Eva solo parpadeaba cuando Antón anunció que él y Lesia se irían a la habitación porque querían estar a solas.
—No se aburran mientras no estemos,— dijo Antón, tomando a Lesia de la mano.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Eva con voz ronca a su amiga.— Lesia…
—Quiero hacerle un regalo especial al cumpleañero. Eva, relájate de una vez, mira qué guapo tienes al lado. Y deja de refunfuñar todo el tiempo.
—Pero me lo prometiste, y tú misma…
—Los planes cambiaron un poco,— y Lesia no solo se fue, sino que prácticamente voló detrás de Antón hacia la habitación, que, con toda probabilidad, era un dormitorio.
—Está loca,— Eva no sabía qué hacer consigo misma y quiso levantarse de la mesa.
—No te apures. ¿Por qué no comemos un poco de ensalada? Antón se esforzó, cocinó,— dijo Denys sirviéndole primero a Eva y luego a sí mismo.— Es con camarones. En realidad, los mariscos son muy saludables.
—Dios mío, ¿cómo pude terminar en una situación así?
—Me temo que Dios no te responderá,— Denys empezó a comer la ensalada.— Prueba, de verdad está rica. Nuestra primera impresión no fue la mejor, y ahora tampoco es el mejor momento. Pero dime, por favor, ¿de verdad te soy tan desagradable? Que todo el tiempo apartas la mirada y no quieres hablar conmigo.
—Por supuesto que me eres desagradable, ni siquiera hacía falta que lo preguntaras. Está clarísimo que nos resultamos antipáticos el uno al otro. Así que no finjas ser un caballero.
—En absoluto lo finjo. Creo que me serviré un poco más. Con Antón nos conocemos desde niños, pero recién hoy descubrí que cocina tan bien. Te confieso que al principio no me causaste buena impresión, pero con cada minuto me gustas un poco más.
—Si intentas halagarme, pierdes el tiempo,— dijo Eva, decidiéndose al fin a probar la ensalada.— Pero tu amigo, de verdad, tiene talento para la cocina, y además…
Desde el dormitorio se escucharon gemidos de placer, y Denys sonrió tomando su copa de champán.
—Si quieres, puedo subir el volumen de la música, para que no se oigan esos sonidos… de satisfacción. Tu amiga debe de ser muy apasionada.
—Es buena chica, solo desea amor, y por eso…
—¿Y tú qué deseas? —preguntó Denys con cautela.
—Y a mí me gustaría que todos me dejaran en paz y que nadie me impusiera nada ni a nadie —dijo Eva, recordando en ese momento a su madre y a su padrastro, que querían presentarle a Slava.
—A mí tampoco me gusta cuando me imponen algo o a alguien. Pero hay personas a las que no puedes mandar al diablo abiertamente, porque no quieres herirlas sin querer —Denis recordó a su madre, que intentaba emparejarlo con la hija de su amiga—. Así que uno tiene que inventar excusas. Dime, ¿qué es exactamente lo que te quieren imponer y quién? No me refiero a esta fiesta.
—¿Y para qué te interesa eso? —Eva terminó su ensalada y se limpió los labios con una servilleta.
—Simplemente me da curiosidad saber por qué situaciones pasa la gente —dijo Denis con sinceridad.
—Bueno, si tanto te interesa, te respondo. A mis familiares no les gusta que esté sola y siempre quieren presentarme a alguien. Pero yo no quiero salir con nadie, quiero seguir siendo independiente —Eva suspiró con cansancio—. Estoy agotada de todo esto. Me cansé de resistirme.
—¿Y por qué quieres estar sola? —De pronto, Denis sintió verdadera curiosidad.
—No es asunto tuyo —Eva se levantó de la mesa—. Ya ha pasado más de una hora.
—Eva, siéntate de nuevo, tengo una propuesta para ti. Ayúdame y yo te ayudaré.
—Debe de haberte hecho efecto el coñac mezclado con champán, porque empiezas a decir cosas sin sentido —Eva volvió a sentarse, intrigada—. ¿En qué podríamos ayudarnos mutuamente? ¿Al menos entiendes lo que acabas de decir?
—No estoy borracho en absoluto. Escucha y no me interrumpas. Te propongo que, durante un tiempo, finjamos ser pareja. Tú serías mi novia y yo tu novio. Una relación ficticia. Así nos protegeremos mutuamente de los pretendientes que nos quieren imponer.
—¿A ti también te intentan imponer a alguien? —Eva estaba sorprendida—. Pensé que eras de esos que saben rechazar a cualquiera de inmediato.
—Hay personas a las que no puedo tratar con rudeza. Una de ellas es mi madre. Y ella quiere que me case con la hija de su amiga. Si no fuera mi madre, te aseguro que sabría qué decir. Pero no quiero herir a alguien que quiero, así que busco una chica que pueda ayudarme con mi plan.
—Mi madre y mi padrastro también intentan emparejarme con un chico. Justamente hoy debía tener lugar nuestra presentación.
—Así que por eso estás aquí ahora, escapaste del encuentro para venir a esta fiesta —dijo Denis, comprendiendo al fin que Eva no era tan frívola como le había parecido—. Entonces podemos llegar a un acuerdo: yo haré el papel de tu novio y tú harás el papel de mi novia. Cuando nuestros familiares nos dejen tranquilos, terminaremos con la farsa. Claro, luego podrían volver a intentar emparejarnos con alguien, pero creo que es poco probable. Para entonces ya estarán cansados de insistir.
—Pues la propuesta me gusta —sonrió Eva—, pero es imposible. No soy actriz y no sé fingir. Ni siquiera puedo imaginar cómo sería eso. Y además, nos caemos mal el uno al otro.
—Ya se verá cómo sale, lo importante es que aceptes, después veremos cómo lo organizamos —dijo Denis satisfecho, convencido de que el trato estaba hecho.
En ese momento salió Lesia de la habitación, visiblemente alterada...