Denis oyó cómo Antón invitaba a las chicas al salón, así que terminó de un trago su coñac y se sentó en el sofá, cruzando una pierna sobre la otra. Decidió observar cómo se comportarían las chicas y mirar mejor a Eva para entender si realmente podría ser su novia. Quería saber si de verdad podría gustarle a su madre, como aseguraba Antón. Si Antón tenía razón, Denis se ocuparía de ello. Tal vez incluso le propondría abiertamente ser su novia ficticia. Aunque no estaba seguro de que ella aceptara. Quizás tendría que recurrir a algún engaño para hacerla su novia.
—He decidido celebrar mi cumpleaños en un círculo reducido —dijo Antón mientras ayudaba a las chicas a quitarse los abrigos y respondía a la pregunta de Eva—, por eso invité solo a mi amigo y a ustedes. Pasen, por favor, al salón…
—Qué detalle tan lindo de tu parte —dijo Lesya sin apartar la vista de Antón.
—¿Entendí bien que solo seremos cuatro? —Eva se quedó inmóvil—. ¿Y te refieres a tu amigo, Denys Maksymovych…?
—Puedes llamarme Denis o simplemente Den —no pudo resistirse y salió a su encuentro en el pasillo.
—Lesya, nos vamos de aquí —reaccionó Eva—, no pienso quedarme ni un minuto más…
—Eva, nos quedamos —le contradijo su amiga—, a mí, personalmente, me gusta todo.
—Vamos, pasen ya al salón y siéntense a la mesa. He preparado unos aperitivos deliciosos e incluso hice un par de ensaladas —intentó ser cortés y convincente Antón—. Les va a gustar. Y si no, pueden irse en cualquier momento.
—Me voy ahora mismo —dijo Eva, tomando su abrigo y dándose la vuelta para salir.
—¡Eva, espera! —Lesya la alcanzó, la tomó del brazo y la apartó a un lado, susurrándole para que los chicos no oyeran—. ¿De verdad piensas dejarme aquí sola?
—Nos vamos juntas a casa. ¿No ves lo que están planeando?
—¿Y qué crees que han planeado? —preguntó Lesya con gesto de disgusto—. Nos invitaron a pasar un buen rato. ¿Piensas que no lo entiendo? Pero no me importa en absoluto. Antón me gusta, y yo le gusto a él. Ya hay algo entre nosotros…
—Solo piensas en ti —se indignó Eva—. ¿Y yo qué?
—No seas tan categórica. Den también es guapo…
—Sabes perfectamente que no busco relacionarme con chicos, y mucho menos tener intimidad con ellos.
—Nadie te está obligando. Si llegan a comportarse como unos groseros, nos levantamos y nos vamos. Eva, por favor, por mí… quedémonos. No puedo perder a Antón. Te prometo que nos quedamos solo una hora y luego nos vamos a casa —Lesya estaba casi al borde de las lágrimas.
—No es fácil para mí.
—Por mí, solo una hora…
—Chicas, basta de susurros —Antón se acercó a ellas—. Díganme, ¿por qué dudan?
—No dudamos —Lesya se animó—. Solo nos quedaremos un rato, no más de una hora.
—Una hora está bien —sonrió Antón—. Vamos, pasen a la mesa, Den ya está listo para servir el champán.
—No bebo alcohol —dijo Eva a regañadientes, siguiendo a Antón y a Lesya.
—Entonces puedo ofrecerte jugo de naranja o agua mineral —Antón le guiñó un ojo a Denis para que se animara—. Siéntate, Eva, junto a Den en el sofá, y tú, Lesya, junto a mí, en este gran sillón. ¿O quieres que te traiga una silla?
—Encantada me sentaría en tus rodillas —le sonrió ella con satisfacción.
—Me gustan las chicas valientes —Antón también estaba complacido consigo mismo.
Eva guardó silencio, al igual que Denis. Dio un tímido sorbo a su jugo de naranja y miró alrededor. Notó que aquella casa de campo se parecía más a una cabaña de cazador que a la de un joven adinerado. En las paredes de madera colgaban cornamentas de ciervos y cabezas de toros salvajes.
—¿Te gusta? —escuchó la voz de Denis.
—En absoluto —respondió con desagrado, sin mirarlo.
—Entiendo —Denis intentó calmar la tormenta de emociones que hervían dentro de él para no decir algo de más.
—Tengo un brindis —Lesya estaba radiante, y eso irritaba aún más a Eva—. Brindemos por el cumpleañero más guapo del mundo, el más inteligente y por aquel que puede hacer que una se enamore de él a primera vista…
—Es el brindis más agradable que he escuchado en mi vida —Antón realmente disfrutaba de la compañía de Lesya y quería parecer elegante, educado y digno a sus ojos.
Luego, Lesya se sentó en las rodillas de Antón y comenzó a besarlo, lo que aumentó aún más la molestia de Eva.
—Tu amiga es bastante atrevida con sus deseos —dijo Denis bebiendo un sorbo de champán—. Tal vez nosotros también podríamos relajarnos un poco y charlar.
—¿Y de qué podríamos hablar tú y yo? —preguntó Eva, recostándose en el sofá.
—Siempre se puede encontrar un tema de conversación, lo importante es tener ganas —respondió Denis.
—Y justamente eso es lo que no tengo.
—Si no te apetece hablar con la gente, ¿para qué viniste a esta fiesta? Te habrías quedado en casa viendo melodramas y llorando con un pañuelo en la mano —Denis ni siquiera sabía por qué lo había dicho; comprendía que eso no los acercaría en absoluto.
—¿De qué fiesta hablas? Ni siquiera sé cómo llamar a esto… Pero estoy aquí porque mi amiga me lo pidió. Y en media hora nos iremos —Eva dejó el vaso con el zumo sin terminar sobre la mesa con un golpe, mirando a su amiga, que no podía apartarse de Antón.
—No estaría tan seguro —respondió Denis—, porque, como ves, nuestros amigos sí saben divertirse.
Lo que ocurrió después dejó a Eva sin palabras…