manos torpes de los nervios.

–Te eh dicho que no tengo esposa– dice serio mientras se agacha a recoger mi zapatos, ambos en cuclillas me ve fijamente.

–Anoche estabas con ella– lo acuso sin pensar.

–No estaba en mis cinco sentidos– responde sin apartar la vista.

–Tambien te escuchar perdonar sus actos– digo con un hilo de voz, aunque no pasa por desapercibido el toque de celos que hay en mi voz., lo veo apretar la mandíbula. Me toma de las manos y poniéndonos de pie.

–No perdono nada y a nadie– dice con voz fría– solo no le puedo hacer nada– su mirada es oscura y sin pensar suelto.

– porque es tu esposa– me encojo de hombros, sujeta mi mandíbula con fuerza mientras sus ojos intentan comerse los míos.

–Que te lleven a tu casa ahora – ordena– no tengo tiempo para distracciones. – me suelta dándome la espalda mientras se va por la puerta, soy una distracción para el, intento contener las lágrimas. Salgo a las sala, donde esta parado con la vista fija en el teléfono, cuatro de sus hombres esperan sus órdenes.

–Se aseguran que entre– les ordena a ellos, luego se gira hacia mi– luego te busco– continúa frío, me arden los ojos con las lágrimas a punto de desbordarse.

–¿Cuando?– me atrevo a contestar–¿Cuando quieras saciar tus ganas de coger? – alza la cabeza sorprendido, sus hombres siguen con la misma postura como si no hubieran escuchado nada.

–¡Largo todos! – su grito me hace respingar incluso a mi. Ellos desaparecen como fantasmas, no puedo negar que tengo miedo, pero estoy arta de sus caras y tratos.

–¡¿Que mierda es todo esto?! – me encara, veo como respira rápidamente preso del enojo–¿Crees que soy un pendejo para que me hables así delante de mis hombres?– explota –No eh llegado asta donde estoy dejándome que alguien me hable así – las aletas de la nariz se abren.

–Entonces quédate solo– me atrevo a responder– quédate sin mi– lo veo reírse y me hace sentir menos, pero me da valor para soltar todo lo que no me gusta– ¿Crees que yo soy tu amante en turno a quien usas cuando te apetece? – agradezco al dios de los dramas que las lágrimas no quieran salirse está vez, el está cabreado, yo también lo estoy y mi ego de mujer no me permite seguir en esta situación un segundo más – ¿Me das mi lugar o me largo?– lo desafío y tuerce los ojos

–No podrías estar sin mi– da un paso en mi dirección

–No me pongas a prueba– retrocedo– te puedo amar mucho pero si no me tratas bien me iré de tu lado– no es un chantaje y el lo sabe, lo amo pero también me amo, mis padres de dieron alas y ni ellos pudieron detenerme, yo soy un ave viajera, rebelde que busca su libertad.

–Y te aclaro de una vez que cogemos cuando me de la gana– termina de llegar asta mi tomando mi cintura con fuerza.

–Eso si yo también quiero – vuelvo a retarlo sintiendo su erección en mi pierna.

–Siempre quieres de mi– dice y sin más se come mi boca, con la misma felicidad de siempre –Yo soy tu hombre y tú eres mi mujer– dice contra mis labios subiendo me a su cintura, se encamina conmigo al sofá, donde se recuesta conmigo encima.

–Cuidame Alexander– respondo con voz entrecortada.

–¡Maldita sea! – lo escucho gruñir mientras rasga mi vestido dejando mis pechos expuestos. Se prende de ellos con hambre, haciéndome sentir la ropa humeda, sus manos van asta allí haciendo la ropa interior a un lado, ya conocen el camino y resbalan por mi entrada con facilidad. –Te daré demasiado duro para que aprendas a controlar la lengua delante de mis hombres– entra de una estocada haciéndome soltar un grito, muerdo su hombro para minimizar los gemidos.

–Me la comeré toda para recordarte que ni dos mujeres juntas son como yo– digo entre gemidos sintiendo el más grande placer, todo lo soyo entrando sin piedad, llegó al climax sin ninguna dificultad explotando en mil pedazos entre sus brazos, calentandome la ecena de mis pechos rebotando en sus estocadas.




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