—¿Vamos a la playa hoy? —me pregunta Jake mientras desayunamos.
—Sí, creo que todavía te falta un poco de color —bromeo y él saca su lengua.
—¿Puedo ir con ustedes? —propone Kevin.
Miro a Jake por su respuesta, solo me da un asentimiento, aunque sé que prefiere estar a solas conmigo, también quiere mucho a Kevin y sabe lo que es tener un hermano mayor.
—¿Qué dices, tía? —todos volteamos a verla esperando su respuesta.
—No lo sé… estos dos —nos señala—, apenas tienen ojos para otra persona. ¿Cómo cuidarán a un niño en la playa llena de gente?
—¡No soy un niño! —se queja Kevin.
—¡Tía! Sabes que ante todo soy responsable, además podemos ir donde no haya mucha gente.
—Está bien… ustedes ganan.
Estoy pasando unos días maravillosos al lado de Jake. No me imagino volver a la rutina de Nueva York. Pasamos todas las horas permitidas juntos y las noches chateando a metros de distancia hasta muy tarde. Ahora caminamos de la mano con rumbo a la playa, con Kevin delante de nosotros mirando algo en su teléfono. Me preocupa que choque con algo por eso lo mando delante para vigilarlo. Dice que se reunirá con unos amigos de su escuela en la playa y sospecho que hay una chica de por medio también.
—¿Te parece si nos bronceamos un rato o prefieres ir a nadar? —pregunto a Jake.
—Descansemos un rato.
—Ok.
Jake se sienta en la arena, mientras yo busco mi bloqueador solar entre las cosas de mi bolso.
—¡Ahí están mis amigos! —grita mi primo sobresaltándome—. ¿Puedo ir con ellos? Tal vez juguemos algo de fútbol.
—Está bien, pero no te alejes demasiado de mi vista o sino iré a buscarte.
Sale corriendo sin mirar atrás. Cuando se va arrojo mi bolso a un lado, tomo mi camiseta por el dobladillo y la saco por encima de mi cabeza, cuando miro a Jake lo encuentro con los ojos casi salidos de sus órbitas y la boca entreabierta. Me siento desnuda por un momento y tengo la necesidad de cubrirme de nuevo y de matar a Meryl por haber comprado a escondidas este conjunto para mí. Dijo que tenía muy buen cuerpo como para taparlo tanto. Me sorprendió de ella, pero al final me convenció de aceptarlo. Es un bikini rojo. La parte de arriba es de lo más revelador, con esos dos pequeños triángulos me siento tan vulgar que hasta ahora no me había atrevido a usarlo. No sé por qué decidí estrenarlo justo hoy. Pero al ver la cara de asombro de Jake, tal vez sí lo sé.
Me siento en la arena sin saber si cubrirme de nuevo. Desato mi cabello del moño que traigo para que cubra un poco mis expuestos pechos.
—Sabes —Jake habla por fin—, deberías tener un nuevo color favorito. El rojo te queda muy bien —termina tragando con dificultad. Lo miro sonriendo.
—Lo pensaré —concedo volviendo la vista al mar—. ¿Me ayudas? —le muestro el bloqueador en mi mano.
Hace mucho que no veía a Jake tan tímido conmigo, pensé que ya habíamos superado esa etapa.
Me muevo dándole la espalda y aparto mi cabello hacia un lado. Escucho a Jake suspirar duro y enseguida siento sus manos húmedas sobre mí. El sol está caliente, pero yo siento un calor que viene desde adentro. Traza círculos en mi espalda con tal lentitud, como si quisiera grabar en su memoria cada poro de mi piel. Me está desesperando, pero no quiero que se detenga. Cuando lo hace casi grito de frustración, porque quiero más. Volteo de nuevo a mirarlo y tiene la cara roja y puedo asegurar que las pupilas dilatadas, aunque sus ojos son muy oscuros para asegurarlo.
—Tu turno —digo tomando el bloqueador de sus manos y señalando su camiseta para que se la quite. No sé de dónde saco el valor, tal vez es el bikini de zorra que traigo puesto.
Después de dudar un par de segundos hace lo que le pido. Ante mí tengo su espalda blanca que es como porcelana en mis manos. Se estremece al primer toque, pero enseguida se recompone. Me tomo mi tiempo antes de terminar. En cuanto lo hago volvemos a nuestras posiciones y miramos al mar de nuevo. Cada pocos segundos él voltea a verme y sonríe.
No puedo volver a sentirme vulgar en este traje de baño, no después de ver cómo Jake me mira. Me siento hermosa, admirada, ¿amada?...
—Deja de mirarme así —le pido cuando ya no puedo soportarlo, pero tampoco quiero que pare.
—¿Cómo?
—Solo… así.