Pasajeros en extinción

1.1 - Rutina

Creo que estoy cansado de la rutina. Pero solo hay eso, rutina.

Todo tiempo es uno, cada día es el mismo, cada suspiro es igual al anterior, cada parpadeo. Nunca hay algo nuevo, algo distinto, somos solo él y yo, el reactor y yo. Juntos en la misma habitación, alumbrado en rojo por la iluminación del visor y las luces led de los paneles del mismo color. Alguna vez me enteré de que la luz cálida permite a la vista a acomodarse más fácil desde la oscuridad, pero la luz fría como el azul o verde, no. Tarda más en acomodarse la visión con esas luces.

El reactor, desde que comenzó a funcionar que no se detiene, en su momento era tecnología de punta, innovador y experimental. Hoy quizás sea obsoleto de donde vino. Pero a pesar de los años aún sigue funcionando, aún sirve, aún cumple su función. Con los años ha tenido roturas, se han cambiado piezas, es ahí es cuando más rápido debo moverme, más rápido debo pensar, más rápido debo hacer lo que deba hacer para que funcionar lo mejor posible. No puede mantenerse apagado por mucho. Mi vida depende de ella, y la suya depende de mí. Si no estoy, ella tampoco volverá a funcionar. Mi vida depende de ella, y la suya depende de mí.

A veces la odio, a veces me siento su esclavo, otras veces su Dios o su amo. Ya no estoy seguro quién depende de quién realmente, lo cierto es que ninguno puede existir sin el otro. Solo estamos aquí, el uno para el otro, dándonos lo vital para repetir ambos un respiro más, un ciclo más. Soy parte de la máquina, y ella es parte de mí.

Ya no recuerdo hace cuánto estoy aquí. Tampoco estoy seguro de lo que es el tiempo. ¿Sigue corriendo, aunque no lo pueda contar? ¿Sigue existiendo, aunque no lo pueda medir? Supongo que debe hacerlo, pero en otro lugar, no aquí, donde todos los días son el mismo día, todo el tiempo es presente, todo se repite una y otra vez. ¿Es eso rutina? ¿Cómo sé si es rutina si no hay forma de romperla? No tengo como evadirla. ¿Cómo podría romper la rutina, sin nada más que pueda hacer?

Hago lo que quiere cuando me lo pide, cuando me da la orden, me da la señal.

Pero no siempre fue así, no siempre estuve aquí, siendo una extensión de este reactor. Hubo una época en que la máquina no dependía de mí, ni de nadie. Al principio funcionaba sola, automáticamente. Se autorregulaba, se examinaba, avisaba su estado. Pero un día dejó de hacerlo. Al principio fue una falla de unos minutos, luego volvió a la normalidad. Otra vez fueron dos fallas, tres. Un día ya no se reinició sola, una parte de la tripulación murió ese día. Con el reactor fuera de servicio, muchos soportes vitales dejan de funcionar a pesar de la energía que había de reserva. Tardamos mucho hasta que se pudo volver a reiniciar todos los sistemas, estuvo muy cerca de detenerse el ciclo por completo. Fue ahí cuando comenzamos a quedarnos junto al reactor de forma permanente.

No había sido necesario llegar hasta aquí antes. No estaba contemplado las fallas que sucedieron, quizás eran pensadas imposibles o irreparables. Pero se logró hacer. Para llegar al reactor incluso se debió hacer una especie de túnel. Existe otra entrada, pero no había acceso a ella, estaba en un sector ya inhabitable ya. Nadie podría resistir las condiciones de esa otra entrada, ni yo, que alguna vez hice algo similar. Se encargaron de hacer que llegara comida y agua a la cámara del reactor. Solo tengo que ocuparme de lo que tengo que hacer aquí: asegurarme que el ciclo del reactor se complete. Es algo simple, pero que ya no lo hace solo, al recibir la señal indicada, y saber que relee presionar, forzarlo, obligarlo a trabajar a pesar de que ya no funcionan. Tan simple pero tan vital como eso. Si ese ciclo no se cumple, en las condiciones actuales del reactor, todo deja de funcionar en poco tiempo. Es lo que me tiene atado al reactor, es a la vez lo que me hace ser parte de él. Por lo que a veces pienso, si no seré también una máquina, cumpliendo una función como un componente más.

Recuerdo la primera vez que entré, en algunas partes había que abrirse camino entre los cables caños y bandejas. A eso hay que sumarle lo viciado que está el aire, es por la temperatura y gases del reactor. Se supone que eso debería hacerme daño, o haberme matado. Pero hay cosas que no se pueden explicar, a veces parece que cuanto más crees en algo, sucede lo contrario. Hay quienes se cuidaban mucho y se fueron pronto, y hay quienes, como yo, que sé que esto es insano, y aun sigo aquí, firme a mi misión. Quizás sea ese el secreto, tener algo por lo que estar vivo. Hay quienes temiendo morir, no viven y mueren, y hay quienes viviendo, se olvidan de morir.

Antes nos turnábamos. Éramos dos, y ahora solo quedo yo. Y pensar que al principio no resistía estar aquí dentro, y ahora prácticamente ni salgo. Es complicado salir, y ya me acostumbré, al aire viciado de vapores, humo, no sé a qué huele que haya sentido antes, pero se hace denso y lento respirar. Me acostumbré a respirar lento, a los movimientos leves, a estar tranquilo, un ritmo lento para no requerir más oxigeno del que tengo disponible. Me acostumbre a la piel reseca, a sentir como mi piel raspa en todas partes, siento que, si deslizo mi piel contra el metal de la habitación, podría rayarlo. Pero a la vez pica, y si me rasco demasiado, me lastimo. Pero que placer da rascarse, esos segundos satisfactorios en que solo ves pedazos de piel salir de ti, que tu cuerpo no reconoce como propio porque no duele, pero al ver la sangre te obliga a detenerte, y más temprano que tarde empieza a doler la carne viva desnuda, sin esa coraza reseca y muerta que la cubría. Quizás el dolor sea uno de los recordatorios más fuertes que tengo de estar vivo. Como el placer mismo. Primero es el deseo, luego la no mente que no permite detenerte, luego un momento de lucidez que te dice que llegaste demasiado lejos, luego llega el vacío, darte cuenta de que eso solo existió en el momento, pero ya no está, y ahora queda el dolor que te acompaña por más tiempo que el que llevó provocarlo. Quizás por eso hay tantos que eligen caminos o personas equivocadas: porque saben que van a sufrir. Y el dolor, los hace sentirse vivos. Mas vivos que la rutina, más vivos que la calma y el aburrimiento que estas dan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.