—Muchas cosas pueden pasar en cinco años. ¿Por qué no vemos cuáles son esas cosas? —comento mientras estamos en el parque pasando el rato.
—Suena bien.
—Cada uno hace una pregunta al otro, de cualquier cosa que quiera saber ¿Está bien?
Me inquieta un poco, pero definitivamente yo quiero ser quien más conozca a Jake, así que quiero saber qué tanto ha cambiado en estos años.
—Ok, empieza tú.
—Las damas primero.
—¡Oh, por favor! Las mujeres no somos inválidas o algo así para obtener trato preferencial —mi vena feminista se manifiesta.
—Después no te quejes si ya no existen los caballeros —dice con burla.
—Está bien, está bien. Comienzo yo —lo pienso un momento y decido ir por lo básico—. ¿Tu color favorito sigue siendo el azul?
—Sí, claro. Como el cielo —contesta mirándome a mí y no al cielo—. Y por lo que vi el tuyo sigue siendo el amarillo ¿no?
—Así es… pensé en olvidarlo por un tiempo, por todo lo que pasó con mamá. No se sentía bien, no me sentía bien. Pero también era el color favorito de mamá, así que es como estar cerca de ella. Mi turno ¿comida favorita?
—Italiana… corrección: pizza. ¿La tuya?
—Italiana… corrección: espagueti. ¿Postre favorito?
Me observa y duda un momento sonriendo.
—Sorbete de manzana. Ahí va un cambio —dice— todavía puede cambiar. Depende de que otro postre sepas hacer. ¿El tuyo?
—Helado. Sí, lo sé, nunca cambiaré. ¿Artista favorito?
—Mmm…. Ésa es difícil. Por ahora estoy escuchando mucho a Ed Sheeran. La verdad depende de mi estado de ánimo. ¿Tú?
—Adele —digo sin dudar—. Qué tal si respondemos nuestras propias preguntas y hacemos otra.
—¿Es esa la pregunta?
—No —lo golpeo en el brazo—. Esta vez comienza tú.
—Está bien… ¿Puedes decirme algo que te haya pasado en los anteriores cinco años y que nadie más sepa? Yo te cuento lo mío. Al día siguiente de que te fuiste lloré. Como una niña —sonríe y yo lo miro sorprendida. Ya Scott me había dicho algo así, pero no lo menciono.
—Yo… escribí un cuento sobre ti, donde nunca nos dijimos adiós —ahora el sorprendido es él—. Y antes de que preguntes, no. No lo puedes leer porque es muy malo, tenía diez años y me da mucha pena.
Ríe a carcajadas y yo lo sigo sin saber bien por qué. En realidad no es gracioso, pero a veces la risa es la única alternativa al llanto.
—Está bien, me toca —continúo—. ¿Cuál es tu mejor recuerdo de la niñez? El mío es cuando fuimos a esa fábrica de dulces, ¿recuerdas? Nunca he vuelto a comer tantos en mi vida. Y seguimos comiendo en la casa del árbol y yo ya no podía más. Tú agarraste un chocolate medio derretido y me lo estrujaste en la cara porque realmente ya no podía tragármelo; yo te hice lo mismo y acabamos embarrados y sin respiración. Fue de las pocas veces que vi a tu mamá enojada, por cierto.
Jake echa la cabeza hacia atrás al reír y yo no puedo dejar de verlo. Se siente tan bien estar así.
—Bien, el mío —duda—. Ojala pudiera elegir uno solo, en realidad tú fuiste mi niñez y mi mejor recuerdo.
—Solo recuerda algo, no seas así.
—Ok, no creo que lo recuerdes, pero fue un día que tus padres nos llevaron al zoológico. Creo que teníamos ocho o algo así. Después de ver al tigre me dijiste que era un gato enorme y hermoso, pero que no querías volver al zoológico para verlo encerrado. Que lo más hermoso es andar libre y que ese tigre seguro no era feliz ahí. Incluso querías que te ayudara a liberarlo. Finalmente me dijiste: Jake, si algún día alguien te encierra yo te liberaré…
—Lo recuerdo —confieso con lágrimas en los ojos—. También te dije que probablemente tú tendrías que ayudar en tu liberación porque yo no era tan fuerte.
—Sí, pero lo intentarías… yo no soy un tigre encerrado, pero a veces las jaulas no son materiales —dice él—. Y lo cumpliste, yo me sentía prisionero de mí mismo, pero ahora contigo me siento libre de nuevo.