Eva logró llegar al trabajo a tiempo. Estaba de muy buen humor, y por supuesto, Lesia lo notó enseguida. Ella no podía esperar hasta la hora del almuerzo para preguntarle a su amiga la razón de aquel ánimo y también contarle lo que le había ocurrido.
—Por fin llegó la hora del descanso —Lesia se acercó rápidamente al escritorio de Eva—. Vamos por un café y me cuentas todo.
—Lesia, qué impaciente eres —Eva se levantó de su puesto y ambas se dirigieron a la cafetería que estaba al lado del banco, donde casi todos los empleados acostumbraban a almorzar.
Se sentaron a la mesa y realizaron el pedido. Y Eva, casi sin respirar, le contó a Lesia cómo habían cambiado las cosas con Denys. Cómo había pasado la noche en su cama, cómo Yana la había atacado y que esa misma noche saldría con él a una cita.
—¡Vaya, qué fuerte! —Lesia dio el primer sorbo a su café—. Sus relaciones ficticias están adquiriendo un estatus muy real. Me alegra tanto por ti. Me alegra que por fin hayas vuelto a la vida y estés regresando a la normalidad.
—Gracias. Te confieso que, aunque estoy feliz por salir esta noche con Den, igualmente estoy nerviosa —Eva también tomó su taza de café—, pero es un nerviosismo bonito. Hace no mucho tiempo estaba segura de que nunca más encontraría a un hombre con el que quisiera ir a una cita. Y que jamás volvería a mirar a ningún hombre. Y ahora, de pronto… en fin, soy feliz.
—Me alegra por ti. Y no te preocupes por esa Yana; si vuelve a molestarte, me llamas. Entre las dos le pondremos las ideas en su sitio, y lo haremos tan bien que no solo no se te acercará, sino que ni siquiera se atreverá a mirarte —dijo Lesia con total seriedad.
—Gracias por el apoyo. Si de verdad ocurre algo así, sin duda te llamaré —sonrió Eva—. Ahora cuéntame tú, ¿a qué cena fuiste ayer?
—Ay, es que me está pasando algo increíble —Lesia apartó la taza de café, aún a medio terminar—. Anton me dijo que me ama, y luego me contó que quiere presentarme a su familia. Yo, por supuesto, le respondí que también lo amo y que no puedo vivir sin él. Y le dije que con gusto conocería a sus padres. Tú entiendes, Eva, que esto es un paso muy importante, porque siento que muy pronto se arrodillará frente a mí y me pedirá que me case con él. Y por supuesto, aceptaré. Estoy tan impaciente esperando ese momento. Pero hubo un detalle desagradable…
—¿Cuál? —preguntó Eva.
—Me enteré de que Antón nació en agosto. Así que ya entiendes que aquella vez los chicos nos engañaron cuando nos invitaron supuestamente a un cumpleaños en la casa de campo. Todo fue un invento. Claro que hice ver que me había molestado, pero en realidad me dio igual. Al final la pasamos muy bien —contó Lesia.
—Eso tú la pasaste muy bien —le recordó Eva a su amiga—, aunque yo también obtuve mi beneficio. Me libré del pretendiente indeseado, y ahora… ahora esta noche salgo a una cita. Lesia, es tan emocionante.
—Por fin somos felices las dos —Lesia sonrió radiante—. Pero ya vámonos, que lamentablemente la pausa está por terminar. Y mañana quiero un reporte detallado de tu cita. Como dice mi mamá, lo principal es ser uno mismo.
Denys también estaba de buen humor cuando Antón entró a su despacho y se sentó frente al escritorio de su amigo.
—¿Qué ha pasado para que estés tan feliz? —preguntó Antón.
—Amigo, me he enamorado de la chica más encantadora y hermosa —Denys dejó los papeles a un lado—. Y esta noche tengo una cita con ella.
—Ni siquiera me atrevo a suponer quién es, porque estoy seguro de que es… Eva. Aunque por poco digo que es Yanusia —bromeó Antón con una sonrisa—. Claro, es Eva. Con una belleza así al lado, es imposible no enamorarse.
—Sí, es Eva —confirmó Denys—. Ella despierta en mí una tormenta increíble de emociones agradables. Pienso en ella todo el tiempo y me gusta sentirme así. Nunca antes me había pasado algo así. Me enamoré sin esperarlo, incluso para mí mismo. Y quiero que nuestra relación ficticia se vuelva real. Y esta noche así será.
—Me alegra por ti. El amor hace milagros —Antón se recostó en la silla, pensando en su novia—. Te confieso que yo también estoy enamorado como un adolescente de Lesia. Ya la presenté a mis padres. Y además quiero proponerle que se mude a vivir conmigo. Creo que aceptará. Yo soy de esos a los que no les dicen que no.
—Tu confianza inspira respeto. Vivir juntos les ayudará a entender si Lesia es realmente la mujer con la que quieres pasar el resto de tu vida. Yo también planeo proponerle a Eva que vivamos juntos. Pero a diferencia de ti, no sé si aceptará. Eva parece tan tierna, tan sensible… —Denys incluso cerró los ojos, pensando en ella. Pero su buen ánimo se desvaneció cuando la secretaria anunció que Yana había llegado—. ¡Antoha, sálvame!
Denys tomó rápidamente una carpeta del escritorio y se levantó de la silla.
—Yo… yo… tengo una reunión de negocios, y tú muy amablemente la convences de abandonar la oficina. ¿Entendido?
—Será un placer entretenerla un rato —Antón se acomodó aún más en la silla, disfrutando al ver cómo su amigo se ponía nervioso al escuchar el nombre de Yana—. Al fin tendré la oportunidad de verla bien de cerca… o más bien, ver… ¡oh wow!
Yana entró al despacho con la cabeza bien en alto. Llevaba una minifalda y una blusa de escote pronunciado, despertando la atención de todos a su alrededor.
—Vine a verte, Den —intentó abrazarlo, pero él se apartó con destreza.
—Me alegra verte, pero tengo que irme. Ya voy con retraso a una reunión de negocios, y eso no puede pasar. No podemos generar descontento en los socios. Así que discúlpame, Yanus, que no pueda dedicarte tiempo ahora.
—Pero yo sí puedo dedicártelo con gusto —Antón también se levantó y le ofreció su silla—. Podemos tomar un café juntos.
—Los como tú me dan alergia —le cortó Yana—. Den, ¿a qué hora te desocuparás?
—Hoy tengo el día totalmente ocupado —Denys intentó mantenerse cortés, ocultando su falta de deseo por seguir hablando con Yana—. Y, por favor, no hagas esto. Espero que no hayas olvidado que tengo novia.