Paraíso engañoso

8

—Eva, salgamos a fumar —la amiga la agarró de la mano y la arrastró hacia el pasillo.

Una vez allí, Lesia preguntó:

—¿Vas a volver sola a casa? Porque yo me quedo aquí. Antoshka me propuso pasar la noche.

—¿Lesia, has perdido completamente la cabeza? ¿Para qué…?

—No grites —la interrumpió tranquilamente Lesia mientras encendía un cigarrillo—. Antón es justo el tipo de hombre con el que siempre soñé: atractivo, con dinero, fácil de tratar, apasionado. ¿Qué más se puede pedir? ¿Sabes lo mucho que me gustó estar con él en la cama? Es un verdadero macho alfa. No puedes imaginarte el placer que sentí. Quiero más, por eso me quedo. No tengo nada que perder, solo ganar. Tú también deberías relajarte un poco. Den es guapo.

—Lesia, por favor, basta ya. Si quieres quedarte, quédate, es asunto tuyo, ya no eres una niña. Pero luego no vengas llorando cuando ese macho alfa se olvide de ti y no te vuelva a llamar —Eva intentaba calmarse—. Ya sabía que estabas loca, pero no tanto. ¿Entonces lo has decidido definitivamente?

—Sí —Lesia apagó la colilla y la dejó en el cenicero que estaba en el alféizar de la ventana—. Quiero quedarme. No te preocupes por mí, soy una chica adulta y sé lo que hago. ¿De acuerdo?

…Denys se recostó en el respaldo del sofá, apoyando el brazo sobre él, y solo entrecerró los ojos cuando Antón, con una bata puesta, se sentó a su lado y se sirvió un poco de coñac.

—La mejor fiesta de los últimos tiempos. Espero, amigo, que tú también estés satisfecho —preguntó Antón.

—Tal vez. Debo admitir que tu plan funcionó bien —Denys sonrió levemente—. Lo principal es no pasarse del límite.

—Sé frenar a tiempo. Me espera una noche de amor apasionada, y el comienzo ya es prometedor. Me gustan las chicas como Leska: valientes en sus deseos y acciones, sin complejos ni dudas. Así que sigue mi ejemplo y…

—Tengo otros planes. Le propuse a Eva una relación ficticia, digamos una ayuda mutua. Así que todo está bien —confesó Denys.

—Entonces brindemos por eso —Antón llenó el vaso vacío de su amigo con coñac y chocaron las copas.

Más tarde, Denys pidió un taxi y se subió a él junto con Eva.

—Dime tu dirección, porque primero te llevaremos a ti y luego ya me iré a mi casa —le dijo él.

Eva aceptó encantada, pues lo único que deseaba era llegar cuanto antes a su casa, a su habitación. Esperaba que todos ya estuvieran dormidos y que nadie la esperara. Aceptó la propuesta porque creía que así estaría protegida. Lo único desagradable sería tener que mentirle a su madre. Pero no le había dejado otra opción, así que tendría que hacerlo. En realidad, Eva estaba convencida de que no tendría que hacer nada especial para convencer a los demás de que tenía novio. No pensaba ocultar cómo había conocido a Denys. Era, incluso, una historia de lo más digna. Si en algún momento debía presentarlo a la familia, lo haría. ¿Qué problema había? Que fuera a casa una vez, cenaran juntos y ya está. Eva no dudaba de que así sería. Nadie iba a comprobar constantemente dónde estaba ni con quién. Lo mismo con Denys: podría ir a verlo alguna vez y listo. Estaba satisfecha con ese plan; le parecía que todo había salido de maravilla, como un regalo del destino. Pero siempre hay un “pero”…

—Aquí es donde vivo —dijo Eva a Denys cuando el taxi se detuvo frente a su casa.

—Bonita casa —comentó Denys mirando por la ventanilla lateral.

—Esta casa pertenece a mi madre y a mí. Mi padre nos la dejó en herencia.

—Y el mío desapareció sin dejar rastro, aunque lo más probable es que haya muerto. Me dejó su empresa como herencia —Denys fue igual de sincero.

—Entiendo… Bueno, entonces me voy. Ya intercambiamos los números, así que cuando haga falta, podemos llamarnos —Eva abrió la puerta del taxi y estaba a punto de salir, pero de repente se detuvo—. Yo pensaba que todos ya dormían, y míralos, están saliendo de la casa. ¿Por qué no están dormidos?

—Entonces voy contigo —decidió Denys—. Hoy interpretaremos el primer acto de nuestra obra.

—¿Qué piensas hacer? —Eva sintió cómo se le aceleraba el pulso—. No estoy preparada para empezar a actuar así, de repente.

—No lo entiendo, ¿quieres o no que tus familiares sepan y vean que tienes novio? —Denys pensó que ella se había asustado y estaba a punto de echarse atrás en su plan.

—Solo me puse nerviosa —Eva cerró los ojos y respiró hondo varias veces, intentando calmarse y prepararse para lo que venía—. Vamos. Pero, por favor, compórtate con discreción, sé modesto y no digas nada innecesario. ¿De acuerdo?

—Seré yo mismo, porque la modestia y la timidez no son lo mío. No te preocupes, sé cómo comportarme. En resumen, no te decepcionaré. Tus familiares quedarán encantados conmigo —sonrió Denys, divertido con toda aquella situación—. Anda, sal del coche con más decisión.

Eva bajó del vehículo, seguida por Denys, y juntos entraron en el patio, donde su padrastro Vasyl Ivánovych y su sobrino estaban fumando en el porche. Kateryna Borysivna, la madre de Eva, acababa de salir de la casa y enseguida vio a su hija con un desconocido. Denys, a diferencia de Eva, no estaba nervioso; incluso quiso tomarla de la mano, pero ella no se lo permitió, y él no insistió. Tampoco tenía muchas ganas de tocarla, simplemente pensó que así sería más convincente.

—Buenas noches, soy Denys —dijo, tendiéndoles la mano a los hombres, quienes la estrecharon a su vez.

—Denys es mi novio —añadió Eva, evitando levantar la mirada para no cruzar los ojos con nadie, ardiendo de vergüenza por tener que mentir…




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