Parásito en el enjambre - Romance dentro de la Mafia

PARTE 2 - CAPÍTULO 4

VIVIAN NOBOA

Durante la mañana del domingo salí a comprar un vestido por exigencia de mi madre, decía que no debía ir acorde a la situación y no con un vestido de fiesta que ya he usado en otras ocasiones. No quise discutir con ella, así que ambas fuimos al centro comercial. Me sentía como una muñeca a la cual vestían y desvestían a cada rato probándome docenas de vestidos y solo era para un funeral, no quería ni imaginar lo que haría cuando nos inviten a una boda.

-Y bueno, ¿Cuál te gustó más?

-Supongo que este -dije para ya irnos rápido.

-Sí, pero el anterior te resaltaba el busto… -se quedó pensativa-. Creo que mejor los llevamos ambos.

-Como quieras -suspiré cansada y fui a cambiarme nuevamente.

Llevamos como diez vestidos, dos míos y ocho de ella, además de un traje para mi padre. Eran demasiados, por suerte uno de los trabajadores de la tienda de ropa nos ayudó a llegar al parqueadero. Allí nos esperaba el chofer dormido como siempre, me asombraba su habilidad para dormir cuando se le plazca y estar completamente concentrado cuando conducía. Solo había que darle unos toquecitos al parabrisas como si fuera un interruptor.

Eran casi las 3 p.m. cuando salimos de casa hacia el cementerio. Era un ambiente incómodo tomando en cuenta que no sabía que decir o como romper la tensión al ver a mi padre serio, sufriendo internamente al perder a su mejor amigo de toda la vida, en parte sentía lástima ya que murió bajo las intenciones de traicionarlo y, su hermano, al cual creyó muerto, fue quien salvó su reputación ensuciándose las manos por el beneficio de la mafia. Mi madre, por otro lado, tomaba su mano en un gesto automático, pero detrás de su belleza, percibía un gélido cariño, sus gestos y muestras de afecto desde siempre las vi como si fuera obligada a hacerlo. Creo que era la única que notaba eso ya que los conozco desde siempre.

Estábamos por llegar al cementerio, pude ver una fila de autos lujosos parqueadas en la entrada y algunos guarda espaldas haciéndose cargo de que no interfiera la prensa. Ellos siempre trataban de escabullirse para tomar fotografías de la ceremonia. El chofer nos dejó lo más cerca posible y después fue a buscar un lugar para estacionarse. Mis padres se quedaron saludando a varias personalidades de la política y yo seguí directo al interior del cementerio. Había flechas que indicaban a donde debíamos ir los allegados de Ernesto Moya y las seguí hasta que encontré una pequeña multitud con algunos rostros familiares.

Había varias docenas de sillas alrededor del ataúd, la mayoría de ellas estaban ocupadas. En primera fila estaba Alex abrazando a su madre quien, con un profundo pesar, evidente en sus ojos cansados, observaba el hoyo donde sería sepultado su marido. Alex tenía la mirada perdida en algún lugar lejano; como pensando que estaba en frente del cadáver del hombre que lo había mandado a matar y al mismo tiempo era su padre. Al verme, apartó a su madre despacio y vino en mi dirección. Lucía imponente vestido de smoking; el color de sus ojos y piel resaltaban aún más con ese traje negro.

-Hola, Vivian.

-Hola -dije con algo de timidez, no lo había visto desde el viernes-. ¿Cómo estás?

-Agobiado -respondió con cansancio-, odio los funerales y peor con toda esta gente.

-Creo que te entiendo -aún actuaba con algo de nerviosismo por el malentendido del otro día.

-Creo que eres la única que podría hacerlo.

Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos, una ligera y triste sonrisa asomó en sus labios y me acerqué para abrazarlo.

-Siento lo del otro día, Alex. No debí alegrarme por la muerte de tu padre. Solo que… no pude evitarlo. Estuviste cerca de morir.

-Lo sé, pensé mucho en eso y creo que tienes razón.

-¿Ya confías en mí?

-No.

-¿Por qué no?

Me miró fijo con una expresión seria -¿Dónde fuiste durante la madrugada del sábado?

Estaba petrificada y me mordí la lengua antes de decir alguna imprudencia, además de recordar que él después fue a buscar a Diana. Mierda. ¿Qué iba a decir? ¿Con el asesino de tu padre quien por cierto es mi tío desaparecido? No, no era buena idea, debía mantenerlo lo más alejado posible de Brandon. Por otro lado, no quiero mentirle, se daría cuenta enseguida que lo hago, pero no tenía opción.

-Tuve un encargo por parte de mi padre, ya sabes cómo es esto.

-¿En la madrugada?

-Pues… si, casi siempre es a esa hora.

Alex iba a decir algo más, pero entonces el sacerdote, un hombre alto de piel pálida y arrugada, nos llamó desde un micrófono. La ceremonia del difunto iba a comenzar, solicitó la participación de todos los presentes. Cuando me dispuse a caminar, un escalofrío me recorrió el cuerpo; mi padre apareció junto a mí, puso una de sus manos en mi hombro y casi por instinto bajé mi mirada de Alex como si la maraña de mentiras estuviera escrita en mi cara. Era la segunda vez que mi padre nos interrumpía de esa manera y yo reaccionaba así. Me costaba admitirlo, pero la presencia de Juan Noboa desde siempre me inquietaba, pero esa fea sensación era más evidente cuando estaba junto a Alex.

Ambos saludaron y se dieron sus respectivas condolencias. Luego caminaron en dirección al ataúd sentándose en primera fila junto a la madre de Alex, por mi parte me quedé de pie detrás de la multitud observando y saludando a personas que llegaban a última hora.

-Hola, Vivian.

Volteé sin reconocer esa voz y al verla me asombré.

-¿Camila?

-Silencio -dijo Hank junto a ella-. Escuchen al padre.

Sabía que el encargo de Brandon a ella era vincularse a la familia, pero no creí que sería tan pronto. Camila atrajo varias miradas de los presentes, algunas curiosas por saber quién era esa chica, preguntándose si era familiar del difunto o simplemente asombrados por su atractivo, sobre todo hombres. Con un maquillaje sutil logró hacer que su mirada lusca más intensa de lo que ya era, sus ojos amarillos, soberbios y atractivos; su cabello lacio peinado de lado casi llegando a su delgada cintura. Todo de ella decía “Su reina ha llegado”, y quizás sea verdad, Camila tiene grandes aptitudes para ganarse un puesto dentro del negocio. Incluso atrajo la mirada de Alex quién a lo lejos la observaba con curiosidad.




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