Londres, 7 de septiembre
Hoy está nublado, a veces sale un poco el sol pero, vamos, ya dentro de nada se habrá acabado el verano. Aunque aquí en Reino Unido no es que veamos mucho el sol, el verano es la época del año que más me gusta desde niño. Será porque no hay colegio o yo que sé por qué será.
Ayer me llamó Dean temprano, serían las nueve y media. Me dijo que si me apetecía pasar la mañana en Hyde Park montando en bici. Me daba igual, aunque era demasiado pronto. Quedamos sobre las once en punto. Yo tenía que ir a su casa, la bici me la dejaría él, luego comeríamos en su casa también. Llamé a Jo; no le apetecía nada, pero me dijo que sí, se convenció con las ganas de verme pedaleando. Me puse un chándal del Aberdeen. Me calcé mis deportivas blancas y cogí una gorra negra, seguro que venía bien si salía el sol.
Fui a casa de Dean y me dejó la bici de su padre. Su madre estaba encantada de que Dean tuviera un amigo con el que ir a montar en bici y estoy seguro de que, de primeras, no era yo la persona que se esperaba encontrar. Quedamos con Joanne en Hyde Park y allí daríamos una vuelta por el parque. Comenzamos con buen ritmo, Dean se lo conoce muy bien. No tenía ni idea de dónde estaban yendo, pero pasamos por debajo de un puente y, cuando salimos otra vez, pasamos por la estatua de Peter Pan dejándola a un lado. No había sido buena idea la de montar en bici después de haber bebido cerveza la tarde anterior. Mis ojos se pararon en dos personas que estaban sentadas en el césped y me desvié un poco de Dean y Jo.
—¿Dónde vas, Paul? —me dijo Dean que iba detrás de mí. No le hice mucho caso y deceleré hasta ponerme a la altura de esos dos. Sí, eran Delia y Aaron. Una sonrisa me inundó la cara. Frené en seco y la rueda de atrás me derrapó. Pareció que lo había hecho aposta, aunque no había sido así.
—¡Buenos días! ¡Qué madrugadores! ¿Qué hacéis por aquí?
Nos han invitado a sentarnos con ellos. En verdad apenas podía hacer más que mirarla y no era muy consciente de lo que hablaban los demás. No teníamos mucho tiempo porque ya le habíamos dicho a la madre de Dean que íbamos a ir y ella estaba muy contenta con esa idea, así que he mirado a Dean para que él rechazara la proposición por mí, porque yo no sabía cómo hacerlo.
—Bueno, es que mi madre nos espera para comer, Delia —comentó por fin Dean—. Pero, muchas gracias.
—Sí, ¿qué te parece si nos vemos después en la fiesta de Trevor? —ha dicho Jo animadísima. Me ha extrañado, viniendo de ella. La chica que pasa de todo y de todos. La he mirado y me ha sonreído. He tenido que hacer lo mismo. Aquella semana, un chico del colegio repartió invitaciones porque daba una fiesta en su casa. Por lo visto es típico que Trevor, el chico, hiciera fiestas todos los principios de curso, y nos habían invitado. Ni si quiera sabía quién era si me lo hubiera encontrado de frente.
—Vale, lo que queráis —dijo resignada—. Pues nos vemos en la fiesta.
Iba a volver a pedalear cuando algo se me ha venido a la cabeza antes de irnos.
—Delia —dije—, ¿me das tu número? Así vamos hablando luego para ver dónde y a qué hora quedamos, ¿te parece?
Me dio el número. Sé que no fui el Paul de siempre, estaba tenso, tanto que parecía tener un palo metido por el culo
*
Los padres de Dean son muy buena gente. Lo que no sé es que habrán pensado ellos de mí. Espero que no crean que soy un borracho y mal hablado que va a intentar espabilar a Dean, porque entonces habrían dado en el clavo y sé que eso a los padres no les mola. No, su madre me sonreía todo el tiempo, creo que Dean hace años que no lleva a un amigo a casa. Y su padre es un friki de la segunda Guerra Mundial y tiene un despacho lleno de cosas de guerra, desde fotos, libros, propaganda, figuritas, tanques, aviones… ¡una pasada! Me lo ha enseñado todo y parece que le he caído mejor haciéndole todo tipo de preguntas. También tiene cosas que no son de la Guerra Mundial, tiene algunas cosas de la Royal Scots Dragoon Guards, entre ellas una kilt, me ha hecho muchísima gracia. Nosotros tenemos un armario lleno de kilts de gala, para conferencias, para bodas… Yo paso bastante de ir a esas cosas, pero lo del kilt es tradición, no me disgusta cuando se trata de un acto oficial.
Mi móvil sonó. Pi pi, Pi pi. Un sms.
Jum... ¿por q no te has quedado? Me hubiera gustado....
De: Delia A las: 15:36
No sabía cómo tomármelo, en fin. Sí, supongo que tenía ganas de que nos sentáramos. Pero no por que sea más pesada iba a cambiar el curso de los acontecimientos. Al final terminé por sonreír mirando a la pantalla. Volví a guardar el móvil en el bolsillo y continué hablando con el padre de Dean.