Paraíso engañoso

29

El océano Pacífico es el más grande y el más profundo de todos los océanos. El océano impresiona con su inmensidad, su fuerza y su increíble belleza.

—Es algo extraordinario —exclamó Lesia, que estaba de pie junto al océano con Antón, Eva y Denys—. Con toda mi alma siento la fuerza que emana del océano, es tan poderoso y te atrae tanto.

—Un espectáculo maravilloso —Eva tampoco ocultaba su admiración—. El agua es tan transparente y tan azul que te deja sin aliento.

—Hoy el océano está calmado y nos invita a meternos al agua. Así que ahora iremos a cambiarnos y enseguida a nadar —Antón parecía satisfecho—. Hay que disfrutar de este buen clima y del agua calentita.

—Primero vamos a registrarnos en nuestras habitaciones y a comer algo, y luego ya iremos a la playa —aunque la vista del océano lo fascinaba, Denys estaba pensando en otra cosa—. Antón, ¿cuándo tenemos que encontrarnos con John?

—¿Acaso no te lo dije? La reunión está programada para mañana al mediodía. Cuando hablé con John por teléfono, me dijo que hoy nos instaláramos y descansáramos. Y mañana ya pasaremos a las presentaciones y al tema del negocio. Porque recién mañana él podrá venir a esta isla y unirse a nosotros. Así que hoy podemos dedicarnos por completo a disfrutar —Antón se quitó la camiseta—. Debe de hacer unos cincuenta grados, o incluso más.

—Aun así, no me siento del todo cómodo con estar en este resort a cuenta de otra persona —Denys compartió su preocupación mientras caminaba junto a Antón detrás de las chicas rumbo al hotel.

—Ay, deja de preocuparte, amigo —Antón se detuvo un momento—. Si John nos lo ofreció, es porque para él no es ningún problema pagar todas las cuentas. Den, no te compliques con este asunto. Siempre hay que aprovechar las oportunidades.

—Parece como si yo no fuera capaz de pagar todo esto. Y no es así —Denys no lograba tranquilizarse—. Yo puedo perfectamente. ¿Entiendes? Es como una humillación para mí. ¿Qué quiere demostrar John? ¿Que es más rico que yo?

—Pero, en realidad, así es —sonrió Antón—. John es casi millonario estadounidense… y tú solo un empresario exitoso. Hay que aceptar las cosas como son. Nuestra tarea es cerrar un buen acuerdo y disfrutar del descanso. Estos diez días tienen que ser inolvidables para nosotros y para nuestras amadas. Así que deja de fruncir el ceño y cambia el chip a modo vacaciones.

—¿Sabes? Tienes razón —por fin Denys logró serenarse—. Quiero compartir contigo mi plan secreto.

—¿Un plan secreto? Qué intriga —Antón mostró impaciencia por saber de qué hablaba su amigo—. Bueno, cuéntame ya.

—Le compré un anillo a Eva. Quiero declararme y pedirle que se case conmigo. Y, ¿sabes? Estoy nervioso, pero esta sensación me hace feliz. ¿Crees que aceptará?

—Sin ninguna duda aceptará. Es una idea genial. Va a ser un viaje inolvidable en este paraíso —Antón se alegró sinceramente por su amigo—. ¿Y sabes? Quizá yo siga tu ejemplo y también le proponga matrimonio a Lesia. Quiero estar con ella siempre, y quiero hijos. Ha llegado ese momento en el que sientes que estás listo para formar una familia.

—Eso significa que hemos madurado —Denys dio una palmada en el hombro de Antón—. Y ahora vamos al hotel, que nuestras futuras esposas ya deben estar cansadas de esperarnos.

El lujoso hotel de cinco estrellas, grande y confortable, ubicado junto al océano Pacífico, impresionaba por su elegancia. Ese era el hotel en el que iban a alojarse, elegido para ellos por John, uno de los mejores de la isla. De un lado, una playa privada de arena blanca; del otro, junglas verdes con cascadas que atraían con su misterio. La playa estaba equipada con tumbonas y sombrillas, y un bar donde se podían pedir cócteles refrescantes. Además, en el territorio del hotel había dos piscinas grandes, un restaurante, un spa, billar, un gimnasio y una sala para discotecas… Todo para unas vacaciones completas. El edificio de tres pisos estaba construido de piedra blanca, y las habitaciones estaban decoradas en tonos claros, lo que daba una sensación de frescura en los días calurosos. Además, contaban con el confort de un baño espacioso, un potente aire acondicionado y un generoso minibar.

—¡Vaya habitación!, —Lesia seguía en un estado de agradable sorpresa.

—La habitación de ustedes con Antón sí que impresiona —Eva entró detrás de Lesia y ambas recorrieron cada rincón—. Estoy segura de que la mía con Den no es menos. Y la vista desde las ventanas… mires donde mires, solo océano.

—Quiero hacer el amor con Antón en esta cama cuanto antes.

—Y yo quiero hacerlo con Den en el océano —dijo Eva soñadora.

—Será las mejores vacaciones de nuestra vida —Lesia giró por la habitación y cayó sobre la cama.

—¿Ya terminaron de mirar? —entró Antón en la habitación.

—¿Y dónde está Den? —preguntó Eva.

—Aquí estoy, cariño —respondió Den, que también acababa de entrar.

—Tenemos que probar el buceo, sumergirnos en las profundidades del océano —Antón ya hacía planes para los próximos días—. Tenemos la obligación de ver la belleza del mundo submarino.

—Yo encantada —Lesia lo llamó con un gesto.

—Está bien, nos vemos después en la playa —Den abrazó por la cintura a Eva y se fueron a su habitación.

—Nos vemos —les dijo Antón, y abrazó a Lesia, que ardía de deseo por estar cerca de él.

La habitación de Den y Eva no era menos lujosa que la de sus amigos, también con una vista impresionante al océano. Tras recorrerla, Eva se detuvo junto al ventanal panorámico, admirando el mar. Sentía que el océano atraía su mirada como un imán. Quería mirarlo sin parar, perderse en la inmensidad del agua. Las suaves olas que avanzaban daban vida al océano, lo volvían inquietante y hermoso.

Eva sintió cómo Den se acercaba por detrás y la abrazaba, pegando su cuerpo al de ella. La besó en el cuello y la volvió hacia él.

—Eva, te amo… te amo por completo —dijo con voz excitada, atrapando su mirada—. A tu lado soy tan feliz.




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