Los presentes se sentaban a su alrededor. Los hermanos más fervientes se ubicaban más cerca como era costumbre. Ellos eran los más dignos de estar cerca del calor, entre los cuerpos presentes también lograban mantenerse a una temperatura más agradable, el calor en una habitación helada era un gran privilegio. Estaban reunidos en el salón principal, era un lugar bastante grande como para mantener la temperatura habitable, sin embargo, sobraba espacio a las personas reunidas que no llegaban a cubrir la mitad del espacio disponible. En la periferia del salón la temperatura bajaba algunos grados notorios al cuerpo de los presentes, hacía ya mucho tiempo que no había calefacción en el lugar y la única fuente de calor provenía de los cuerpos de los hermanos. Esos lugares alejados eran obviamente para los que menos valor tenían en el grupo, los menos dignos de estar junto al Contador. Hermanos que en algún momento dudaron de su palabra, que fueron poseídos por pensamientos erróneos inducidos por el temor y la desesperanza, por perder la fe en el conteo.
El conteo iluminaba el salón desde una de las paredes. Era una pantalla vieja, llena de tierra alrededor, pero el conteo era claro, se veía el numero rojo de unos cuarenta centímetros marcando dos por ciento. Se decía que antes alrededor de esta pantalla habían otras que iban indicando diferentes cosas o incluso pasaban imágenes, pero ya nadie las recuerda. Fueron apagándose con el tiempo, al igual que el resto de los sectores. También se cuenta que antes la temperatura de todos los sitios era agradable, que los hermanos no necesitaban estar tan abrigados como hoy en día. Antes era todo más funcional, pero fue deteriorándose todo poco a poco. El Contador responsabilizaba a los comandantes, que les dejaron una trampa, querían que todo se apagara antes de que pudieran llegar a ver el conteo llegar a cero. Convenció a los hermanos que este era un desafío del mal.
- Debemos mantenernos unidos hermanos. Juntos nos mantenemos con calor, no temblamos, podemos estar en paz y dormir tranquilos. Alejados o solos, el frio busca apoderarse de nuestros cuerpos imperfectos, débiles, no somos capaces de mantener nuestra temperatura solos por mucho tiempo. Esta fue la trampa que nos dejaron los impuros. Los que no creyeron en el mensaje, los que, al no creer, sabotearon nuestro hogar para que se vaya volviendo frio y oscuro, para que no sobrevivamos lo suficiente para llegar a este momento. Al momento que por tanto tiempo esperamos, el final del conteo, y que la verdad finalmente nos será revelada. Ya no habrá más misterios para nosotros, quienes creímos de verdad, con el espíritu, con fe ciega. El conteo está llegando a su fin, y aquí estamos, sus elegidos.
El Contador no era más que un hermano como cualquier otro, conocido antes como Giovanni. Creció como uno más, siguiendo la palabra de los previos a él. Era el Contador Tercero de la comunidad, pero el primero de ellos tan ferviente y convencido del mensaje que protegía, y con mucha razón siendo él quien iba a presenciar el final del conteo, siendo él quien debía mantener a los hermanos unidos ante tantas contras en un habitad donde casi no se podía sobrevivir estando solo. El mensaje que le había sido designado hace tanto tiempo, cuando el contador estaba en dos dígitos, quizás más de treinta dicen algunos. Treinta y tres según su propia memoria. El tiempo era imposible de contar aquí, no existía el tiempo como tal, no existían los minutos, ni las horas, ni el día o la noche, ni los años. No había forma de hacerlo. Lo único que había era el numero descendiendo en la pantalla, el conteo en descenso para que, según ellos, la verdad les sea revelada.
No estaban seguros de cual era esa verdad, ni que iba a rebelarse ante ellos. sabían que estaban en una misión, quizás esa era la verdad que conocerían al llegar al cero. Varias veces hablando con los hermanos, el Contador reflexionó al respecto.
- Somos los elegidos. Fuimos seleccionados para estar aquí. Vivir este momento final de espera que nuestros ancestros nos han delegado durante sus vidas. Aun sabiendo que ellos no iban a estar aquí cuando llegue el momento cero, cuando la cuenta regresiva culmine. Ellos nos dieron la misión de esperar, de mantenernos firmes con la fe, de no dudar ni renunciar a la espera. No es solo por nosotros que debemos mantenernos firmes y resistir, es por ellos, por todas las generaciones que dieron su vida para que nosotros lleguemos a este momento de revelación. Ante nosotros al fin serán revelados los misterios con los que nuestros ancestros solo soñaron. Al fin la verdad nos será revelada, y nosotros reiremos ante nuestro enemigo que nos acusó de locos, de sin sentido, de fantasiosos. Al fin la verdad iluminará esta oscuridad y nos dará el calor necesario, y el final de este camino será testimonio para las futuras generaciones. No fuimos nosotros los que temíamos a la verdad que pronto no será revelada, sino ellos los que deberán pedir perdón de sus blasfemias. porque pronto la verdad será nada, y la nada será todo, y todos nosotros seremos retribuidos por la fe que hemos tenido todo este tiempo. En cambio, todos ellos serán castigados con el olvidado de la promesa, olvidados en el frio que crearon, quedarán rezagados y arrepentidos por no haber confiado en lo que se nos prometió a todos por igual, pero que ellos no fueron capaces de creer. Por no confiar en lo que quedó revelado en estos muros, en los mandatos. Porque la oportunidad se les dio, ellos también fueron llamados a la espera, y sin embargo no tuvieron la fe suficiente para creer.