Paraíso engañoso

9

—¿Tu novio? —preguntó a su hija Kateryna Borysivna, la más sorprendida por aquella noticia.— ¿Desde cuándo?

—Desde hoy —sonrió Denys—. Nos enamoramos a primera vista y ahora no podemos estar el uno sin el otro. Usted debe de ser la madre de mi novia; es una mujer muy guapa y me alegra conocerla.

—Mi mamá se llama Kateryna Borysivna —intentó decir Eva sin mostrarse nerviosa.

—¿Y cómo se conocieron? —preguntó con irritación Vasyl Ivanovych, que comprendió que sus planes acababan de desmoronarse.

—Nos conocimos en un parque. Le derramé café a Den —Eva decidió no inventar nada—. Luego él vino al banco. Y hoy coincidimos en una fiesta. Denys, este es Vasyl Ivanovych…

—Vaya cadena de casualidades —interrumpió Vasyl Ivanovych, arrojando la colilla—. ¿O quizá, querida Eva, estás montando una escena a propósito? Porque, curiosamente, justo hoy te ha salido un novio.

—¿Y qué tiene de especial este día? —Denys fingió sorpresa—. Eva, cariño, ¿de qué está hablando…?

—Vasyl Ivanovych siempre está descontento con algo —se apresuró a responder Eva.

—Yo soy Slava. Tenía tantas ganas de conocerte que no podía esperar a que volvieras a casa —el sobrino del padrastro se acercó tanto a Eva que ella dio un paso atrás—. Eres tan hermosa.

—Tranquilízate si no quieres que te parta la cara —Denys se interpuso entre Eva y Slava—. Eva es mi novia, así que no te atrevas a sobrepasarte ni a acercarte tanto. ¿Entendido?

—Basta, chicos, cálmense —intervino Kateryna Borysivna—. Solo faltaba que se pusieran a pelear, ¡y encima en nuestro patio! Los vecinos correrán a hacer chismes… y la vergüenza nos perseguirá años. Estoy tan feliz por ti, hija, que hayas encontrado a tu príncipe.

—Mamá, exageras —replicó Eva.

—Gracias por lo de “príncipe”, Kateryna Borysivna —Denys volvió a sonreírle a la mujer.

—Vaya, Eva, me dejas impresionado. Eres todo un imán, ten cuidado, no vayan a despedazarte —rió con nerviosismo Vasyl Ivanovych.

—Estoy cansada y quiero dormir, así que será mejor que nos retiremos —Eva solo deseaba estar en su habitación, sola, con la puerta cerrada.

—Como digas, cariño —dijo Denys, se volvió hacia ella y la besó, luego miró al resto—. Fue un placer conocerlos. En cuanto se presente la ocasión, nos reunimos y charlamos con calma.

—Por supuesto, siempre serás bienvenido en nuestra casa —respondió Kateryna Borysivna—. Ven cualquier día.

—Esto parece un manicomio —soltó Vasyl Ivanovych, dándose la vuelta bruscamente y entrando en la casa, seguido de su sobrino.

—No le hagan caso —dijo Kateryna Borysivna, avergonzada por la actitud de su esposo—. Bueno, será mejor que también me retire y los deje…

Kateryna Borysivna no alcanzó a terminar la frase y también se dio la vuelta bruscamente, dirigiéndose hacia la casa. En cuanto entró al edificio, Denys, satisfecho consigo mismo, se volvió sonriente hacia Eva esperando escuchar de ella un elogio por el papel tan bien interpretado. Pero, en lugar de eso, recibió una bofetada.

—¿Con qué derecho me besaste? —le gritó mirándolo a los ojos—. No vuelvas a hacerlo jamás.

Denys se quedó unos segundos paralizado por la inesperada reacción de ella. Luego se llevó la mano a la mejilla, con una mueca de dolor.

—Tienes buena mano —dijo al fin—, pero no vuelvas a hacerlo. ¿Crees que me moría de ganas de besarte? Si no fuera por nuestro acuerdo, jamás lo habría hecho. No me provocas ningún deseo. Solo quería que pareciera más convincente delante de tu familia. Y tú, en lugar de seguirme el juego, te haces la intocable.

—Podrías haberlo hecho sin eso. Me resultó desagradable —admitió Eva, arrepintiéndose de haber reaccionado con tanta furia—. Perdón por la bofetada.

—Te perdono. Pero, de hecho, si queremos que todos crean que somos pareja, tarde o temprano tendremos que besarnos, nos guste o no. Así que habrá que superar la repulsión mutua.

—No puedo aceptar eso. No quiero que me besen ni que me toquen —dijo ella entre lágrimas—. Buenas noches.

Y Eva corrió hacia la casa, dejando a Denys confundido en medio del patio.

—Qué chica tan rara —murmuró él, y se encaminó hacia el taxi que lo había estado esperando todo el tiempo.

Eva entró corriendo a su habitación y cerró la puerta con llave, apoyando la espalda contra ella. Se llevó la mano a los labios, donde aún sentía su beso. Sí, había sido un beso leve, apenas un roce, pero para ella fue algo más. Algo parecido a una descarga eléctrica. Hacía tres años que ningún hombre la tocaba, ni lo deseaba siquiera. Desde aquel incidente… y ante sus ojos volvió aquel día en que Mykyta la había golpeado…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.