Paraíso engañoso

26

Denys estacionó su coche en el aparcamiento y ya casi se había alejado de él, cuando se dio cuenta de Antón, que estaba cerca con una carpeta en la mano y fumando. Miraba tan fijamente en una sola dirección que ni siquiera notó a su amigo acercarse.

—¿Qué hay de interesante allí? —preguntó Denys después de saludarlo.

—¿Adónde estás mirando, amigo?

—¿Y adónde hay que mirar? —no entendió Denys.

—Mira hacia adelante —la voz de Antón sonó burlona—. A Yanuska la encontró aquel que quedó hechizado por sus curvas. Y lo mejor es que a ella también le gusta él. No estaría nada mal si se liaran, así te dejaría en paz de una vez.

Denys miró hacia donde miraba Antón. Se sorprendió con lo que vio. Yana se reía alegremente y coqueteaba con… Slava, quien, a juzgar por su aspecto, estaba fascinado con aquel encuentro.

—Me gusta lo que veo —dijo satisfecho Denys a su amigo—. Me vendría muy bien su… a-mor-ci-to. Y me dejarían en paz tanto a mí como a Yeva. Justamente ese Slava es a quien quieren pegarle a Yeva.

—¿De verdad? —repitió Antón y, sin esperar respuesta, añadió—. A veces las coincidencias son regalos del destino.

—Un regalo perfecto del destino. Tenemos que pasar desapercibidos hasta el edificio, no quiero que ellos me vean. Les daremos tiempo para que se conozcan más de cerca —Denys dio una palmada en el hombro de Antón—. Vamos a mi despacho.

—Tengo otra buena noticia para ti —dijo Antón mientras caminaban sigilosamente detrás de Denys—. Un empresario estadounidense adinerado quiere colaborar con nosotros. Quiere que transportemos mercancía de un lado al otro. Es decir, de América a Ucrania y viceversa.

—¿Qué mercancía? —aclaró Denys.

—Todo tipo de bebidas dulces, eso de América a Ucrania. Y de Ucrania a América, conservas, cereales y otros productos alimenticios. Es una propuesta buena y rentable para nuestra empresa, y una ganancia que nos alegrará. Pero tienen una condición… —Antón se detuvo al lado de Denys, ya casi frente a la oficina.

—Buenos días —los saludó la secretaria—. Señor Denys Maksímovych, será necesario firmar algunos documentos.

—De acuerdo, Lilya. Entra en un rato —dijo Denys, y luego volvió a dirigirse a Antón—. Ahora entremos a mi despacho y discutiremos en detalle las condiciones y…

Pero Denys no alcanzó a terminar la frase, porque vio a Yana casi corriendo por el pasillo. Al detenerse junto a ellos, Yana echó los hombros hacia atrás, resaltando el pecho hacia adelante.

—Buenos días, estoy aquí por asuntos.

—Buenos días —contestó Denys—. No tengo tiempo para conversaciones vacías. Creo que ya sabes todas las respuestas a tus preguntas.

—De verdad he venido por un asunto. ¿Podemos entrar a tu despacho, o hablaremos de esto aquí mismo en el pasillo? —Yana no apartaba la mirada de Denys.

—Bien, vamos al despacho. Lilya, prepáranos café a todos.

—Claro, señor Denys Maksímovych —asintió la secretaria ajustándose las gafas y sin quitarle los ojos de encima a Yana.

—Yo entraré más tarde. No voy a interrump…

—Antón, no nos vas a molestar para nada, al contrario, quizá puedas ayudar. Si Yana de verdad ha venido por un asunto —Denys abrió la puerta, dejando pasar a la chica y al mismo tiempo guiñándole a su amigo, para que no se atreviera dejarlo a solas con la visitante no deseada.

—Puedes estar seguro —Yana pasó adelante y enseguida se sentó en una silla—. Necesito un chofer. Y quiero que tú me lo proporciones.

—¿Para qué necesitas un chofer? —preguntó Denys mientras se sentaba detrás de su escritorio.

—Ya he alquilado el local donde estará mi salón de belleza, y también he comprado un coche. Pero aún no sé conducir. Así que quiero que me lleve un chofer con experiencia.

—Yanus, no has venido a la dirección correcta —Antón tomó asiento en otra silla—. En nuestra empresa trabajan choferes de camiones. Ellos conducen nuestros vehículos de carga y transportan mercancía, no a personas. En una palabra: nuestra empresa no ofrece esos servicios, o sea, choferes privados. ¿Lo entiendes?

—Pero por ti podemos hacer una excepción —Denys forzó una sonrisa, lanzando una mirada a Antón, dejándole claro que se le había ocurrido un plan.

—Su café —entró la secretaria al despacho y puso una bandeja sobre la mesa.

—Gracias, Lilya —dijo Denys, y luego, esperando a que ella saliera, volvió a dirigirse a Yana—: Tenemos un chofer que justo estos días regresó de un viaje de trabajo y está esperando nuevas órdenes. Estoy seguro de que quedarás satisfecha con él.

—Exacto, se llama Slava. Es realmente un gran conductor y ahora está disponible, así que podría llevarte —Antón captó la idea de Denys al instante.

—Para mí lo principal es que conduzca bien —Yana dio un sorbo al café con una sonrisa de satisfacción porque no le habían rechazado su petición—. Y, claro, que sea guapo. Porque quiero rodearme de hombres atractivos.

—Estoy seguro de que quedarás satisfecha. Antón se encargará de eso hoy mismo —Denys se recostó en el respaldo del sillón, bebiendo su café—. Hiciste bien en venir a verme.

—¿Y por qué se encargará Antón y no tú? —A Yana le hacía ilusión recibir todavía más atención de Denys.

—Yanus, simplemente de esas cosas me ocupo yo. Así que ahora mismo vamos a mi despacho y lo resolvemos —Antón intentaba no soltar la risa—. ¿Vamos?

—Vamos —Yana se levantó y, antes de irse, le dijo a Denys—: Te arrepentirás más de una vez por haber perdido a una mujer como yo. Pero cuando lo comprendas y vengas a mí con esos ojos suplicantes, yo solo sonreiré con soberbia y te diré que ya no te quiero.

—Dudo que vaya a correr detrás de ti, pero si aun así nos tocara encontrarnos, estaré encantado de escuchar esas palabras de tu parte. Yana, nos conocemos desde hace años, nuestras madres son viejas amigas, así que te propongo que también nosotros seamos amigos —Denys dejó la taza vacía sobre la mesa—. La amistad en nuestro caso es la mejor salida. Piénsalo. Antón, cuando termines vuelve, hablaremos de los asuntos.




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