Parásito en el enjambre - Romance dentro de la Mafia

PARTE 3 - CAPÍTULO 3

VIVIAN NOBOA

Bajar la guardia puede ser fatal; sobre todo en este intratable e insoportable enjambre a manos de un zángano caníbal. No siempre he pasado de un golpe, tropiezo o un susto, algo insignificante para lo de ahora. Sentir la boca seca y un nudo en la garganta; asimilando el fin, la culminación de mi historia que ha llegado en un momento inesperado. Por alguna razón, tener un arma pegada atrás de mi cabeza cuando acababa de subirme a mi Snorlax me dio un soplo de resignación, un momento para reflexionar en como he llegado hasta aquí; pienso en Alex, la razón de esto, pero no puedo culparlo del todo. Nunca me arrepentiría de haberme involucrado con él hasta este punto, ¿Cuál es nuestra relación? No lo sé, no quiero definirla tampoco; solo verlo como la persona más importante en mi vida, al menos ese sentimiento lo tengo ahora y lo será hasta que apriete el gatillo. ¿Cómo subió a mi auto? Ya estaba adentro cuando llegué, seguramente forzó el seguro y se escondió. Mierda, sí que era astuta.

-¿Cómo me encontraste? -pregunté mientras ella carcajeaba silenciosamente como una loca. La veía desde el espejo retrovisor con la mirada llena de odio y satisfacción bajo la sombra de su capucha.

-No fue difícil -soltó Camila-. Pregunté a varias personas del lugar, en su mayoría otros conductores. Tienes un auto muy peculiar.

-Ya veo.

-¿Dónde está Alex?

-Vine sola después de robarle la computadora.

Me golpeó fuerte con la empuñadora del arma en la cabeza.

-No me hagas perder la paciencia, Vivian. ¡Donde carajos está Alex y la computadora! -al ver que no hablaba siguió-; Bueno, quieres jugar, juguemos. Baja del auto ahora mismo, si se te ocurre escapar te vuelo la cabeza, ¡levanta las manos!

Salí despacio, nerviosa con un chichón palpitante en la cabeza, ella se pegó a mí agarrándome del brazo y con su otra mano sostenía la pistola contra mi cintura escondiéndola bajo su holgada sudadera. Caminamos cerca a una media cuadra y llegamos a su Beatle en un parqueadero oculto entre dos bodegas de cerveza cerrados, al otro lado no había más que una pista de autos todo terreno con un rótulo descolorido.

-Manos atrás -me ordenó y luego envolvió mis muñecas con cinta de embalaje-. Buena chica, ahora solo te falta hablar. ¿Quieres hacerlo antes de que esto empeore?

-Solo te pido que recapacites, Camila. ¡Estás arriesgando muchas cosas! ¿No querías ser la líder aquí en la familia?

-No trates de meterte en mi cabeza, es inútil; ahora mismo mi prioridad es la computadora, con ella no tengo necesidad de pertenecer a esa familia mediocre.

Solté una risa mientras comenzaba a envolverme los tobillos.

-Estás mal, Camila. Estás mandando todo a la mierda. Si me sueltas, te ayudaré. ¿Qué crees que hay en la computadora? ¿secretos únicos que te harán invencible? Tal vez lo sean, y yo no los necesito, solo quiero largarme y que nadie me encuentre. ¡Para eso los tengo en mis manos!

-Tu falta de visión me repugna, no puedo creer que hayas caído tan bajo. Lo tienes todo… ¡la que está mandando eso a la mierda eres tú! -dijo y me sentó en el asiento de atrás abrochándome el cinturón-. Ahora iremos a hacerte manicure hasta que hables.

En esos momentos solo pensé ¿Por qué fui a una farmacia tan lejana? Quería dar un paseo mientras despejaba mis dudas y aliviaba un poco el dolor de cabeza. Ahora tengo un moretón horrible y es probable que yo no dure mucho. No había una misera alma en esta calle que me auxilie o que al menos vea que me están envolviendo como una momia; pero, de todas maneras, ¿qué podría hacer? Camila es capaz de matar hasta un perro si se le atraviesa en su camino.

-¿Puedo pedirte algo, prima?

Ella sonrió achinando los ojos.

-¡Claro prima hermosa! Si está a mi alcance, lo que desees.

-Hay unas medicinas en mi bolsillo, ¿me podrías dar una? Son para el dolor de cabeza.

Para mi sorpresa ella las sacó y me dio una en la boca. Era una escena tierna dejando de lado el hecho de que estaba envuelta.

-Por cierto ¿A qué manicura te refieres?

-Es algo divertido, al menos lo es para mí -decía contenta susurrándolo para que se oiga escalofriante-, tengo unas pinzas que utilizo cuando la gente no quiere hablar. Por cada vez que me hagas repetir la pregunta, será una uña menos. Siempre comienzo por los pies así así que sería mejor llamarlo pedicura.

-¡Qué emocionante! -dije fingiendo tanta felicidad como ella-. Quizás lo haga algún día, me gustaría que sea contigo de hecho.

-Ese día no llegará.

-Creo que sí.

Al decir eso alcancé a tomar el arma con la punta de los dedos y le solté un cabezazo. Ella se fue al piso y el arma se me resbaló debajo del asiento del piloto. Desabroché mi cinturón de seguridad y saqué la navaja que siempre llevo en mi zapato, corté la atadura de mis tobillos y cuando hacía lo mismo con las muñecas Camila me jaló de los pelos haciéndome rodar al piso. Ella alcanzó su pistola, pero antes de que la usara le clavé la navaja entre el cuello y el hombro: un espacio junto a la clavícula haciéndola gruñir de dolor. La jalé atrás con todas mis fuerzas y el arma cayó en el piso, ella me soltó un codazo en el rostro y yo la asfixiaba con el nudo entre mis manos mientras unas gruesas gotas de sangre salieron de mi nariz. Ella quería alcanzar la navaja que estaba en el suelo a solo unos centímetros de su mano, pero no pudo, presioné su herida y ella encogió el brazo. Me levanté e intenté darle una patada en la cabeza, pero la esquivó y se arrojó sobre mí.

-Nunca me ganarías en una pelea callejera -afirmó agarrándome del cuello.

No podía respirar y ya casi no tenía fuerzas, así que me impulsé con todo desde la cintura y la mandé volando sobre mí. Tambaleó un poco para no caer de cara y llegó a mitad de la calle. Un taxista distraído que doblaba la esquina la arrolló. Camila cayó inconsciente a varios metros de mí. Tomé el arma y mi navaja, y salí huyendo del lugar. En ese instante agradecí que la calle estuviera vacía porque parecía una loca desquiciada con el rostro lleno de sangre con un arma y una navaja en cada mano. No estaba segura si Camila estaba muerta, pero no tenía tiempo para averiguarlo, el taxista se encargaría de llamar a la ambulancia o policía, lo cual me daba tiempo para huir.




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