Parásito en el enjambre - Romance dentro de la Mafia

PARTE 4 - CAPÍTULO 1

CAMILA NOBOA

Desperté en el hospital con una inmensa bola en la cabeza entre algodón y gasas, además de unas cuantas puntadas arriba de la clavícula. Era de noche y una pequeña lámpara iluminaba la habitación de paredes celestes. Estaba algo desorientada y el primero rostro que vi fue de un hombre joven de piel clara, tenía cejas espesas, ojos oscuros y cabello abundante peinado de lado. Tenía cara de alivio al verme despertar, dijo algo, pero no alcancé a oírlo claramente, después salió deprisa, llamando al doctor que era igualito a él; ¿Gemelos? Traté de levantarme e ir en busca de un teléfono para llamar a papá, pero el doctor me pidió que no me moviera, que aún sigo bastante delicada.

-¡Señorita por favor cálmese! -dijo el doctor-. Dese el tiempo para pensar claramente las cosas.

Le solté un puñetazo en el rostro y cuando me paré de la cama caí de costado al suelo. Inmediatamente el otro hombre me ayudó a incorporarme, mientras que el otro fue a limpiarse la sangre de la nariz.

-Eres ruda -dijo de repente-, aun así, debes descansar un poco.

-¿Quién eres tú? -pregunté y la cabeza me daba vueltas.

-Me llamo Leonado, pero todos me dicen Leo, y el doctor se llama Marlon. Como ya debes haberlo notado somos gemelos. Te traje aquí porque te arrollé con mi taxi, te juro que saliste de la nada, alguien intentaba robarte y te apuñaló. ¿Recuerdas algo? ¿Tu nombre al menos?

-Me llamo Camila.

-¿De dónde eres?

-Del sur de Quito.

-¿Tienes novio?

-Qué clase de pregunta es esa -solté molesta-. Y no, no tengo ni me interesa.

-Quizás te haga reconsiderarlo, ¿te apetece ir a un café cuando salgas de aquí?

-¿Esa es tu labia barata de taxista? -bufé-. Pierdes el tiempo, amigo.

-¿Qué crees que estás haciendo Leo? -intervino el doctor.

Mierda, en el estado en el que estaba sentía que empeoraba viendo a dos personas completamente iguales.

El doctor, sacó a su hermano de la habitación a empujones quién no paraba de decirme cursilerías como que tengo lindos ojos o que él es la medicina que necesito para sentirme mejor, habló y habló hasta que le cerraron la puerta en la cara.

-Me disculpo por mi hermano. Te haré un diagnóstico y veremos que procede. Recibiste un gran impacto en la cabeza, sería peligroso que estés sola cuando tengas que volver a tu casa.

-¡Yo la llevaré! -gritó su hermano desde el otro lado de la puerta.

El doctor rodó los ojos y siguió explicándome la situación de mi accidente, ahora de la herida en mi cuello. Asentí impaciente a todo lo que me decía, solo necesitaba un teléfono para informar la situación a papá.

-¿Podrías prestarme tu teléfono? Debo hacer una llamada.

-Hay uno saliendo al pasillo, dejé mi celular cargándose en mi oficina.

-¡Usa el mío! -gritó Leo desde afuera.

-Esta bien, deja que entre tu hermano.

Cuando le abrieron la puerta, él se sentó junto a mi y tomó mi mano con delicadeza.

-Has llegado a mi vida de la peor manera, Camila, pero desde hoy mi corazón ha vuelto a latir por ti.

-Creo que mejor iré al teléfono del pasillo -hice una cara de disgusto.

-¿No crees en el amor a primera vista? Porque yo creo que el destino nos juntó por algo.

-Leo, por Dios, te avergüenzas y a mí también, deja de jugar -dijo su hermano.

-Hasta yo siento vergüenza ajena -dije.

-Que poco aprecio le tienen a un romántico. -se levantó y me pasó el celular-. Ten; si no te molesta, anota tu número ahí -siguió sonriente caminando hacia la salida.

Le pedí privacidad al doctor también; marqué al celular de papá, pero no contestó. Era mi única opción ya que no sabía el número de nadie más, todo lo tenía registrado en mi celular, imagino que a estas alturas ya debieron haberlo robado de mi auto, eso si es que aún no se robaron el auto también. Básicamente estaba varada en un hospital de Cayambe, no tenía ni dinero para el autobús. Insistí con varias llamadas más, pero nada. ¿Qué estaba haciendo mi papá?

Me acosté dejando el celular sobre un velador junto a la cama e intenté dormir. Ahora mismo necesitaba recuperar mis energías, nunca antes me había sentido tan inútil. ¿Qué pasaría con Vivian y Alex? ¿Irían a Colombia como imaginaba mi padre? Creo que este día debe quedar para el olvido. Fracasé, perdí ante Vivian por culpa de ese maldito taxista. La imagen de su rostro aparecía en mi mente una y otra vez. Tan linda, inteligente y perfecta. Pensar que incluso mi papá creyó que ella sería la nueva sucesora de la mafia me enfureció. Yo era la única con el derecho de ejercer esa posición. Ella abandonó todo por Alex. Me da asco solo recordar lo frágil que es por sus cursis sentimientos, pero no tan patético como Leo que no pasa de ser un payaso. Escuché la puerta abrirse, pero fingí seguir dormida. Estoy segura de que, si es Leo y me ve despierta: no parará de hablar.

-Eres sencillamente hermosa -susurró despacio al acercarse. Me dieron ganas de darle un puñetazo a él también.

Tomó el celular del velador y se sentó en una silla; puso una canción con el volumen muy bajo, la reconocí, era “Tanto ganas tanto pierdes - Verde 70”; al parecer no tiene mal gusto. Me dieron ganas de abrir los ojos y decirle que suba el volumen, pero me abstuve. Ahora, por culpa de esta canción, solo puedo imaginar a Leo, su sonrisa cuando dice cualquier payasada y sus ojos que me miran con un anhelo empalagoso. También me imagino revolviendo y jalando su cabello abultado causándole dolor, pero sin estropear su linda sonrisa. Mierda, ¿Qué carajos estoy pensando? Ese chico era una molestia.

A mitad de la madrugada me dieron ganas de ir al baño, levanté la vista y no había nadie. Ni si quiera Leo. Me observé en el espejo; mi rostro estaba casi intacto, pero sentía la mandíbula adolorida, mientras que mi cabeza estaba un desastre con una bola inmensa, quise tantearlo, pero me dolía hasta el alma. Recordé la última charla que tuve con Vivian, bajé la guardia cuando me pidió que le diera una pastilla que tenía en su bolsillo. Aunque suene contradictorio viniendo de una desalmada asesina, me gustaba ayudar a las personas, sobre todo cuando me piden cosas con educación.




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