Apenas llego a casa, todos salen a recibirme como si me estuvieran esperando. Papá me abraza tan fuerte como antes de que me fuera con mamá a Tampa.
—Hija, estábamos tan preocupados, Jake llamó buscándote —solo escuchar su nombre me desestabiliza de nuevo.
—No quiero hablar de nada ahora, papá —él asiente y me acompaña adentro. Elena lleva mi equipaje.
—Joce, ya volviste —grita Alice frente a la televisión.
—Sí, pero estoy muy cansada. Voy a subir a mi habitación.
—Cuando quieras hablar, estoy aquí —dice papá.
Apenas lo enciendo, mi teléfono es bombardeado con mensajes escritos y de voz. No puedo enfrentarme a ellos ahora y tal vez nunca. Lo vuelvo a apagar y me hundo entre mis almohadas y cobijas. No quiero hablar con nadie. Escucho el teléfono de la casa sonar a cada momento, no sé quién responde ni qué dicen. Me pregunto si alguna de esas llamadas es de Jake. ¿Estará preocupado o aliviado? ¿Aún quiere hablar conmigo en persona para hundir más el puñal en mi corazón? No podría soportarlo.
Solo porque tengo un par de exámenes decido ir al colegio. Papá me lleva preguntándome si voy a estar bien. Le respondo que lo soportaré.
Estoy en mi casillero cuando Meryl corre apenas me ve.
—¡Joce, estaba tan preocupada! —me abraza y apenas puedo contener las lágrimas. Todos comienzan a mirarnos y murmurar.
—Ahora no puedo hablar, Meryl.
—Está bien, nos vemos en el almuerzo. Si no te sientes bien, me avisas. Puedo llevarte a casa cuando quieras.
—Gracias.
Voy hasta mi clase como un fantasma. Algunas chicas se acercan a mí en los pasillos para preguntarme cuándo vendrá Jake. Solo respondo que no lo sé y me voy al baño a llorar. Podría estar encerrada cantando “Cry” de “Kelly Clarkson” hasta que el día acabe y continuar hasta que amanezca.
Para la hora del almuerzo creo que todos lo saben ya. O al menos eso creo por cómo me miran. No tengo el valor de ir a la cafetería, así que me escondo en el periódico. Arthur está solo cuando entro.
—¡Joce! Siéntate, pareces a punto de desmayarte.
—Estoy bien —miento—. ¿Qué haces aquí?
—Estaba despidiéndome de mi oficina.
—Odio las despedidas —confieso amargamente.
—¿Quieres comer algo?
—No, gracias —me ofrece una manzana que no puedo rechazar.
No sé si estoy a punto de estallar si no lo digo o simplemente es la tranquila presencia de Arthur lo que me hace que le cuente todo. Todo lo que escuché y lo que hice después de eso hasta llegar aquí.
—¿Entonces no has hablado con él hasta ahora? —agradezco que no diga su nombre.
—No. No puedo.
—Tal vez tiene una buena explicación.
—¿Una buena explicación para terminar conmigo? No quiero oírla.
—Creo que deberías.
Meryl me encuentra en mi escondite.
—¿Por qué no fuiste a la cafetería? Te estaba esperando.
—No quiero ver a nadie —mira a Arthur con desconfianza de nuevo.
Meryl me lleva a casa después de eso, en el camino le cuento todo y también cree que debo hablar con Jake. En mi habitación vuelvo a sumirme en mi oscuridad.
Al día siguiente es el baile. No tengo ningún examen, pero debo entregar el periódico a la nueva directiva oficialmente. En los pasillos pude ver a Bryan y por un momento pensé que podía estar con Jake. Busqué hacia donde correr, pero luego vi que solo estaba con Lara. Asintió en forma de saludo cuando pasó por mi lado y resistí el impulso de preguntarle por Jake. Era obvio que no vendría al baile.
Enciendo mi teléfono y borro todo sin leerlo, pero no hay nada del día de hoy.
—¿Así que te quedaste sin cita para el baile? —se burla Gina a mis espaldas—. Pobrecita, puedes guardar tu horrendo vestido para otra ocasión.
Lágrimas pican en mis ojos, pero no le daré el gusto de verme llorar.
—No le hagas caso —es Arthur—. Estoy seguro de que solo está feliz porque piensa que no vas a ir y así no la opacarás con tu brillo.
Me hace sonreír.