—Te ves diferente —dijo por fin Denys a Yana—, muy seductora y elegante...
—Den, he soñado tanto con este encuentro contigo —sonrió Yana mordiéndose el labio inferior, como si quisiera llamar la atención sobre ellos—, solo que no imaginaba que tú...
—Bueno, como ves, tengo novia, a quien amo mucho. Así que perdón si te he decepcionado. Al corazón no se le puede mandar —dijo Denys con la mayor suavidad posible, para no ofender a nadie y dejar claro que no había lugar para nada más que una simple conversación.
Pero Yana pareció no prestar atención, igual que María Danylivna y Vasylyna.
—Bueno, ¿vamos al comedor? Ya está todo servido —dijo María Danylivna con hospitalidad, invitándolos a todos a la mesa.
Cuando llegaron al comedor, Denys ayudó a cada una de las mujeres a sentarse y luego se sentó él mismo junto a Eva. Ella ya se había calmado y se sentía más segura. Pensó que, en realidad, no pasaba nada extraordinario como para ponerse nerviosa. Lo principal era mantener la compostura y no atragantarse con la comida si le hacían alguna pregunta incómoda o inesperada.
—Eva, cariño, ¿qué te sirvo? —preguntó Denys con ternura. Entonces reinó un silencio total en la mesa, y todas las miradas se dirigieron de nuevo hacia Eva.
—Yo… —Eva recorrió rápidamente con la vista la mesa repleta de platos variados—, ponme, por favor, un poco de salmón al horno.
—¿Alguien más quiere algo? —preguntó Denys.
—Yo prefiero ensalada con setas —pidió María Danylivna a su hijo.
—Has educado muy bien a tu hijo —dijo Vasylyna a su amiga—, tan caballeroso y atento.
—Gracias, Vasylyna Romanivna —respondió Denys en lugar de su madre—. ¿Quieres vino?
—Sí, hay que relajarse un poco —aceptó Vasylyna.
—Yo solo bebo zumo, nada de alcohol —dijo Yana, intentando aparentar modestia, lo cual resultaba cómico teniendo en cuenta su aspecto.
—¿Y a qué te dedicas, Eva? —preguntó María Danylivna.
—Trabajo en un banco como asesora financiera —respondió Eva, probando el plato—. El pescado está delicioso.
—¿Y tus padres a qué se dedican? —siguió interesándose la madre de Denys.
—Mi padre murió, y mi madre se volvió a casar. Trabaja en una farmacia como farmacéutica.
—Entonces vives con tu madre y tu padrastro —dedujo María Danylivna—. ¿O acaso me equivoco y ya te mudaste al apartamento de mi hijo?
—Mamá, estás haciendo un interrogatorio completo —se apresuró a señalar Denys.
—Hijo, ¿acaso no puedo interesarme y saber un poco más sobre tu novia? —María Danylivna fingió estar ofendida.
—Por favor, mamá, no te ofendas...
—Y aquí mi Yana ha decidido abrir un salón de belleza —anunció orgullosamente Vasylyna a los presentes—. Será una excelente directora.
—Las invito a todas a la inauguración. ¿Y tú, Eva, sueles ir a salones de belleza? —preguntó Yana, con una intención evidente de resaltarse, queriendo demostrar que, en comparación con Eva, ella era una mujer cuidada y sofisticada.
—Hija, ¿por qué pones a la chica en una situación incómoda? —tras la sonrisa disimulada de Vasylyna se escondía una burla—. No parece precisamente que Eva sea clienta de los spas.
—A mí me encanta cómo se ve Eva, me gusta lo natural... —Denys se apresuró a defenderla, pero no alcanzó a terminar.
—¿A qué te refieres con eso, Den? —preguntó Yana, ofendida.
—Lo dije sin ninguna segunda intención, no hace falta tomárselo de manera personal. ¿Un poco más de vino? —intentó tranquilizarla Denys.
—Sírveme un poco más, que siento que este estrés es inevitable —en la voz de María Danylivna se notaba la decepción.
—Mamá, no te pongas así, no hay motivo alguno para estar triste —dijo Denys abrazando a su madre por los hombros después de servirle vino en la copa—. Soy feliz junto a Eva.
—Por supuesto. Entonces brindemos por la felicidad —levantó su copa la dueña de la casa.
Después, María Danylivna invitó a sus invitados a pasar al salón para tomar el té y continuar la charla. Por las expresiones de las mujeres, Denys comprendía que intentaban mantener la cortesía, aunque en realidad ninguna estaba satisfecha. Le dolía ver a su madre descontenta, pero sabía que con el tiempo lo aceptaría todo. Se resignaría, y todo volvería a la calma. En cuanto a Vasylyna y Yana, Denys se sentía satisfecho, pues creía haber conseguido poner distancia entre ellos y así evitar los coqueteos indeseados de Yana en el futuro.
Antes de ir al salón, Eva le pidió a Denys que la acompañara al baño. Ya a solas, se mojó la cara con agua y se miró en el espejo.
—Bueno, Eva —se dijo a sí misma—, ¿qué tal esta función? Te está saliendo bastante bien, ¿no? Eres toda una actriz trágica. Que esto termine pronto… que tengas fuerza para aguantarlo… y que no vuelva a repetirse… Sí, tranquila, anímate, sonríe. No olvides: esto no volverá a pasar…
Y apenas Eva salió del baño, cerrando la puerta detrás de sí con una actitud más serena y decidida, escuchó la voz de Yana, que la esperaba impaciente en el pasillo:
—Bueno, rival, hablemos. Vamos a aclarar las cosas a solas —dijo Yana, acercándose a Eva, girándola bruscamente hacia sí y empujándola con fuerza contra la pared, sujetándola por los hombros...