—¿Quieres pasar el rato en mi casa? —me pregunta apenas bajamos del autobús de regreso.
Es la mejor idea que se le puede haber ocurrido, pero seguramente Elena irá de chismosa con mi padre. Lo pienso, después de todo no dijo que estoy castigada, así que por qué no.
—Está bien —contesto tímidamente—. ¿Podemos hacer una parada en mi casa? Solo dejo mi mochila y veo que todo esté en orden.
—Sí, está bien.
Puedo irme sin decir nada, pero sé que mi padre haría un nuevo escándalo de ello. Llegamos a mi casa, corrección, ex casa, y lo hago pasar.
—Voy a ir con Jake a su casa, volveré antes de la cena —grito a Elena y me dirijo arriba a dejar mi mochila cuando ella me interrumpe.
—Jocelyn, no creo que tu padre esté de acuerdo, además no sé quién es él.
—¡Ah, perdón! —me doy un falso golpe en la cabeza—. Elena, él es Jake, es mi compañero de la escuela, además es nuestro vecino. Jake, ella es Elena. No te preocupes por mi padre, él conoce a Jake desde que nació.
No le doy más explicaciones.
—Sí, creo que me parece haberte visto por algún lado —dice mi madrastra.
—Un gusto conocerla, señora —saluda Jake y yo resoplo por lo de “señora”—. Sí, vivo como a dos cuadras de aquí, no se preocupe por Jocelyn, yo la acompañaré de regreso.
La veo dudar y cuando se da cuenta de que no puede ganar, porque de cualquier manera me iré, desiste.
—Está bien, pero regresa antes de que llegue tu padre, por favor.
Casi se escapa un “gracias” de mi boca, pero luego recuerdo que no tengo nada que agradecerle y simplemente la ignoro.
Me apresuro a dejar mis cosas y tomo otra chaqueta de mi armario por si hace más frío, que obviamente lo va a hacer, tomo mi celular y salgo.
—Ya podemos irnos —me dirijo solo a Jake mientras paso por el lado de Elena.
—¿Adiós? —quiere hacerse notar ella, solo la miro y sigo adelante.
—Hasta luego —escucho que él se despide.
Caminamos un par de metros en silencio, mientras trato de volver al buen humor que tenía antes. Realmente no hemos tenido un momento a solas donde poder hablar de todo lo que hemos callado todos estos años y por ello siento una nerviosa anticipación apoderándose de mi estómago.
—Nunca te había visto ser grosera antes —comenta Jake medio divertido—, es… interesante.
—¿Quieres verlo de nuevo? —lo reto.
—Si es conmigo, no, por favor.
—Cállate —lo empujo.
Pasamos un par de casas más, mientras yo comparo mis recuerdos con la realidad ante mis ojos. Algunas casas han cambiado de color, otras están simplemente diferentes. Tal vez he idealizado demasiado este lugar.
Jake camina con las manos en los bolsillos y la mirada hacia el suelo, me recuerda a mí en el primer día de clases.
—¿Está tu mamá en casa? —pregunto solo para estar segura. Si la mía no está, cualquier cosa ha podido pasar en estos años.
—Debe de estar donde mi abuela, pero no debe tardar.
—¿Y tu padre sigue trabajando en la universidad?
—Sí… y mi hermano comenzó la universidad este año, en Columbia. Así que estoy solo en casa.
—Eso es bueno, bien por Scott. ¿Qué decidió estudiar? ¿Y por qué Columbia?
—Negocios. Solo por desafiar a mi padre. Supongo que le irá bien, ya sabes que no sólo es inteligente, también es popular.
—Sí, lo recuerdo… ¿Y la casa del árbol? ¿Sigue en pie?
—De hecho estaba muy deteriorada, pero Scott y yo la arreglamos antes de que él se fuera a la universidad, ya la verás.
Llegamos a la casa de ladrillos rojos que veía en mis sueños, tal como la recordaba. Casi podía vernos entrar por esa puerta siendo unos niños y sentarnos en el pequeño jardín trasero cuando había sol o hacer muñecos de nieve en la acera cuando nevaba. Casi podía volver el tiempo. Casi, pero no.
Jake saca la llave de su bolsillo derecho mientras terminamos de subir los pocos escalones hasta el porche delantero.
—Bienvenida de nuevo al hogar Johnson —recita antes de abrir la puerta con mucho dramatismo.