Han pasado unos días desde la canción en el árbol. Ahora Jake pasa todos los días por mí, caminamos hasta la parada del autobús y almorzamos juntos, bueno junto a Bryan, su amigo y Meryl, no puedo dejarla sola. Hacemos el mismo recorrido de vuelta y lo mismo al día siguiente. Pero esta mañana cuando escucho el auto de papá irse más temprano de lo habitual, tengo la idea de hacer algo diferente.
—Buenos días, Jocelyn —–saluda Elena apenas entro en la cocina, ella desayuna.
—Sí, lo mismo para ti —gruño. Nunca le diría buenos días.
—Tu padre tuvo que irse más temprano a su trabajo, tenía una emergencia, pero podemos desayunar juntas.
—Gracias por la información y no gracias, yo también me voy —anuncio y comienzo a salir.
—Debes desayunar, además tu amigo no ha llegado aún por ti.
No respondo a aquello, voy hasta un gabinete y saco un par de barras de cereales y la miro como diciendo: ¿contenta? Y salgo sin más.
Pero tiene razón, es temprano para que Jake esté aquí y sonrío mientras camino para sorprenderlo. Abro una de las barras de cereal y disfruto de mi desayuno bajo un cielo resplandeciente, hoy será un buen día.
Cierra la puerta de su casa y baja las escaleras deprisa, corre hasta la acera y se detiene de golpe al verme a un par de metros de distancia. Incredulidad en sus ojos.
—¿Qué haces aquí? —pregunta mientras termina de llegar a mi lado. Sonríe todo el camino.
—Esperarte —contesto como si nada—. ¿Vienes o no? —comienzo a caminar mientras él me sigue, negando con la cabeza.
—¡Oye! —me quejo mientras lo veo tomar un pedazo de mi barra de cereal—. Es mi desayuno.
—¿Qué? ¿Por qué no desayunaste en casa?
—Mi padre no estaba y no desayunaría a solas con Elena.
—Toma —me ofrece de vuelta el pedazo.
—Claro que no, ya lo tocaste —es solo broma, no soy asquerosa o algo así.
—Es tu desayuno, come —intenta meterlo en mi boca mientras yo corro y ambos reímos.
Mientras nos reponemos de la carrera y esperamos el autobús, termino de desayunar, él no parece contento con ello. Casi puedo verlo soltando el discurso de que el desayuno es la comida más importante del día, pero se abstiene al ver mi mirada de advertencia.
—¿Por qué no le das una oportunidad?
—¿A quién o qué?
—A Elena —y mi sangre se congela.
—¿De qué rayos estás hablando? —pregunto a la defensiva, esto no va a acabar bien si él se pone de su lado.
—Digo… ella no es la mujer con la que tu padre engañó a tu madre, ella conoció a tu padre mucho después. No parece mala persona, no tiene la culpa de lo que pasó antes con tu familia y sé que tal vez nunca sean amigas, pero por lo menos podrías desayunar en paz con ella ¿No?
—NO —aseguro rotunda. Sé que lo que dice Jake suena muy lógico, pero simplemente no puedo, no se siente bien—. Ella nunca será mi madre.
—Lo se… —suspira pesadamente como si no supiera como explicarme lo obvio, pero afortunadamente el bus llega y ahí muere la inútil conversación.
—Fin de la conversación —sentencio antes de entrar.
—Ok —asiente levantando las manos en señal de rendición—. Lo intenté.
Estoy en la fila esperando recoger mi almuerzo cuando unas chicas detrás de mí comienzan a reírse. Todos los vellos de mi cuerpo se erizan anticipando un mal momento.
—¿Sabes? —comenta una de ellas a la otra—, no tener mamá debe ser horrible.
—Por eso puedes entender que las chicas huérfanas se vistan horrible —contesta la otra.
—Oh no, Lara. Nada es una excusa para vestir mal, a lo mejor su mamá tenía mal gusto también.
En este momento tengo dos opciones. Opción a) hacer de cuenta que no oí nada, que aquellas chicas no están hablando sobre mi madre y sobre mí y que no son crueles a propósito. Opción b) olvidar por completo mi naturaleza antiviolencia y hacer que sus malditas bocas se callen. Resultado: sin duda opción b.
Ni siquiera tiene tiempo de reaccionar, cuando me abalanzo sobre Gina y comienzo a halar su perfecto cabello y a darle golpes mientras ella grita tratando de salir de debajo de mí.